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Miguel Bosé y Nacho Palau: llega la hora de un juicio rodeado de muchas sombras


Miguel Bosé encontró en México un refugio ideal para escapar del foco mediático al que se veía sometido por una presión de dos caras. Una, la de Hacienda, que le reclamaba 1,8 millones de euros y la otra la mediática, que intuyó se vendría encima tras la separación de su expareja, Nacho Palau, con el que había mantenido una relación secreta para el público durante 26 años. Desde que en octubre de 2018 el despacho Ortolá Dinnbier –representantes de Palau– emitiera un comunicado en que desvelaba su larga relación y anunciaba que emprendería las acciones judiciales necesarias para la defensa y protección de sus intereses y, fundamentalmente, los de sus hijos menores, se declaró una batalla judicial que desde esta parte se achaca a la negativa de Miguel Bosé a acceder a acuerdos. En medio de este limbo legal y familiar han quedado cuatro niños que se llevan siete meses de diferencia y que se criaron como hermanos durante casi ocho años, Tadeo y Diego, hijos biológicos de Miguel Bosé e Ivo y Telmo, hijos biológicos de Nacho Palau. El juicio que se celebrará en primera instancia en Madrid este lunes 19 de octubre es el primer paso para conseguir la declaración de filiación de los cuatro –es decir, que sean declarados legalmente hermanos e hijos de ambos progenitores– y de su resultado derivará el modelo de convivencia que regirá para ellos.

También desde 2018 Miguel Bosé vive en el país azteca con sus hijos, dos de los cuatro que la pareja decidió tener como parte de su proyecto de familia, y Nacho Palau lo hace con los suyos en Chelva, un pueblo de Valencia, donde conviven en casa de la abuela paterna, y donde el exnovio del cantante ha ido encadenando trabajos muy alejados del papel de asistente, acompañante y organizador del hogar que tuvo mientras fue la pareja de Bosé. Ivo y Telmo, que cumplirán 9 años el 27 de octubre, van a la escuela pública de la localidad y Palau ha trabajado en la recogida de almendras y aceitunas, como cocinero en una residencia de ancianos y ahora en una fábrica de embutidos. Una actividad que le deja las tardes libres para llevar a sus nanos a las actividades extraescolares e intentar poner un poco de orden tras el verano.

Si la vida en México de Bosé era ya misteriosa, aún lo es más desde que abandonó sus redes sociales por las críticas recibidas hacia sus posturas negacionistas de la pandemia. De lo poco que se sabe de su entorno mexicano, se conoce que suele relacionarse con Rebecca de Alba, la modelo y actriz que fue pareja de Ricky Martin, y con los músicos Ana Torroja o Enrique Bunbury. Para el periodista Gilberto Herrera, de Televisa, Bosé buscaba un lugar tranquilo para educar a sus hijos. “Siempre ha habido un tratamiento muy particular de él con los medios de comunicación mexicanos, siempre fue lejano. Bosé no es en México lo que es en España”, dice Herrera. Su llegada al país hace dos años estuvo rodeada de hermetismo y así sigue.

Se sabe que vive en la zona de Interlomas, uno de los barrios más exclusivos de la capital mexicana, y que sus hijos van a un centro escolar también elitista porque allí se enzarzó en una discusión con una chica que intento sacarle una fotografía cuando le reconoció mientras dejaba a sus hijos. También es vox populi que siempre va acompañado por una nutrida corte de personas que velan por su seguridad y privacidad.

El contradictorio activismo del cantante contra las medidas sanitarias orientadas a enfrentar la peor pandemia de los últimos tiempos ha sido noticia y se ha mezclado con su situación personal, ya de por sí compleja. Según ha confirmado un amigo del cantante, Miguel Bosé volvió a México después de pasar el verano en Madrid. Pero este lunes, al autor de Amante bandido le espera una cita judicial en la capital española, donde la pareja tenía fijada su residencia antes de su ruptura. Un juicio al que ambas partes están citadas presencialmente y no de forma telemática.

Durante los dos años que los cuatro niños llevan viviendo separados no tuvieron contacto presencial durante meses. Solo tras el acuerdo al que llegaron sus padres en el verano de 2019 se ven durante las semanas que Tadeo y Diego —que cumplieron 9 años el pasado 26 de marzo— están en España y pasan tiempo con sus respectivos padres. El juicio del lunes es solo el primer paso de un proceso que puede durar años si Bosé se mantiene en su postura. Palau y sus representantes legales tienen claro el principal objetivo de este pleito: conseguir la declaración de filiación de Diego, Tadeo, Ivo y Telmo, esa que les declare hermanos con los mismos derechos e hijos iguales de Miguel Bosé y de Nacho Palau.

Una posible sentencia que traería como consecuencia la regulación de las medidas de convivencia de todos ellos y también, claro está, la contribución económica que cada parte debe afrontar en relación a sus hijos. Por parte de Nacho Palau hay buena voluntad de conseguir acuerdos para que los cuatro hermanos vivan juntos, siempre que no sea en México, un lugar que por distancia considera inviable. El resto queda en manos de la Justicia. Su letrado tiene claro que hay pruebas para acreditar que los cuatro forman parte de una familia ahora rota. Queda la duda de si esta verdad será declarada verdad jurídica. Queda la duda de si los tiempos terribles de los procesos judiciales no crearán una brecha insalvable entre cuatro hermanos separados y que dos a dos se están criando en ambientes diametralmente diferentes. Queda la duda de si las conversaciones telemáticas, que mantienen ahora cada fin de semana, y sus encuentros en vacaciones serán capaces de sostener el vínculo de familia que existía entre ellos y con sus respectivos padres. Los años que pueden pasar si los recursos se alargan pueden resultar una eternidad cuando la vida sigue a 9.000 kilómetros de distancia.


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