Enclavado en el corazón de las montañas del Hindu Kush, en el inaccesible Afganistán, el pico Shakhaur no dice nada a casi ningún alpinista. Con todo, una de las historias de montaña más luminosas que cabe recordar tuvo lugar en sus laderas en 1976, uniendo para siempre a dos expediciones, una vasco-navarra; polaca la otra. Ese año, 11 jóvenes alpinistas viajaron en 4×4 desde Pamplona hasta Kabul, cargados con 900 kilos de comida y 400 de material para saciar su sed de aventura, sus inquietudes, sus ganas de abrirse al mundo. La excusa era escalar una montaña.
Aún bajo la influencia soviética, lograr los permisos de ascenso fue una gesta en sí misma, y que de los 10 hombres y una mujer que formaban el equipo, esta y otros ocho alcanzasen la cima de 7.116 metros resultó lo que parecía ser un epílogo soñado. Horas después de dejar atrás la cima, sus vidas se vieron sacudidas para siempre. Algo menos cansados que el resto de sus compañeros, Leandro Arbeloa y Gerardo Plaza decidieron saltarse un campo de altura, dormir en el siguiente para desmontarlo y seguir hacia el campo base. No llegaron.
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En un punto cercano a los 6.000 metros, la cordada cayó: Leandro Arbeloa falleció en el acto; Gerardo Plaza se rompió tibia y peroné. Incapaz de caminar, pasó la noche al raso, atento al amanecer y al descenso de sus compañeros. Fue una noche devastadora. Afortunadamente, sus gritos fueron escuchados. Enterraron ahí mismo a Leandro y enseguida entendieron que para rescatar a Gerardo necesitarían ayuda: todos descendían débiles, fatigados y el espolón por el que discurría la ruta no era sencillo.
No muy lejos, un equipo polaco, enfrascado en otra montaña se prestó a colaborar. Se trataba del mismo equipo que un año atrás había abierto la ruta por la que los navarros habían alcanzado la cima, así que el líder del equipo envió a cuatro alpinistas al rescate, dos de ellos perfectos conocedores del itinerario. Apenas se entendían: una palabra rescatada del inglés, muchos gestos, y la angustia reflejada en la cara de los navarros bastaron para fraguar una amistad que se estiraría durante décadas.
“Nuestra montaña puede esperar, vuestro amigo no”, zanjaron los polacos. Gerardo Plaza no perdió la pierna gracias a los cuidados de los alpinistas y médicos de la expedición, Javier Garaioa y Trinidad Cornellana, así como de un cirujano ortopedista enrolado entre los polacos.
Los miembros de la expedición, antes de partir desde Pamplona.
Todos estos recuerdos, los hechos básicos, constituyen el núcleo del documental Mendiak 1976 (Montañas, en euskera), dirigido por Luis Arrieta, con guion de Daniel Burgui y fotografía de Jesús Iriarte. Una historia de amistad, de pérdida de la inocencia, de dolor, ilusión y memoria. No hay imágenes de acción que corten el aliento, pero sí la serena reflexión de un grupo de personas ya jubiladas o bien instaladas en la tercera edad que retratan la huella que el alpinismo ha dejado en sus existencias. Su testimonio tiene el valor de la mirada de los pioneros, un aprendizaje que las generaciones de himalayistas que han llegado a su rueda sabrán apreciar.
Arrieta, ingeniero agrónomo de profesión y autodidacta en técnicas audiovisuales, escala con los hijos de Javier Garreta, jefe de la expedición al Shakhaur, o con el sobrino de Gregorio Ariz, o el de Javi Pastor, dos integrantes de la misma: “Siempre he sido un romántico de la literatura de montaña y me conocía las aventuras de Garaioa en el Everest en 1980, Garreta en el Dhaulagiri en el 79 y Gregorio Ariz en el K2, en el 83, pero la expedición del Shakhaur, en la que los tres participaron, me era desconocida”, introduce.
“Preparando un viaje a los Alpes junto a Koldo Pastor, le pedí una cinta de vídeo de VHS con la inscripción Shakhaur 76. Me costó encontrar un reproductor, pero cuando vi las imágenes en super 8 me quedé fascinado. La expedición era desconocida, había quedado enterrada y me pareció que la historia merecía ser contada porque había pasado al olvido a la sombra de las siguientes expediciones a montañas de 8.000 metros que el núcleo de ese grupo emprendió después. La idea original era totalmente diferente: quería hablar del primer 7.000 vasco, centrado en Javi Pastor”, prosigue.
“La idea era ir a Nepal con Koldo, y comparar como era hacer un 7.000 entonces y ahora. Pero la pandemia lo impidió y nos dio tiempo para investigar y saber que los jóvenes escaladores polacos que se veían en el documental no estaban muertos como creían Garreta y Ariz. Iwona Zielinska, coordinadora de proyectos en el Instituto Polaco de Cultura (Madrid) hizo de puente para encontrarlos: el legendario himalayista Wojciech Kurtyka reconoció a uno de ellos y tirando del hilo supimos que de aquel grupo polaco del Shakhaur, cuatro perdieron la vida, después, en las montañas y muchos de ellos formaron parte de algunas de las grandes expediciones polacas a ochomiles en las que participaron Jerzy Kukuczka o Krzysztof Wielicki”.
Hasta 1981, Javier Garreta y Bogdan Strzelski, el único polaco que hablaba inglés, se escribieron cartas de forma regular, estrechando su amistad, contándose los pormenores de su vida: mantener estos lazos ya era de “campeonato mundial”, reconoce Strzelski en la cinta. Así, Garreta pudo anunciar la muerte de Javier Pastor y Julián Lasterra, en 1978, escalando en el Mont Blanc de Tacul: ambos formaron parte del equipo del Shakhaur 76. Pero tras el decreto de ley marcial en Polonia del año 1981, la correspondencia que mantuvieron se arruinó: los ciudadanos polacos que no tuviesen un cargo en el Gobierno no podían recibir ni enviar cartas al extranjero. Y los navarros creyeron que sus amigos de Polonia habían fallecido.
El documental trata con delicadeza el devenir de Gerardo Plaza, el montañero rescatado por los polacos. Tan pronto se recuperó de sus fracturas, Gerardo regresó a las montañas de Afganistán, después a los Andes peruanos y finalmente al Dhaulagiri, su estreno en montañas de 8.000 metros. De carácter introvertido, su pasión en cambio parecía insaciable, pese a que a esas alturas ya había perdido a tres de sus mejores amigos en las montañas. Sin embargo, en el Dhaulagiri sus compañeros advirtieron cierto desapego en su manera de comportarse.
“Nadie sabrá nunca qué pasaba por su cabeza para quitarse la vida a los 27 años, y puede que no esté relacionado con la montaña. El espectador lo interpretará como quiera”, reflexiona Luis Arrieta, quien siempre tuvo claro como deseaba que terminase su trabajo: “con un fotograma del reencuentro entre polacos y navarros”.
El ansiado reencuentro, sumamente emotivo, tuvo lugar la semana pasada junto al museo Guggenheim de Bilbao, donde iba a proyectarse el documental en el marco del BBK Mendifilm. Apenas hubo palabras porque solo uno del equipo polaco habla inglés, “pero se sentía una gran emoción en el ambiente”, asegura Arrieta. El público del palacio Euskalduna en pie, regalando un aplauso interminable puso música al acto. El documental se llevó el premio a la mejor película de alpinismo así como el premio del público.
El paso del tiempo ha mitigado y erosionado el insondable dolor que las familias de Leandro Arbeloa o Gerardo Plaza soportaron en su día, la desazón de los integrantes de la expedición al Shakhaur. Ahora su recuerdo, en cambio, resulta reconfortante, bañado de cariño y observar sus viejas fotografías es como arrimarse al fuego en invierno. Su discurso, en el documental deja un poso de cierta paz. Casi todos los supervivientes del Shakhaur, vasco-navarros y polacos, están de acuerdo con Gregorio Ariz: finalmente, las montañas, donde tanto perdieron, dotaron de un significado a sus existencias.
El documental ‘Mendiak 1976′ se emitirá a partir del 29 de diciembre en los cines Golem de Pamplona y a partir de enero de 2022 en cines de toda España. También se puede ver en línea en www.mendifilmfestival.com
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