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Mitos y realidades de la jornada escolar continua: ¿beneficia a los niños o solo a los profesores?

La jornada continua en los colegios (clases solo por la mañana) avanza imparable en las escuelas públicas de infantil y primaria de toda España desde los años noventa. Y durante la pandemia ha dado otro gran salto adelante, pues muchos centros que habían mantenido el horario partido (con clases por la mañana y por la tarde, con un parón en medio para comer) introdujeron el continuo de forma excepcional con motivo de la crisis sanitaria, con el argumento de que así se reducía la posibilidad de contagios, aunque dicha hipótesis no ha sido respaldada por datos. Este contexto ha avivado la reivindicación de numerosos docentes y padres que apuestan por la jornada de mañana en los últimos bastiones del tradicional horario partido (como Euskadi, Navarra y Cataluña). Y también en autonomías donde ya era mayoritaria la continua, se anima en el resto de centros a votar que siga el horario comprimido cuando pase la covid; este es el caso de la Comunidad de Madrid (donde para ser aprobado el cambio deben votar al menos dos tercios de las familias y que dos tercios de los que se pronuncien lo hagan a favor) y la Comunidad Valenciana (donde es necesario que la propuesta sea apoyada por un 55% del censo de padres).

Ante la perplejidad de expertos que no ven razones educativas para el imparable cambio hacia la jornada continua ―solo mejoras laborales para el profesorado―, numerosas familias defienden que se trata de una opción que les permitirá pasar más tiempo con sus hijos y que estos puedan disfrutar más de la infancia. Cuando estos debates llegan a los centros, suelen generar agrias discusiones en el seno de la comunidad escolar, con una defensa cerrada del horario de mañanas de buena parte del profesorado, con argumentos como la mejora de resultados académicos ―refutados una y otra vez por los especialistas―, apelaciones a experiencias y preferencias personales, percepciones y muchas medias verdades.

Y a ello se suman ahora las restricciones derivadas por la covid, que en muchos centros impide que las familias puedan reunirse con normalidad para intercambiar información y debatir el cambio, lo que ha llevado a algunas federaciones de familias a pedir que la cuestión se aplace al curso que viene.

El siguiente es un intento de aclarar los principales puntos de la discusión, de la mano de algunos de sus protagonistas y de los trabajos de investigación más importantes publicados hasta ahora sobre el asunto.

¿De qué horarios se está hablando?

La disyuntiva está entre la jornada partida y la continua. La primera es la tradicional, con tres clases por la mañana, una pausa para comer, y dos clases más por la tarde. Con la continua, se juntan todas las clases por la mañana y, tras la pausa para comer, el centro sigue en principio abierto para las actividades extraescolares.

Los siguientes son dos ejemplos reales de una y otra:

Hay también una tercera vía: la jornada flexible, con la que los centros tienen jornada partida dos o tres días a la semana, y el resto operan en horario comprimido.

¿Es mayoritaria la jornada continua en España?

Sí. En los institutos públicos (a partir de 12 años) está absolutamente generalizada en toda España, con la excepción del País Vasco y Cataluña. En cuanto a la infantil y primaria, también es minoritario en las dos comunidades anteriores, así como en Navarra. Por el contrario, está en todos los centros de Canarias, Castilla-La Mancha y Extremadura; entre el 70% y el 90% en Andalucía, Asturias, Cantabria, Baleares, Castilla y León, Galicia, Murcia y La Rioja. También en aproximadamente la mitad de los colegios aragoneses y algo más del 60% de los de la Comunidad Valenciana y la Comunidad de Madrid. Sirva esta última de ejemplo de lo que ha ocurrido durante la pandemia: gracias a la posibilidad de pasarse de forma excepcional a la jornada continua sin necesidad de aprobación de toda la comunidad escolar, hoy presentan este horario en torno al 85% de los colegios, según el repaso hecho por este periódico a las webs de los centros.

En los concertados y privados, sin embargo, el horario partido sigue siendo el más común. En la concertada, en 2019 estaba en un tercio de los centros, según la estadística de Escuelas Católicas, mayoritaria en el sector. En la Comunidad de Madrid, es menos de 10%. Y en la Valenciana, contando tanto concertada como totalmente privada, del 6,23%.

¿Es mayoritaria en Europa?

No. Si se interpreta que la jornada partida es aquella dividida en dos periodos separados por la pausa para comer, esta es definitivamente la mayoritaria en el continente, no la continua, aunque la variedad es grande. Así lo explican en un trabajo de 2017 los profesores de la Universidad de Valencia Daniel Gabaldón y Sandra Obiol: “En 14 de los países señalados (Bélgica, Republica Checa, Estonia, Finlandia, Francia, Islandia, Irlanda, Letonia, Liechtenstein, Luxemburgo, Malta, Portugal, Suecia o Inglaterra) la jornada es de tipo partida, con una pausa para comer de duración variable. En tres casos (Alemania, Hungría y Eslovaquia) la jornada es de tipo continua. Por último, en otros cinco países (Austria, Bulgaria, Grecia, Italia y Chipre) coexisten modelos mixtos al que podríamos sumar el caso español, no obstante, y a diferencia de España, en varios de estos países la tendencia es hacia la consolidación de la jornada partida (es al menos el caso de Austria, Bulgaria)”.

¿Mejora la concentración y la atención de los alumnos?

No. O, al menos, no está demostrado más allá de las percepciones expuestas por los profesionales de la enseñanza y algunas familias. “Lo que sí parece bastante general es que después de comer, la mayoría de la gente está cansada o necesita cierto tiempo para hacer la digestión y volver al ritmo normal de trabajo”, señala uno de los documentos elaborados por la plataforma Volem Jornada Continua a Catalunya. Y añaden en un texto titulado Agumentos contra la jornada continua y sus contraargumentos: “Está bastante demostrado que el tiempo se aprovecha más y mejor por la mañana. Las tardes son soporíferas”.

Los ritmos de cada persona pueden variar y definitivamente cambian a medida que los niños van creciendo. Sin embargo, las investigaciones apuntan más bien hacia la idoneidad del horario extendido. Esto es lo que recogen Gabaldón y Obiol: “Ya en los comienzos del siglo pasado Bade identificó en un extenso estudio dos ciclos de alerta entre el alumnado de primaria: un primer ciclo de ascenso hasta las 12.00 horas y descenso hasta las 14.00 y un segundo ciclo de ascenso a partir de las 14.00. Investigaciones posteriores encontraron que los participantes, en edad escolar, obtuvieron mejores resultados en cálculos matemáticos entre las 10.00 y las 12.00 y entre las 15.00 y las 16.00, mientras que se obtenían peores durante la primera hora del día escolar y alrededor de las 14.00”.

Los defensores de la jornada continua suelen citar un texto de Francesc Xavier Moreno i Oliver titulado Cronobiología que defiende que el intervalo de mayor rendimiento va de las 9.00 a las 14.00, “siendo óptima la franja entre las 10.00 y las 12.00″. Sin embargo, el catedrático de Sociología de la Complutense Rafael Feito acudió a la fuente que se cita en ese texto para sostener tal afirmación (Asensio, J. M., 1993) y vio que en realidad dice justo lo contrario: “Literalmente previene contra ‘la toxicidad de ciertos horarios intensivos (como puede ser de 8.00 a 14.00 horas) para el trabajo intelectual’, a lo que añade que “el máximo de eficiencia de dichas funciones se alcanza entre las 15.00 y las 19.00 horas”.

Alumnos de un colegio madrileño, durante un examen. COMUNIDAD DE MADRID

¿Mejora los resultados académicos?

Esto tampoco está demostrado. Y, de nuevo, la mayoría de trabajos académicos muestran una correlación entre jornada continua y resultados ligeramente peores. En un asunto tan complejo como la educación, con tantos factores que a la vez condicionan los resultados, Feito insiste en que “correlación no es causalidad”. Pero lo que no se puede sostener es que la continua mejora los resultados, como aseguran taxativamente en numerosas ocasiones los papeles que difunden los defensores de este tipo de horario, muchas veces en documentos entregados por los responsables de los centros educativos a las familias durante los procesos de votación de cambio de jornada con la intención de convencerlos.

“El mayor rendimiento observado en los centros con jornada partida contrasta con las opiniones de los profesores”, dice un estudio de 2002 en el ámbito de Andalucía titulado La jornada escolar y el rendimiento de los alumno. En concreto, el porcentaje de alumnos sin problemas en ninguna materia ascendía al 77,2% en los centros con jornada partida y al 69,4% en la continua. En la Comunidad de Madrid, las pruebas de sexto de primaria de Conocimientos y Destrezas Indispensables hechas por el Gobierno regional “muestran que siempre los resultados obtenidos por los centros con jornada continua están por debajo de la media. Así, en 2008, el resultado para los centros con jornada continua fue de 5,5, mientras que la media fue de 5,82. En 2014, los resultados fueron, respectivamente, 6,7 y 6,9″, escribe Feito.

Preguntados por los trabajos que respaldan que la jornada continua mejora los resultados, la Plataforma a favor de la jornada continua en Euskadi cita un informe de 2019 de la Generalitat de Cataluña sobre una prueba piloto para implantar la continua en 25 colegios. Este dice que “no se pone de manifiesto un empeoramiento significativo [en el absentismo]. 23 de los 25 centros mantienen o mejoran los indicadores”, que no hay menor demanda de plazas y “en cuanto a resultados educativos, no se perciben diferencias respecto a otros centros del mismo tipo”. También que la comunidad escolar de esos centros se muestra satisfecha con el cambio y opina que ha “mejorado el clima convivencia”.

Actividades extraescolares en una escuela de Barcelona. MASSIMILIANO MINOCRI (EL PAÍS)

¿Mejora el bienestar de los niños?

Tampoco está claro y también depende de muchos factores. A pesar de la rotundidad del decálogo confeccionado por la Plataforma a favor de la jornada continua en Euskadi, que asegura que la jornada continua es mejor “para que disfruten de su infancia, para que tengan más tiempo para jugar y disfrutar con amig@s y familia, para que disfruten de las horas de luz solar, para que puedan realizar las actividades que les gusten sin prisas, para que tengan momentos de descanso durante las tardes”.

Lo cierto es que el bienestar de los menores tiene que ver con un amplio conjunto de factores interrelacionados y que pueden funcionar mejor o peor dentro de un tipo de jornada y de la contraria: ¿van los niños andando al colegio o en coche o transporte público? ¿Desayunan y comen a toda prisa? ¿Cuánto tiempo pasan con la familia y los amigos? M. Carmen Morán de Castro trató de responder a estas y otras preguntas similares en su tesis doctoral de 2005 titulada La jornada escolar en la vida cotidiana de la infancia. Con datos recogidos en Galicia, concluye, por ejemplo, que los niños en general no dedican suficiente tiempo a las comidas como para hacerlas con la tranquilidad que merecen, tampoco las que se hacen en casa. De hecho, asegura: “Si tuviéramos que realizar una clasificación de las comidas de mayor a menor reposo en su realización, obtendríamos el siguiente resultado: comedor escolar con jornada partida; comedor escolar con jornada única, domicilios de alumnos con jornada única, domicilios de alumnos con jornada partida”. A muchas familias les preocupa que con el horario continuado niños pequeños coman muy tarde, a las 14.00 o incluso después.

El trabajo de Morán de Castro señala también que, tanto en una como en otra jornada, “buena parte del tiempo libre lo dedican niñas y niños a actividades extraescolares, demandadas o fundamentadas en requerimientos de la escuela, siendo prácticas regulares los deberes y las clases particulares”. En cuanto al descanso, encuentra que todos tienen dificultad para quedarse dormidos, pero que entre los de jornada continua la sensación de cansancio al acostarse es mayor. Eso sí, los alumnos de horario partido desearían en general tener clase solo por la mañana.

¿Mejora la vida familiar?

Para algunas familias, definitivamente puede resultar mucho más cómodo. Por ejemplo, para aquellas cuya situación laboral permite que los niños puedan comer en casa (harían dos viajes al colegio en lugar de cuatro) o recogerlos inmediatamente después de comer, y atenderles durante la tarde. También para aquellos padres con facilidad para flexibilizar su jornada o con horarios cambiantes, pues el horario continuo permite recoger a los hijos antes de la comida, después o tras las actividades extraescolares. Esta flexibilidad es la que esgrimen muchos defensores de la jornada intensiva para defender que no perjudica a nadie, pues quien ha de trabajar por las tardes tiene la posibilidad de seguir recogiendo a sus hijos a las 17.00 o 17.30, tras las extraescolares.

Para su tesis doctoral publicada en 2016, el profesor de la UNED Francisco Morales Yago, entrevistó a 1.280 miembros de la comunidad escolar de distintos puntos de España para investigar los motivos del cambio de jornada. Entre las familias (participaron 400), la tasa de apoyo más alta a la jornada continua, con un 24,7%, la encontró en un barrio funcionarial (a otro 17% les daba igual una que u otra y el resto preferían la partida).

Los alumnos de un colegio de Madrid juegan en la calle durante una protesta escolar contra los coches. Olmo Calvo

¿Se garantiza la atención del alumnado por la tarde?

No. El cambio desde la jornada partida a la continua sigue normalmente un patrón, señala el catedrático de Sociología Mariano Fernández Enguita. En un primer momento, se asegura a las familias que dispondrán de atención hasta la misma hora que cuando tenían el horario partido, a través de extraescolares de calidad y muchas veces completamente gratuitas. Con el paso del tiempo, dicho compromiso se va olvidando, señala Fernández Enguita. La financiación de las actividades, en manos de las comunidades autónomas, los ayuntamientos o las propias asociaciones de madres y padres (Ampa) del centro, sufre vaivenes según la coyuntura económica. Y el empeoramiento de su calidad hace que cada vez más familias saquen a sus hijos, hasta que llega un punto en que resultan difíciles de sostener por el pequeño número de participantes, lo que conduce que en parte de los centros acaben cerrando o reducidas a una mera supervisión de los niños por parte de un monitor, sin valor educativo.

Una prueba evidente de que la jornada continua no garantiza la atención de los niños por las tardes se ha visto con la pandemia. El curso pasado la mayor parte de las escuelas reabrieron con las extraescolares suspendidas por motivos sanitarios, una decisión que duró meses y dejó a estos centros sin actividad por las tardes, mientras que los que tenían jornada partida sí la mantuvieron.

¿Aumenta la desigualdad?

Sí. Eso creen los especialistas, ya que con la jornada comprimida las extraescolares se convierten en algo fundamental y, como hemos visto, estas no siempre están garantizadas. En estos últimos casos, para los hijos de familias que no pueden pagarlas, “el hecho de disponer de las tardes libres implica correr el riesgo de que un alto porcentaje de niños caiga en las garras de la televisión, los videojuegos y, en general, el ocio improductivo”, escribe Feito. La caída de la calidad que muchas veces se produce con el tiempo hace, además, que las familias que se lo pueden permitir lleven a sus hijos a actividades con mayor valor añadido fuera de las escuelas, quedando las organizadas en los colegios para los niños de entornos más desfavorecidos, advierte Enguita. “Asistimos”, añade Feito, “a una posible vía de radicalización de las desigualdades educativas. Ya no sería solo que la escuela beneficie a los ya privilegiados culturalmente, sino que las familias con mayor poder adquisitivo podrían pagarse su extraescuela como complemento de la insuficiente escuela pública”.

¿Mejora las condiciones de trabajo de los docentes?

Sí. Además de la evidente mejora en la conciliación de los profesionales de la educación, los docentes alegan otras, como el aumento de sus posibilidades para tomar parte en actividades de formación continua, así como de coordinación y de atención a las familias, aunque diversos trabajos han puesto en duda que esto haya sido así allí donde se ha instaurado la jornada continua. Hay que recordar, en todo caso, que con cualquiera de los dos tipos de horarios los profesores desarrollan buena parte de su trabajo fuera del horario lectivo, por lo que “no se puede decir que trabajen menos” con este horario, insiste el profesor de la UNED Francisco José Morales Yago.

Sin embargo, las conclusiones de la comisión que estudió en 2013 en el Congreso de los Diputados la racionalización de los horarios en España fueron así de contundentes al respecto: “La jornada continua encuentra numerosos detractores entre las personas expertas en conciliación. La jornada continua parece responder más bien a las necesidades de conciliación del colectivo del profesorado, pero no a las necesidades de niños y niñas”.

Los gobiernos autonómicos, por su parte, permiten la expansión del horario intensivo, a pesar de las conclusiones en su contra que han ido presentando los especialistas y sin hacer una investigación propia de qué es mejor para los niños. Una actitud que expertos como Fernández Enguita y, en privado, responsables de federaciones de familias de alumnos, explican señalando que dejar que se implante la jornada es una forma de contentar a los sindicatos de enseñanza que a las consejerías les sale gratis, a diferencia de lo que implicaría, por ejemplo, reducir la carga lectiva semanal de los docentes.

Servicio de comedor en un colegio publico coruñés. ÓSCAR CORRAL (EL PAÍS)

¿Tiene consecuencias para el comedor escolar?

Sí. La introducción de la jornada continua provoca la reducción del número de alumnos que utilizan el servicio, según han constatado en las últimas décadas las federaciones de Ampas, sindicatos, y empresas de servicios de comedor. En algunos casos, afirma Leticia Cardenal, presidenta de Ceapa, la mayor confederación de asociaciones de ampas de la escuela pública, el servicio se pierde porque, como sucede con las extraescolares, por debajo de un número de niños mantenerlo resulta muy caro. Con más frecuencia, añade, “los comedores se convierten un poco en guetos, a los que va el alumnado que tiene beca y aquellos cuyos padres lo necesitan por cuestiones laborales”. “Nosotros siempre hemos defendido que el comedor escolar debería formar parte de la jornada escolar del alumno, y donde además de comer se les enseñe a comer bien”, añade.

¿Cómo afecta a las relaciones de las familias del centro?

El proceso para cambiar la jornada escolar no suele ser fácil, indica la presidenta de Ceapa. “Produce choques entre familias y también con el profesorado, y se crea un ambiente de tensión en el centro educativo importante. Como desde la administración educativa no dice si es mejor la jornada continua o la partida, aunque en realidad hay más expertos que están a favor de la partida, cada uno vota acorde a su modo de vida o sus necesidades”.

La jornada continua, prosigue Cardenal, también reduce el nivel de socialización de los niños y sus progenitores. El horario de la jornada partida hace que muchos padres y madres coincidan de forma natural en los parques de alrededor de la escuela mientras sus hijos juegan y meriendan. “Pero donde se implanta la jornada continua eso normalmente se pierde”, afirma la presidenta de Ceapa, porque la salida del centro no es simultánea, y lo habitual es que los progenitores que recogen a sus hijos a la hora de comer se los lleven directamente a casa.

¿Tiene marcha atrás?

Atendiendo a lo que ha sucedido en las comunidades que la han ido implantando en las últimas décadas, una vez se aplica la jornada continua esta no es reversible, afirma Fernández Enguita, porque allí donde la normativa prevé que la comunidad educativa puede decidir la revisión del horario, se establecen fórmulas que implican que los docentes del centro tengan que votar a favor de replantearlo, cosa que no sucede. La propuesta para introducir la jornada continua puede volver a activarse, en cambio, de forma regular; en la Comunidad Valenciana, por ejemplo, han de pasar tres años entre una iniciativa y la siguiente.

La normativa aprobada por la Generalitat valenciana en 2016, en base a la cual centenares de centros (sobre todo en la provincia de Alicante) votaron implantar la jornada continua, establecía que el proyecto debía contener una relación de unos objetivos de mejora en términos educativos y de convivencia, cuya consecución debía revisarse a los tres años por medio de un análisis externo. “Pero eso no se ha hecho, es muy grave y da mucho que pensar”, dice Rubén Pacheco, presidente de la confederación de familias Gonzalo Anaya, mayoritaria en la escuela pública en la Comunidad Valenciana, que ha reclamado insistentemente dichos análisis. Además, según la normativa de 2016, si los objetivos no se habían cumplido, la jornada continua no podía renovarse.

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