LONDRES, Inglaterra – El príncipe Philip, consorte de la reina Isabel II del Reino Unido, murió este viernes, en el castillo de Windsor, a los 99 años. La noticia fue confirmada por la familia real británica.
La fecha de los actos fúnebres será confirmada a la brevedad; la Casa Real británica pidió en un comunicado que se evitasen las conglomeraciones para honrar a Philip debido a la pandemia de COVID-19.
Mientras, se informó que no será un Funeral de Estado y que primero se realizará una ceremonia en el castillo de Windsor antes del funeral en la capilla de St. George, según confirmaron desde la Familia Real.
Entre las reacciones internacionales a la muerte del príncipe Philip, el presidente Joe Biden envió sus condolencias a través de un comunicado.
“El impacto de sus décadas de servicio público es evidente en las causas que apoyó, en los esfuerzos ambientales que impulsó, en las fuerzas armadas, en los jóvenes que inspiró, y en mucho más”, dijo el presidente estadounidense.
“Su legado vivirá no solo a través de su familia, sino que en todas las causas caritativas que ayudó a establecer”, agregó Biden.
EL ESPOSO DE LA REINA ISABEL II TENÍA 99 AÑOS
Próximo a cumplir los 100 años, ya que nació el 10 de junio de 1921, el príncipe consorte fue internado en el Hospital Eduardo VII el martes 16 de febrero como medida de precaución después de sufrir una dolencia no relacionada con el COVID-19.
Tanto el príncipe Philip como la reina Isabel II recibieron a principios de enero una primera inyección de la vacuna contra el coronavirus en el castillo de Windsor, al oeste de Londres, donde permanecían durante el confinamiento en vigor en el Reino Unido.
EL PRÍNCIPE PHILIP, UNA VIDA DE RENUNCIAS
Nacido en la isla griega de Corfú, como príncipe de Grecia y Dinamarca, la vida de Philip estuvo marcada por una serie de renuncias, como la que ocurrió al contraer nupcias con Isabel, la entonces princesa heredera al trono de Reino Unido, en 1947.
En ese momento, Phillip renunció a su religión – ortodoxa griega -, a su lealtad a Grecia y a los títulos que tenía desde su nacimiento.
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En una especie de compensación, su suegro, el rey George VI, le concedió los títulos de duque de Edimburgo, conde de Merioneth y barón de Greenwich, además del tratamiento de Alteza Real, al que se sumó en 1957 el que le otorgó su esposa, la reina Isabel II: príncipe del Reino Unido.
Otra renuncia que pesó en el ánimo de Philip, fue su renuncia a la carrera que llevaba en la Marina, y que ocurrió al poco tiempo de que su esposa fuera coronada reina. La principal molestia, según expertos de la realeza británica, fue que no le ofrecieron más alternativa que la de ejercer de consorte.
Sin embargo, la renuncia más significativa ocurrió con el nacimiento de sus hijos, los príncipes Charles, Anne, Andrew y Edward, ya que lamentó públicamente no haberles podido dar su apellido.
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Esto porque luego de la coronación de Isabel II, la pareja que era conocida como “los Edimburgo” pasó a usar el apellido Windsor, que es el que ha usado la familia real desde 1917.
Según biógrafos de la realeza, el incidente provocó una de las clásicas reacciones coléricas del príncipe, quien lamentaba no ser más que “una condenada ameba”.
Y poco hizo para calmar ese sentimiento de baja autoestima el que Isabel II haya determinado en 1960 que los miembros más jóvenes de la familia real, sobre todo quienes no llevaran el tratamiento de Alteza Real o el título de príncipe, se llamarían Mountbatten-Windsor.
El último año no ha sido fácil para Felipe, quien se retiró de la vida pública en 2017 luego de pasar 65 años apoyando a la reina.
DE GRECIA AL REINO UNIDO
Cuando tenía siete años, Philip y su familia cambiaron su residencia en Grecia por el Reino Unido. Ahí fue educado y asesorado por su tío, lord Louis Mountbatten, además de que no solo solicitó la nacionalidad británica sino que adoptó el apellido materno Battenberg, que en alemán significa montaña de Batten, y lo tradujo al inglés: Mountbatten.
También en Reino Unido inició su carrera en la Marina Real de Reino Unido y alcanzó el grado de teniente, lo que lo colocaba en una buena posición para intentar un matrimonio con alguna dama noble.
El deseo pareció llegarle muy pronto. En 1939, Philip e Isabel se conocieron. Ella apenas tenía 13 años y, en compañía de sus padres y hermana, habían llegado al puerto en el yate real Victoria & Albert, al que Lord Mountbatten y su sobrino fueron invitados a cenar.
Felipe de Edimburgo, que cumplirá 100 años el próximo junio, había sido admitido al hospital King Edward VIII hace casi dos semanas como medida de precaución tras sentirse mal en el castillo de Windsor.
“Volvió para tomar el té y tuvo mucho éxito con las niñas”, escribió un día después en su diario Lord Mountbatten, aunque aún desconocía que Isabel se había enamorado al instante del muy rubio, alto y atlético Philip.
Los años de noviazgo coincidieron con la Segunda Guerra Mundial, lo que se tradujo en separación y desconfianza entre los miembros de la corte británica, ya que Philip provenía de una rama marginal y empobrecida de la realeza europea, estrechamente vinculada a Alemania.
Era la época de la germanofobia en el Reino Unido, pero contra todo pronóstico y luego de que Philip demostró su adquirida nacionalidad británica, el rey George VI dio el visto bueno al compromiso de su hija.
El palacio dijo en un comunicado que Felipe, de 98 años, fue admitido al hospital King Edward VII para la observación y tratamiento de una condición preexistente.
LA BODA DE ISABEL II Y EL PRÍNCIPE PHILIP EN LA POSGUERRA
En 1947, una mañana húmeda y gris de noviembre, Isabel y Phillip se casaron en la Abadía de Westminster, en una espectacular ceremonia de más de 2,000 invitados que iluminó la austera vida británica de la posguerra.
Los primeros años de matrimonio fueron “años felices”, según amigos de la familia, quienes veían muy enamorada a Isabel, aunque ni ella ni Philip nunca fueron muy efusivos o demostrativos de afecto en público.
Pero la felicidad fue alcanzada por algunos nubarrones cuando Isabel II ascendió al trono y empezaron las negociaciones para que la Casa Windsor pasara a ser Casa Mountbatten, algo a lo que se opusieron la Reina Madre y el primer ministro Winston Churchill.
El problema de autoestima del príncipe consorte, agravada por el aislamiento en el que lo colocó su papel de consorte que lo hacía sentir como un intruso en la corte, creó lo que fue denominado como la primera crisis matrimonial, marcada por un viaje en solitario de cinco meses que emprendió de Philip.
A partir de ese momento iniciaron las versiones de las constantes infidelidades -nunca comprobadas- de Philip, a quien se le relacionó con diversas mujeres, todas mucho más jóvenes que él, y algunas de la realeza, entre ellas una princesa, una duquesa, dos condesas, además de otras damas con o sin título, muchas de ellas vinculadas a la equitación.
DISCRECIÓN, EL NOMBRE DEL JUEGO
Sarah Bradford, autora de una de las biografías de Isabel II, afirma que desde los años cincuenta Philip aprendió a ser más discreto y limitó sus romances a círculos tan ricos o aristocráticos que resultan inaccesibles a la prensa sensacionalista e insobornables por ella.
“¿Se han parado a pensar que en los últimos 50 años nunca he podido salir de casa sin que me acompañara un policía?”, es la respuesta que solía dar el príncipe Philip a las insinuaciones o versiones de romances extramaritales.
La explicación parece razonable, aunque poco convincente a la luz de otros romances reales o situaciones comprometedoras en las que se han visto envueltos, por ejemplo, los príncipes Charles y Andrew, hijos de Philip e Isabel II.
Lo cierto es que, según los expertos, a la discreción de Philip ha correspondido una discreción aún mayor por parte de su esposa, la reina, quien siempre habría estado enterada de los romances de su marido.
Y entre versiones y supuestos, Philip e Isabel celebraron en noviembre de 2020 sus 73 años de matrimonio.
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