Su vuelta a la arena pública había generado muchas expectativas, y Angela Merkel no las defraudó. La que fuera canciller alemana durante 16 años, hasta diciembre pasado, reapareció este martes en la primera entrevista que concede desde que dejó la Cancillería en manos del socialdemócrata Olaf Scholz. Llevaba seis meses sin hablar y los tres últimos se había echado en falta especialmente su opinión sobre la invasión rusa de Ucrania y su papel como líder en la relación de Berlín con la Rusia de Vladímir Putin. Se notaba que Merkel tenía ganas de hablar. No solo condenó duramente la invasión; también se preguntó si habría sido posible evitar la guerra en lo que sonó como una muy ligera autocrítica y acabó justificando su política respecto a Moscú.
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“Es un ataque brutal que viola el derecho internacional para el que no hay disculpa posible”, afirmó la excanciller durante la entrevista, que se retransmitió en directo en televisión desde un teatro berlinés. Frente a una platea rebosante de público que se reía y aplaudía algunas de sus respuestas, el periodista Alexander Osang recorrió la carrera política de Merkel a través de hora y media de preguntas que cada poco volvían sobre Putin y Ucrania. La invasión, además de inaceptable, “es un gran error por parte de Rusia”, sentenció la política democristiana. “No fue posible crear una arquitectura de seguridad que hubiera evitado la guerra”, añadió, y lamentó que tras el fin de la Unión Soviética los países europeos no han conseguido “acabar con esta guerra fría” en su relación con Rusia.
Merkel empezó el encuentro contando qué ha estado haciendo desde que abandonó la Cancillería. Después de 30 años en política, confesó, al principio se dio cuenta de que no sabía estar sin hacer nada. Había dicho que quería descansar y alejarse de la vida pública, y eso es lo que ha hecho. En estos seis meses ha pasado temporadas en una casa de campo cerca del pueblo donde se crio, Templin (Brandeburgo), y ha dado largos paseos por las playas del mar Báltico leyendo —más bien escuchando; se ha aficionado a los audiolibros— a Shakespeare, en concreto Macbeth.
La invasión de Ucrania, además de provocarle una “gran tristeza”, le ha hecho replantearse decisiones que tomó cuando estaba en el cargo: “¿Podría haber hecho más para evitar una tragedia así, porque creo que esta situación es una gran tragedia. ¿Podría haberse evitado? Por supuesto, me hago estas preguntas una y otra vez”.
Osang, periodista de Der Spiegel, y alemán del este como Merkel, preguntó ampliamente por la relación de la exmandataria con Putin. Desde las cuestiones más relevantes —”En 2007 me dijo que para él la desintegración de la URSS fue la peor catástrofe del siglo XX. Le dije que para mí fue una liberación. Ya entonces quedó claro que había un gran desacuerdo”— hasta el episodio del perro del presidente ruso en una visita a Sochi, cuando Merkel, a quien le dan miedo los perros, se quedó petrificada ante el labrador de Putin, pasando por el idioma en el que se comunicaban: “Putin habla alemán mejor de lo que yo hablo ruso”, reconoció.
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La excanciller siempre mantuvo una vía de diálogo abierta con Putin aunque aseguró que era consciente de qué clase de dirigente es el presidente ruso. Rechazó las acusaciones de ingenuidad. “El odio de Putin, la hostilidad de Putin, sí, hay que decirlo, va en contra del modelo democrático occidental”, aseguró. Siempre supo que Putin “quiere destruir Europa. Quiere destruir la Unión Europea porque la ve como un precursor de la OTAN”. Pero la solución diplomática era la única vía posible para evitar un conflicto abierto. Aunque reconoció que se pregunta si hizo bien, no cree que deba disculparse por sus decisiones políticas. “La diplomacia no está mal aunque no funcione”, aseguró.
Muy cuestionada en Alemania por su política energética, que a lo largo de los años afianzó la dependencia de los hidrocarburos rusos, Merkel no admitió errores en la construcción de los gasoductos por el Báltico. De hecho, reconoció que le habían “molestado” las sanciones que impuso Estados Unidos a la construcción del polémico gasoducto Nord Stream 2 y que afectaron a empresas alemanas. Eso “se hace con un país como Irán, pero no con un aliado”, aseguró, y dio las gracias al presidente Joe Biden por poner fin a las sanciones el año pasado. En su opinión, mantener buenas relaciones comerciales con Rusia tenía sentido porque son naciones vecinas que no pueden ignorarse mutuamente.
La excanciller repasó también decisiones pasadas sobre Ucrania, como la de no otorgar al país el estatus de país candidato a entrar en la OTAN. Ocurrió en la cumbre de Bucarest de 2008, de la que tanto ese país como Georgia salieron con vagas promesas sobre una futura adhesión. En aquel momento, relató Merkel, Ucrania no era el país que es hoy. No era “democráticamente estable” y estaba “dominado por oligarcas”. Facilitar la entrada en la Alianza habría provocado a Putin, añadió, y este habría tomado represalias contra Kiev.
El protocolo de Minsk también encontró hueco en la charla. Merkel pilotó junto con François Hollande los acuerdos firmados en 2014 por Ucrania y Rusia para poner fin al conflicto entre separatistas prorrusos y combatientes ucranianos que estalló ese año en el este de Ucrania. “Los acuerdos de Minsk no fueron óptimos para Ucrania, pero le dieron tiempo a Kiev para desarrollarse”, aseguró la excanciller. Al menos ella puso de su parte: “Me produce gran tristeza que no funcionaran, pero no me culpo a mí misma por intentarlo”, añadió: “¿Qué habría ocurrido si a nadie le importara en 2014 y Putin hubiera seguido? No me gustaría saberlo”.
La aparición de Merkel en el teatro Berliner Ensemble forma parte de su plan para un regreso sosegado a la vida pública. La excusa para la charla con el periodista es la publicación del libro Entonces, ¿qué es mi país?, publicado el año pasado por la editorial Aufbau. En él se recogen tres de los discursos más destacados de la excanciller: el que ofreció en el Día de la Unidad Alemana en 2021, uno de los últimos; el que pronunció ante la Knesset israelí en 2008, y las declaraciones que hizo en 2015 sobre su decisión de mantener abiertas las fronteras de Alemania ante la crisis migratoria. Hasta ahora Merkel solo había emitido un breve comunicado de condena de la agresión en febrero. La semana pasada participó en un acto público pero apenas hizo declaraciones. La entrevista en el teatro marca el inicio de su nueva vida como excanciller, que encara a los 67 años con al menos un proyecto en ciernes: escribir su autobiografía política.
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