Bondy era una ciudad más perteneciente a los suburbios parisinos hasta que Mbappé la puso en el mapa. Un lugar estigmatizado por la violencia y la inmigración, como si aquello fuera el inframundo: “Somos gente normal. No nos gusta que nos traten diferente al resto y, sobre todo, que nos miren con otros ojos”, asegura un vecino, molesto con el cliché de que vive en un entorno conflictivo o de segunda clase, casi marginal.
Bondy no mezcla bien con el lujo, tampoco hay hoteles de cinco estrellas y rara vez se ve pasar un coche de alta gama. Es una ciudad humilde, de carácter obrera. En ese contexto creció Mbappé, un ejemplo para miles de niños que también sueñan con labrarse un futuro mejor a través del fútbol. A medio kilómetro del Ayuntamiento se encuentra la escuela AS Bondy, donde el jugador del PSG dio sus primeros y prometedores toques a un balón entre 2004 y 2013.
Aquel Kylian, revoltoso sobre la cancha pero reservado fuera del complejo deportivo de Léo-Lagrange, apuntaba buenas maneras: “Siempre le vi potencial para ser un número uno. Normalmente jugaba con chicos mayores que él porque era superior al resto”, recuerda Rachid Mekchiche, uno de sus primeros entrenadores. Con la indumentaria verde del AS Bondy, por aquel entonces ya era habitual verle perforar la red cada fin de semana.
Su padre, Wilfried, y su madre, Fayza Lamari, estuvieron siempre cerca suyo. Fueron su principal apoyo: “Buenos pedagogos para Kylian”, apunta Rachid Mekchiche, que ve ahora como cualquier niño quiere ser una versión 2.0 de Mbappé. En Bondy es el hijo predilecto. En la calle, cuando uno pregunta por él, la gente quiere hablar. Compartir. Opinar. El camino no es fácil, y triunfar no está al alcance de todos, pero hay en quien fijarse.
Bondy, como Kylian, se caracteriza por su idiosincrasia rebelde. Por no aceptar el destino sino por querer cambiar las cosas: “Sin riesgos, no hay victorias”, es la dedicatoria que firmó el internacional francés en uno de los vestuarios del AS Bondy. Un lema de vida para todos esos chicos que hoy crecen sobre el mismo césped. En la sala de trofeos aparece su rostro, acompañado de Steven Monrose, Sebastien Corchia, Jonathan Ikoné y Kembo Ekoko, otros que también hicieron carrera.
Bondy, ciudad dormitorio pero en expansión, con alrededor de 100.000 habitantes, se enorgullece de saber que un icono mundial como Mbappé fue un vecino más en su momento. El agradecimiento por haberle dado dignidad es eterno. Cerca de las instalaciones de entrenamiento de Léo-Lagrange se eleva un mural enorme con el dibujo de Mbappé de niño y de mayor: “Ama tu sueño, y él te devolverá ese amor”, reza. Bondy fantasea ahora con vivir otro milagro como el de Mbappé.