Ni Europa, ni Estados Unidos. La gran cita de políticos y activistas ultraconservadores ha elegido para su encuentro a Latinoamérica, una región que en los últimos meses han ido ganando los gobiernos líderes de izquierdas, con el remate de Brasil, que perdió Jair Bolsonaro recientemente. La Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) reúne por dos días en México a nombres conocidos como el estadounidense Steve Bannon, el chileno José Antonio Kast, el argentino Javier Milei, el español Santiago Abascal, o el hijo de Bolsonaro, Eduardo, así como a numerosos activistas católicos, antiabortistas, contrarios al feminismo o los derechos LGTB y anticomunistas. También ha intervenido el líder polaco, nobel de la Paz, Lech Wallesa quien ha hecho una defensa del anticomunismo, pero ha mencionado el cambio climático como un problema real, en contra de lo que antes había dicho el presentador, el mexicano Eduardo Verástegui, que lo consideró ¨ideológico¨ y que ¨limita la propiedad privada y el empleo¨. Wallesa era definitivamente una rara avis en este encuentro, con cuyos participantes apenas coincide en el anticomunismo y el fervor religioso.
Se esperaban con emoción las palabras de Steve Bannon, quien las ha ofrecido por videoconferencia. Se ha centrado en una de las obsesiones de los republicanos estadounidenses, que sienten que les han robado las elecciones en las que perdieron, aunque no aportan pruebas de ello. Bannon, el gran líder ideológico del ultraconservadurismo, ha alertado de los riesgos del voto electrónico, algo que “buscan México y Brasil para robar las elecciones, para robar la soberanía¨, ha acusado. Y ha dicho que “no se darán por vencidos¨, que seguirán investigando y pidiendo cuentas al ¨régimen ilegítimo¨de Biden. Y lo mismo en Brasil: ¨Vean las calles de Brasil, los grandes patriotas están en peligro mientras los medios globales se concentran en Lula¨, a quien llamó ¨delincuente transnacional¨.
Parecido mensaje ha enviado el anfitrión, Eduardo Verástegui, presidente de la CPAC México. ¨No nos quedaremos de brazos cruzados”. Ha acusado fuertemente a la derecha clásica de ser “lobos disfrazados de cordero”, una “derechita cobarde”. A su parecer, la verdadera derecha está “huérfana”. Ha defendido los valores cristianos, la familia y la vida desde la concepción a la muerte, con lo que ha recabado buenos aplausos. “Queremos construir un movimiento conservador en todo el hemisferio, con líderes bien preparados. Con la ayuda de Dios comenzamos nuestra labor”. Ha anunciado sorpresas en las horas que siguen.
Latinoamérica tiene todavía recientes algunas dictaduras militares, que si bien se retoman con nostalgia en algunos discursos políticos, como los escuchados en Brasil, no alcanzan todavía a ciertas derechas más tradicionales, como las que se han vivido recientemente en Argentina o Chile, con Macri o Piñeira. De modo que las corrientes ultraconservadoras no son hegemónicas a nivel doméstico. En México, por ejemplo, el partido conservador de Acción Nacional (PAN) se ha desvinculado por completo de ese encuentro. Todavía pesa el aluvión de críticas y el quiebre que vivió este partido cuando un buen puñado de sus senadores recibieron al líder de Vox, el español Santiago Abascal, que gusta lucirse en fotos, tocado con el casco de hierro de Hernán Cortés.
No parece Latinoamérica un terreno abonado para que arraiguen estas corrientes, por más que “en situaciones de crisis siempre reaparezca la ultraderecha, o como suele decirse, la derecha coagula y la izquierda se fracciona”, dice Ricardo Yocelevzky Retamal, profesor de la Universidad Autónoma de México en el campus de Xochimilco. “La región latinoamericana acusa tanta desigualdad que es poco probable que las clases medias sean un contrapeso, por más que, en crisis, siempre se acerquen a la derecha para seguir manteniendo la distancia con las clases populares. El fenómeno migratorio seguirá siendo imparable, la gente va donde cree que encontrará qué comer”, dice el experto en Partidos Políticos y Sistemas de Partidos. Yocelevzky Retamal apunta otro factor que, opina, cierra el paso a ideologías de ultraderecha: “El resurgir de los pueblos originarios que contribuye fuertemente al poscolonialismo y son un elemento de fragmentación”.
En efecto, el casco de Hernán Cortés choca con las nuevas corrientes de izquierda que han conquistado Latinoamérica, que ponen un fuerte énfasis en los derechos de los pueblos autóctonos, desde México a Argentina, incluso en Estados Unidos, por todo el continente. La agenda de gobiernos como el de Gustavo Petro en Colombia o del chileno Gabriel Boric se detiene con insistencia, además en el feminismo, por ejemplo, lejos del mensaje de la CPAC, que considera estos movimientos un peligro para los tradicionales valores católicos. Apenas hace unos días, la semana pasada, se reunieron en Colombia, país llamado a ser el epicentro de la agenda de la nueva izquierda latinoamericana, el Grupo de Puebla, donde el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero insistió en colocar el feminismo en el centro de las políticas. También se habló de una unidad económica, con el horizonte de una moneda única para toda la región, algo que ya había avanzado el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, semanas atrás, cuando propuso avanzar hacia una región de economía común, como los fue en su día la Comunidad Económica Europea.
La conferencia que se celebra en México comienza sus sesiones con la celebración de misas, no en vano, es de marcado cariz católico, y ese sí es un terreno abonado en la región, aunque también tienen gran fuerza otras corrientes, como el evangelismo que triunfa en Brasil o en el propio México. La intersección entre el catolicismo y el anticomunismo la menciona el historiador cubano afincado en México Rafael Rojas. “Hay una tradición de la derecha latinoamericana endeudada con el catolicismo, porque transitó hacia el liberalismo en la última década del siglo pasado y la primera del actual, a medida que fueron cayendo los últimos regímenes autoritarios y dictatoriales, el catolicismo se volvió liberal”, dice. Y lo liberal no es neoliberal. De hecho, no todo el catolicismo desembarcó en la derecha, sino que buena parte se integró en la Teología de la Liberación, en síntesis con el marxismo, que acompañó las revoluciones de la izquierda, explica el historiador.
Por estos motivos, no encuentran los consultados que América Latina pueda reproducir un avance de las políticas ultraconservadoras como el que vive Europa, donde alcanzan buenos resultados en España, excelentes en Francia o conquistan gobiernos como el italiano. Sin olvidar su penetración en países nórdicos. El caso de Chile, donde Boric se alzó en las urnas contra Kast, que vendió patria, familia, orden y libertad como reclamos políticos. Frases como “si Pinochet estuviera vivo, votaría por mí”, fueron consignas en su campaña. Tampoco la promesa de “sacar a patadas en el culo” a la “casta política” del ultra argentino Javier Milei consiguió grandes cosas, más bien dividir a sus seguidores, puesto que apenas reunió algo más de un millar de acólitos en su mitin del pasado junio en Buenos Aires. El resguardo de esta ideología descansa en el continente en figuras como Donald Trump o Jair Bolsonaro.
Por qué México, cabe preguntarse, para una cita como esta. El internacionalista de la UNAM, Juan Manuel Portilla Gómez, recuerda que “México siempre ha tenido un reducto ultraconservador importante, el sinarquismo, la organización del Yunque”, de la ultraderecha católica, o ahora Viva México, cuyo líder, el antiguo actor Eduardo Verástegui, es el anfitrión de la cita. “La polarización política que se está viviendo estos días, con marchas y contramarchas en la calle, empuja a los extremismos y quizá hace apetecible una reunión de este tipo”, dice Portilla Gómez. Para los ultraconservadores sería, explica, “una punta de lanza en Latinoamérica desde México, donde se están conquistando ciertos derechos, como el aborto, los matrimonios gais, etcétera, y eso levanta el enojo de la derecha”. Pero, concluye, “no le veo mucha fuerza a estas ideologías, son una expresión menor comparado con el resto de México”.
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