James Levine, director durante décadas de la orquesta de la Metropolitan Opera de Nueva York hasta que varias acusaciones de abuso sexual provocaron su caída en desgracia, ha muerto a los 77 años. El fallecimiento se produjo el pasado 9 de marzo en Palm Springs (California) “por causas naturales”, ha informado este miércoles su médico personal.
Apartado de la orquesta —que lleva un año sin tocar por la pandemia, y sin pagar a sus miembros— por abusos sexuales a cantantes, músicos y otros artistas, Levine, director musical emérito de la institución, llegó en agosto de 2019 a un acuerdo extrajudicial con la Metropolitan para zanjar las demandas cruzadas que se habían interpuesto. Su despido, en marzo de 2018, fue un triste broche a una carrera musical que contribuyó a situar la orquesta del Met —el acrónimo por el que se la conoce—, la catedral de la ópera en EE UU, entre las mejores del mundo. A Levine se le consideraba el heredero natural de Leonard Bernstein, el otro mítico director estadounidense.
Pese al desgraciado mutis del músico, la orquesta que lo vio triunfar, y que a su vez tanto se benefició de su talento, le ha despedido este miércoles con honores en su página web: “La orquesta de la Metropolitan Opera honra la memoria de James Levine, que llevó las riendas musicales de la compañía durante cuatro décadas y media”. La web recuerda su apabullante carrera, aunque también su caída en desgracia (“Fue apartado de la orquesta a raíz de acusaciones de conducta sexual inapropiada”), así como su último concierto: un vibrante Réquiem de Verdi, el 2 de diciembre de 2017, dos días antes de que ambas partes suspendieran su relación y cuando ya estaba en marcha la investigación externa que tres meses más tarde precipitó su despido.
Hasta que la onda expansiva del movimiento MeToo le desalojase abruptamente de escena, Levine dirigió más de 2.500 representaciones de 85 óperas desde 1971, cuando se incorporó a la orquesta dirigiendo una Tosca. Ningún otro director titular del Met ha batido ese récord de actuaciones desde la fundación de la orquesta, en 1880; tampoco en innovación y en repertorio, que él amplió considerablemente: se le debe el estreno en el Met de títulos ya clásicos en el circuito operístico internacional, como Idomeneo y La clemenza di Tito, de Mozart; las Vísperas sicilianas, de Verdi, o la Lulu, de Alban Berg, entre otros muchos. Levine también fue director invitado en algunas de las mejores formaciones europeas y estadounidenses, como la Filarmónica de Múnich y la Sinfónica de Boston.
Reverenciado por el público, y también por los músicos, los disparatados rizos de su blanca cabellera y la fuerza de su expresión al dirigir, un derroche de entusiasmo y elasticidad, convirtieron a Levine en un personaje popular, en la imagen de marca de la formación musical más grande de EE UU. En 2016 renunció como director musical de la institución por problemas de salud, tras una serie de operaciones de espalda. Menos de dos años después, tras ser acusado de abusos sexuales por tres hombres por hechos que se remontaban en alguno de los casos a 1968, rompió toda relación con el Met mediante un acuerdo extrajudicial. Con ello, se zanjaban su demanda contra la institución por incumplimiento de contrato y difamación, y la correspondiente querella cruzada de la compañía. Levine pidió una compensación de 3,5 millones de euros (4,17 millones de dólares).
El músico mantuvo en todo momento que las acusaciones eran infundadas y que él no era “ningún opresor ni agresor”. Para los responsables del Met, la salida del director, que dirigió a todas y cada una de las voces más excelsas de la escena operística durante medio siglo —entre ellas la de Plácido Domingo, otro artista señalado por sus presuntos abusos sexuales—, fue “una tragedia”.
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