Reunirse con amigos en un bar, pedir una botella de buen vino y echar un ojo a la carta de tapas. Esta es la fórmula matemática de la felicidad más absoluta, la que en España dominamos a la perfección desde tiempos inmemoriales. A esta fiesta se han ido sumando nuevos invitados: a las croquetas, las albóndigas o las patatas bravas se les ha unido el tartar de atún, el sushi o el ceviche. Pero hay elementos que siempre permanecen, los amigos (los buenos, al menos) y el vino. Y un Rioja nunca falta en esta celebración.
Nos referimos a esos vinos de Rioja en los que la uva tempranillo se expresa con voz alta y clara y para los que no hace falta tener un master en enología porque uno los entiende a la perfección en cuanto acerca la copa a la nariz y toma el primer sorbo. Son vinos nacidos para el tapeo, como 22 Pies, un Rioja moderno, goloso y que parece nacido para fluir entre conversaciones y risas, acompañando a bocados sabrosos.
Junto a paraísos del picoteo como La Latina de Madrid, el Poble Sec barcelonés, la calle Laurel de Logroño o el Tubo zaragozano, surgen nuevos templos adaptados a los tiempos actuales: nuestras casas y hogares. Un grupo selecto (y reducido), una botella de 22 Pies y unas tapas curradas entre todos y el salón se transforma, por unas horas, en nuestra taberna favorita. Descorchar el vino es sencillo; para el resto, aquí van unos consejos con los que preparar cinco de las tapas que más triunfan en Madrid. Y a partir de aquí, a DIS-FRU-TAR.
Una ensaladilla rusa muuuuy cremosa
En la carta del restaurante Dolan, de Madrid, reina la ensaladilla rusa. Ellos cuecen la patata “al vapor”, de modo que “chupe menos agua” y sepa más a lo que tiene saber. Recomiendan rallar la zanahoria y el huevo cocido para que todos los ingredientes queden mejor integrados. ¡Ah! También añaden un buen atún de lata y mayonesa, sin escatimar, por supuesto. La mise en place también importa. Usan un aro para darle forma y que quede perfectamente emplatada. Pero falta el toque final: un abanico de ventresca de atún laminada para que aún resulte más irresistible y unos picos de pan para dar buena cuenta de ella. El resultado es una ensaladilla sabrosísima que vive una historia de amor a primera vista con un vino tan sedoso como 22 Pies.
Tortilla con callos, un tótem de culto
Si una tortilla de patata es un clásico, una con topping de callos es clásico al cuadrado, un indispensable del tapeo que, pese a lo que parece, no es nada difícil de preparar. En el restaurante La Gitana, en Boadilla de Monte (Madrid), dan tres claves para conseguir que este plato quede perfecto: “Freír las patatas a fuego lento, dejar la tortilla no demasiado cuajada y, una vez lista, cubrirla generosamente con callos”. Los callos pueden comprarse ya preparados para no complicar mucho la receta, pero es esencial “que lleven, además de pata y morro, chorizo, morcilla y un poco de guindilla para conseguir el punto picante que engancha”. Para domar esta tortilla endiablada, nada mejor que la explosión de frutos rojos del vino 22 Pies.
Magia: un cocido en miniatura
De la comida familiar a la cuchipanda entre amigos. Lo que hacen en la histórica Casa Maravillas es aprovechar ese sobrante del cocido de toda la vida para darle una nueva vida en forma de bocado sorprendente. “Machacamos la ropa vieja junto con un puñado de garbanzos y le damos forma redonda”, explican. Una vez reducido el cocido a su mínima expresión, tan solo hay que sumergirlo en una masa a base de harina y cerveza y freírlo en aceite de oliva virgen extra. El resultado es un bocado en tempura crujiente con toda la potencia de un cocido madrileño, que el cuerpo y la estructura de 22 Pies es capaz de manejar con la solvencia de un Rioja que se las sabe todas. ¿A que nunca imaginaste que podías convertir un plato de cuchara clasicón en un finger food tan fácil y divertido?
Pollo frito, viajero y muy rico
La tradición española del tapeo es un clásico y ya se sabe que “si algo funciona, mejor no lo toques”, pero también es verdad que los tiempos cambian y la forma de cocinar también. Eso pasa en el malasañero bar Amor, donde preparan unos fingers de pollo viajados, con un pie en el Mediterráneo y otro en Asia. “La clave es el aliño que preparamos para marinar la carne. Ponemos curry, ajo, pimentón, canela y cacahuete triturado”, nos explican. El resultado es el pollo rebozado y frito que nos pirra desde pequeños, pero con un punch de sabor que anima cualquier reunión y que se lleva a las mil maravillas con 22 pies, gracias a la versatilidad de este Rioja moderno.
Carabinero y queso: ¡es un match!
Una costumbre muy española es chupar la cabeza de la gamba, el langostino o el carabinero porque, la verdad, ahí se encuentra lo mejor. En el restaurante Concepto X le dan un toque extra de cremosidad al carabinero “marcándolo primero a la plancha y poniéndolo ya pelado y con la cabeza sobre una base de stracciatella, un queso italiano sin mucho sabor, pero que le va a aportar textura”. La idea es que, al morder, el jugo de la cabeza se mezcle con el queso en uno de esos placeres culpables que nos vuelven locos y que nos llevan a brindar con una buena copa de vino de Rioja 22 Pies por la bendita creatividad que hace que el tapeo no pase nunca de moda.
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