La historia es de sobra conocida a estas alturas de partido. Lo que tenía que haber sido el relato del encuentro entre el Atlético Madrid y el Athletic en el Wanda Metroplitano se convirtió por momentos en una crónica de sucesos cargada de una buena dosis de intriga. La primera duda, mucho antes de confirmarse la suspensión definitiva del encuentro, giró en torno a si el césped del nuevo estadio colchonero tenía o no tenía calefacción para derretir la nieve.
Más tarde, con la certeza de que el anterior no iba a ser problema alguno dada la existencia del mecanismo pertinente; la incertidumbre se trasladó al aeropuerto de Loiu. ¿Saldría o no el avión de los leones?
El vuelo partir partió con destino a Madrid, aunque con algo más de una hora de retraso. Una vez en el aire, la duda razonable se traslado a Barajas. ¿Se iba a poder o no aterrizar en dicho aeropuerto? La aeronave, por recomendación de su comandante, dio media vuelta con destino a Bilbao tras permanecer dando rodeos a la capital del estado durante cerca de veinte minutos. El estado de las pistas de Barajas, en plena tormenta de nieve, no invitaba a forzar aterrizaje alguno.
El capítulo de incógnitas, pese a todo, tampoco terminó una vez que la expedición del Athletic puso el pie en Loiu minutos antes de las doce de la noche. La nueva pregunta entonces no fue otra que qué va a pasar mañana. Habrá o no habrá partido. Marcelino, los jugadores y el resto de los componentes de la delegación rojiblanca se fueron a dormir sin saberlo. A la mañana recibieron la orden de acudir a entrenar a Lezama porque el partido había sido suspendido.
El capítulo de incógnitas, así y todo, sigue abierto. Ahora toca esperar a ver qué día se juega este aplazado Atlético-Athletic.
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