El grito atronador de Andy Murray invade la gigantesca Arthur Ashe, donde el vacío acentúa la fuerza del sonido y el reloj refleja que desde la primera bola lanzada al aire hasta ese golpe de Yohihito Nihioka que se va largo han transcurrido 4h 39m. Pura épica. El escocés escupe mil demonios y lanza un par de botellines con rabia al tomar asiento porque, al fin y al cabo, pelea por momentos como este desde hace tres años. Literalmente, Murray se ha jugado el tipo. “No pensaba que sería capaz de jugar un partido tan largo”, reconoce. Juega con una cadera de metal (tras dos operaciones) y se desconoce qué le deparará el día de mañana, una vez que haya colgado definitivamente la raqueta. De ahí el alarido.Vence al japonés, absorto ante la demostración de amor propio de su rival, que a los 33 años corre y brega con el hambre que les falta al pelotón de jóvenes que hasta hoy no han sido capaces de derrocar a los viejos. Dos años habían transcurrido desde la última victoria del británico en un grande, también en Nueva York, frente al australiano James Duckworth. Dos años de penurias ya contadas, redimidas de alguna manera en el 4-6, 4-6, 7-6(5), 7-6(4) y 6-4 final. Murray había vuelto para esto. Deportivamente, ya puede descansar en paz.Ocurre que Murray, inconformista por naturaleza, una bestia competitiva, no se da por satisfecho y enfila ahora a otro de esos Next Gen que vienen y van, Felix Augger-Aliassime. “Viendo cómo está moviéndose y cómo cubre pista, existen razones para estar emocionados. Hay señales de que Andy está en forma y sano, así que puede hacer mucho daño”, anticipaba estos días su madre, Judy. Y el triunfo contra Nishioka, un adversario que no es ninguna perita en dulce, corrobora esas palabras: su hijo no está solo de paso.“Aún puedo competir”, advertía cuatro días atrás, y el japonés (24 años, 49 de la ATP) puede dar buena fe de ello. Se adjudicó los dos primeros sets, pero después se llevó un revolcón gigantesco. Murray se defendió con uñas y dientes, y tácticamente condujo el duelo hacia el terreno que le interesaba. El sobreesfuerzo no le diluyó y fue consumiendo mentalmente a su presa hasta dejarla sin salida. No jugaba desde hace 20 meses en un Grand Slam y la reaparición fue apoteósica, a la altura de su carrera. Murray fue Murray.Posteriormente, Serena Williams solucionó su estreno ante Kristie Ahn (7-5 y 6-3), aunque se le vieron las costuras en varias fases del partido. Mucho deberá mejorar si no quiere encajar otro disgusto, mientras le aguarda un choque con la rusa Margarita Gasparyan. Llegará a la cita con todos los honores, ya que esta última victoria le concedió un récord: ningún tenista (hombre o mujer) ha ganado tantas veces (102) en el US Open como ella. Su compatriota Chris Evert (101) queda ya atrás, y lejos completa el podio Martina Navratilova (88).Le acompañó en el apartado de las plusmarcas su hermana Venus, quien a sus 40 años se convirtió en la jugadora con más presencias (22) en el major norteamericano. Eso sí, cayó: 6-3 y 7-5 favorable a Karolina Muchova. También se despidió la belga Kim Klijsters, de vuelta a los 37 y que dice ir por el buen camino a pesar de haber perdido los tres partidos que ha disputado; en esta ocasión, frente a Ekaterina Aleksandrova: 3-6, 7-6 y 6-1.Por otra parte, Roberto Bautista progresó gracias a una trabajada faena contra Tennys Sandgren (6-4, 6-4 y 7-6(3) y Roberto Carballés se impuso a Feliciano López (3-6, 7-6, 6-4 y 6-3). Avanzaron Aliona Bolsova (7-6 y 6-2 a Jil Teichman) y Sara Sorribes (6-2 y 6-4 a Claire Liu) y Jaume Munar se retiró dolorido después de haberle plantada cara a Dominic Thiem, finalista en enero en Melbourne. El balear se desequilibró en una maniobra y tras ceder la segunda manga (7-6(6) y 6-3) decidió parar. Antes de saltar a la pista lo hizo Marcel Granollers, que prefirió centrarse en el dobles y no compareció ante Kamil Majchrzak.* Consulta todos los resultados de la jornada.* El orden de juego del miércoles 2 de septiembre.
Source link