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México, el gendarme de Estados Unidos con la migración


México se ha consolidado en el último año como el gran policía migratorio de Estados Unidos, que ha logrado desplazar el cerco de vigilancia cientos de kilómetros al sur. México terminará el año como el periodo en el que más extranjeros detenidos hubo tras la captura de más de 250.000 migrantes en los últimos 11 meses, principalmente de Honduras, Guatemala y Haití.

Después de un año de cierre por la pandemia, las fronteras del continente americano se han reactivado aún con más fuerza y han visto pasar a un volumen de gente aún mayor debido a la crisis económica que golpea la región. A ese flujo México ha respondido con mano dura movilizando más agentes en la frontera y efectuando más detenciones, redadas y deportaciones.

Hasta el mes de noviembre fueron detenidos 252.526 migrantes, casi la mitad de ellos, 108.500, de Honduras, que ha vivido su annus horribilis debido a la covid y la llegada de dos huracanes seguidos, según datos de la Unidad de Política Migratoria (UPM) conocidos ayer lunes. A los hondureños se suman más de 18.000 haitianos y otros 4.000 más originarios de Brasil y Chile que son, en realidad, haitianos obligados a dejar el país en el que llevaban una década residiendo tras el terremoto. A este flujo se suma un incremento de más del 1.000% en la llegada de venezolanos, en comparación con hace cinco años.

Desde la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador en 2018 México ha respondido favorablemente a las exigencias migratorias de Washington. El triunfo de Joe Biden poco o nada ha cambiado la política migratoria de Donald Trump, quien había hecho del Build the wall en la frontera con México uno de sus lemas de campaña. Hasta la llegada de López Obrador, México miraba hacia otro lado ante un fenómeno en el que solo participaba como país de tránsito, pero las presiones del vecino del norte han surtido efecto y el cerco policial se ha movido a la frontera con Guatemala.

Al aumento en la llegada de migrantes, México ha respondido con más represión, pero también entregando 43.000 salvoconductos o Tarjetas de Visitante por Razones Humanitarias (TVRH) un permiso para trabajar y desplazarse durante un año por el país. Paralelamente, ha concentrado el flujo en una ciudad de la frontera con Guatemala, Tapachula, una pequeña ciudad de provincias en la frontera con Guatemala desbordada ahora de miles de migrantes de América latina, Asia o África

Los datos conocidos el lunes confirman que después de dos años de caravanas, la emigración cambia el rostro y vuelve a las sombras. Surgidas en el último año de Gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018) como una forma de migrar colectiva, diurna y con forma de protesta política, la nueva etapa hace que los migrantes se muevan en la noche y en la clandestinidad y se sumen cada vez menos a las caravanas, que este año ninguna de ellas superó las 5.000 personas.

La consecuencia es el aumento en las desapariciones, ejecuciones o extorsiones a los migrantes, de quienes solo se tiene noticias después de tragedias como la del 9 de diciembre en Chiapas cuando murieron 56 migrantes, principalmente guatemaltecos, que iban ocultos en un camión que circulaba a exceso de velocidad y en el que viajaban hacinados más de cien centroamericanos. La mano dura ha encarecido y fortalecido también a las redes de tráfico de personas cuyo tamaño económico tiene tal fuerza que han logrado “independizarse” de los carteles tradicionales, reconoció el canciller Marcelo Ebrard la semana pasada.

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