El bache del PSG se acentuó aún más en la Champions, competición donde parece condenado a ir enlazando decepciones. Decepciones por no hablar de fracaso. Aunque el de esta edición todavía se puede evitar, las sensaciones no invitan al optimismo. El Bayern fue demasiado equipo para un PSG resquebrajado, con el vestuario fracturado y acostumbrado a vivir de lío en lío. El constante ruido extradeportivo está haciendo mella en el campeón francés, que encadena tres derrotas consecutivas tras caer en la Copa contra el Marsella (2-1) y en Liga ante el Mónaco (3-1), algo que no sucedía desde 2011. Dos toques de atención que no sirvieron para hacer brotar algo de carácter. Solo Kylian Mbappé y Sergio Ramos estuvieron a la altura de la cita. Demasiado poco, visto cómo se desarrolló el partido de ayer.
No iba a jugar
El PSG fue una marioneta en manos del Bayern y únicamente la entrada de Mbappé logró aportar algo de competitividad en el bando galo. Sorprendió el delantero al revelar que no iba a jugar al no estar plenamente recuperado, pero no pudo resistir ver una versión tan pobre de su equipo y decidió forzar. “Quería jugar, aportar mi energía, quería jugar todo el partido, pero hay que contentarse de lo que se puede y hoy era eso”, señaló el jugador, cuya entrada en el minuto 57 revolucionó al cuadro parisino.
No estuvo acertado en sus primeras intervenciones, pero su chispa aproximó al PSG al empate. La defensa del Bayern le intentó marcar de cerca, aunque mermado, el poderío de Mbappé se hizo evidente en una de sus típicas cabalgadas por la banda. Se quedó solo ante Sommer, pero no pudo con el portero suizo. Al menos de forma legal, porque sí lo batió estando en fuera de juego tras un tiro de Neymar.
El apretón final no tapa las vergüenzas de un PSG al que ni Mbappé logra reanimar. Quedan tres semanas para la vuelta en Múnich y hará bien el equipo de Galtier en buscar soluciones para no ver lo que resta de la Champions desde el sofá de su casa.