Cuando Juan
Francisco
Martínez
Modesto
‘
Nino
’ (Vera, Almería, 1980) debutó como profesional nada más subir a Segunda A con el Elche, una parte sustancial de la plantilla de la Real no había hecho más que nacer. Entre ellos, Mikel
Merino (Iruñea, 1996). Es sólo un brote de la magia que rodea al fútbol. Generaciones dispares, mezcladas en vestuarios como si ilustraran un crisol de culturas. Al centrocampista de la Real le separan 16 años del delantero que este domingo marcó el gol número 233 de su carrera para conducir al Elche a la final por el ascenso a Primera. Un motivo para aplaudir la hazaña. Y recordar los dos años que vivieron juntos defendiendo la camiseta de Osasuna.
Poco o nada tienen que ver las facultades futbolísticas de Merino y Nino. Un joven medio vanguardista, en pleno auge, por un lado; un erudito clásico del gol, viejo rockero del área, por el otro. Diferencias paralelas al compañerismo. Merino significó en su Instagram que venera al respetable Nino. El navarro siguió con atención el Zaragoza-Elche del playoff de ascenso a Primera y enseñó su debilidad por el artillero.
A Merino le llovieron recuerdos de la etapa que vivió con Nino en Osasuna, entre 2014 y 2016. Un par de temporadas en El Sadar, con el cuadro rojillo en línea emergente después de tener que regenerarse. El pamplonica y el andaluz formaban parte del núcleo duro de Enrique
Martín
Monreal, el entrenador de la época. El final de la andadura fue feliz: Osasuna subió a Primera, con gol heroico del exrealista Kenan
Kodro.
El milagroso éxito fue a su vez la bifurcación de los caminos para Merino y Nino. El centrocampista se marchó al Borussia Dortmund. Nino completó un ciclo en Iruñea y reemprendió su camino hacia Elche. Cuatro años después, y convertido en una pieza de abismal valor en la Real, Merino se rinde al máximo goleador de la Segunda División. Conoce de primera mano cómo se las gasta.
Source link