Las solicitudes de asilo en México se han disparado hasta niveles nunca antes vistos. Más de 131.400 extranjeros iniciaron el proceso para resguardarse en territorio mexicano en 2021, tres veces más que un año antes y un récord histórico para el país, de acuerdo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Estas cifras ponen a México como el tercer país con más solicitantes en el mundo en ese periodo, solo detrás de Estados Unidos y Alemania, según el organismo.
El flujo sin precedentes de solicitantes de asilo ha crecido de la mano de la llegada masiva de ciudadanos haitianos. Por primera vez, Haití encabeza el éxodo hacia México: casi cuatro de cada diez personas que pidieron quedarse son del país caribeño, arrasado por la inestabilidad política, los desastres naturales, la violencia y la miseria. Más de 51.800 haitianos llegaron el año pasado. El número crece aún más, hasta un 48% del total de solicitudes, si se considera a los haitianos de segunda generación, que nacieron en Chile y en Brasil después de que sus padres huyeran antes y decidieran después recalar en tierras mexicanas.
Los solicitantes de Honduras fueron el segundo grupo más numeroso y representaron un 28% de todas las peticiones. Las personas que salieron de Cuba son el tercer colectivo más nutrido: 8.315 cubanos solicitaron quedarse en México, un 6% de todos los solicitantes. El exilio cubano ha crecido de a poco en México después de que el Gobierno de Barack Obama terminara en 2017 la política de pies secos, pies mojados, que permitía a los emigrantes de la isla quedarse en Estados Unidos si conseguían poner pie en su territorio, no así a quienes eran detenidos a su paso por la peligrosa ruta marítima entre Cuba y Florida. Para evadir el riesgo de captura y de naufragar, algunos optaban por llegar primero a México, pero no solían quedarse.
Los solicitantes de El Salvador y de Venezuela constituyeron cada uno el 5% de los solicitantes, poco más de 6.000 personas en el último año. Las más de 131.400 solicitudes de este año rebasan con creces los registros de 2020 (41.300), 2019 (70.300) y 2018 (29.600). Siete de cada diez solicitudes se realizan en Tapachula, la puerta de entrada más grande en la frontera con Guatemala.
México, que comparte una frontera de más de 2.000 kilómetros con Estados Unidos, se ha consolidado como un país que expulsa y donde transitan cientos de miles de migrantes, refugiados y solicitantes de asilo cada año. Los datos de Acnur confirman, sin embargo, que no solo es un territorio de paso, sino que recibe cada vez más personas que abandonan sus lugares de origen por cuestiones económicas, políticas o de seguridad. “En 2021, México sufrió simultáneamente tres presiones diferentes en términos de movimientos de población: en el sur, en el norte y el desplazamiento interno”, señala la agencia de Naciones Unidas en su último informe.
Acnur señala que la llegada repentina de extranjeros ha abrumado el sistema de acogida de México. Marcelo Ebrard, el titular de Relaciones Exteriores, admitió en diciembre pasado que se necesitaba “más presupuesto y más personal” para la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados.
La pandemia de covid-19 cerró las puertas de Estados Unidos para solicitantes de asilo de todo el mundo y, pese a la crisis sanitaria, los flujos de personas hacia el norte no han parado. La patrulla fronteriza estadounidense detuvo a más de 1,6 millones de personas sin documentos entre octubre de 2020 y septiembre de 2021, el máximo histórico para un periodo de 12 meses. Washington ha eliminado el uso obligatorio de mascarillas, ha reanudado los eventos masivos y ha levantado el grueso de las restricciones para reactivar su economía. Sin embargo, el título 42, la medida que lanzó la Administración de Donald Trump para frenar la llegada de extranjeros bajo el pretexto de contener la expansión del coronavirus, se ha mantenido vigente.
La única excepción que ha hecho la Casa Blanca ha sido a favor de los refugiados de la guerra en Ucrania. México ha visto cómo unos 12.000 ucranios han llegado al país después de que el Gobierno de Joe Biden prometiera a finales de marzo recibir a más de 100.000 ucranios. La diáspora ucrania no suele pasar más de una semana en México y sus solicitudes son procesadas de forma exprés para ingresar a territorio estadounidense desde hace un par de semanas.
El trato preferente a los ucranios ha elevado las tensiones con grupos de otras nacionalidades, que esperan en México desde hace meses. “Es injusto, todos merecemos una oportunidad”, reclamaba hace unos días Juan Mártir, un solicitante de asilo hondureño de 42 años, que lleva más de ocho meses en Tijuana. “En todos los países hay problemas, pero solo nuestros trámites están parados, eso te deja pensando”, complementaba el haitiano Jean Rodinei, un treintañero que vive en un albergue cristiano en Little Haiti, un asentamiento irregular de migrantes en esa ciudad fronteriza. A partir de este lunes entra en vigor Unidos por Ucrania, un programa que limita el cruce exprés para los ucranios y los obliga a iniciar su trámite de forma digital.
Frente al cuello de botella, México se ha convertido en una alternativa para quienes desisten o mientras se resuelve su proceso de asilo en territorio estadounidense. No ha sido fácil. En los últimos meses, la parálisis en Estados Unidos se ha traducido en episodios de colapso del sistema de acogida mexicano, amagos de caravanas de haitianos y centroamericanos, y violencia. La mira está puesta en el próximo 23 de mayo, cuando está previsto que se levante finalmente el título 42. Eso abrirá las puertas de Estados Unidos después de dos años de bloqueo, pero sumará presión a la infraestructura migratoria de México, con quienes están varados desde hace meses y quienes llegarán para buscar una nueva vida al otro lado de la frontera.
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