Mentirosos

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Nunca sabremos si Michael Peterson mató o no a su esposa. Pese a que las pruebas no eran concluyentes, el jurado consideró que sí por su pasado lleno de mentiras. Lo cuenta muy bien la serie The Staircase. Años después, cuando le ofrecieron declarar que lo había hecho inintencionadamente para poder salir de la cárcel, se negó. No estaba dispuesto a mentir en ese punto. Hasta la mentira tiene un límite.

Algo parecido ha debido de pensar Ivanka Trump al intervenir ante el comité de la Cámara de Representantes de Estados Unidos que investiga el asalto al Capitolio. La hijísima declaró respetar y aceptar la opinión del entonces fiscal general, William Barr, de que no había habido fraude en las elecciones presidenciales. Toda mentira tiene un límite, aunque no le guste a papá.

El arranque de las audiencias de la investigación, el pasado jueves, ha vuelto a confrontar a la sociedad estadounidense con uno de los sucesos más dramáticos de su historia reciente; un suceso que gira en torno a una gran mentira. Así llamó Donald Trump al supuesto robo electoral que había sufrido; así puede considerarse toda la trama orquestada por él y sus compinches para impedir el traspaso pacífico del poder.

Como ya desarrolló Hannah Arendt, la relación entre verdad y política ha sido más que conflictiva a lo largo de la historia, pero hoy ese vínculo se ha roto inexorablemente. Que se lo digan a Boris Johnson, con su Brexit y su partygate: hay que recordar que posverdad fue la palabra del año en 2016.

“Líderes políticos de todo el mundo encuentran cada vez más atractivo mentir para obtener el poder. No me refiero a decir mentirijillas o a manipular los hechos, como siempre han hecho, sino a decir esas mentiras que envenenan la coexistencia democrática y minan la simple posibilidad de que exista una democracia”. Así describe Moisés Naím en La revancha de los poderosos, su último libro, el desafío que supone la erosión democrática desde dentro y cómo está llevando a nuevas y malignas formas de concentración de poder. Putin, Ortega, Erdogan, Orbán, Duterte, Bukele… El último, el intento de Andrés Manuel López Obrador de desmantelar el Instituto Nacional Electoral, el órgano independiente que garantiza la limpieza de las elecciones en México.

La batalla contra la Gran Mentira por el futuro de la democracia debe librarse, según Naím, en múltiples frentes: el tecnológico, el del periodismo, el de una ciudadanía más concienciada y preparada, también el de las leyes.

Y su primer gran combate se lucha estos días en Washington. La evidencia está ahí, en las imágenes que dieron la vuelta al mundo; en los más de 1.000 testimonios; en los más de 140.000 documentos recopilados. No será suficiente para convencer a quienes han decidido creer ciegamente en su amado líder. Sobre esa ceguera y esos fanatismos se construyen los fascismos y las dictaduras. Pero la batalla hay que darla. De momento, las instituciones estadounidenses siguen mostrando su resiliencia.

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