Muere José Pérez Francés, el campeón melancólico del ciclismo español

José Pérez a e Francés, paseando por Barcelona en 2009.
José Pérez a e Francés, paseando por Barcelona en 2009.Vincenç Giménez

“Pepe, ahí tienes la carretera para llegar a Barcelona”, le dice Julio Jiménez a José Pérez Francés al mediodía del 2 julio de 1965, viernes, y un calor horroroso en los Pirineos. En la ascensión a Puymorens, así comenzó, con los ánimos de Julio Jiménez, que le ha ayudado a partir, y Barcelona le queda a más de 220 kilómetros, la fuga solitaria y la gran victoria de Pérez Francés en la 11ª etapa del Tour, Ax les Thermes-Barcelona, 240 kilómetros.

Toda la ciudad, más de un millón de personas, según las crónicas de la época, alertada por la radio salió a las aceras a recibir a su héroe, que, con su maillot rosa del Ferrys pedalea por entre las vías del tranvía del Paral.lel, pasa por delante de su casa, esquina Sant Pau, y su restaurante, Las Banderas, desde donde le saluda su mujer, María, y desde la plaza de Espanya, por entre las Torres Venecianas asalta la colina de Montjuïc, un circuito que recorre tres veces antes de ganar la etapa con más de cuatro minutos de ventaja. No hay barcelonés de la época que no recuerde el calor que pasó, dónde estaba, en qué acera, en qué calle, el día que ganó Pérez Francés, y no hay aficionado que al conocer la muerte del gran ciclista, el jueves, en su Barcelona, a los 84 años, no haya recordado aquel día. Y en el mismo Montjuïc de su gran triunfo, el viernes de buena mañana fue incinerado.

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Era tan guapo José Pérez Francés (Peñacastillo, Cantabria, 27 de diciembre de 1936) que en su época le llamaban Rodolfo Valentino, y era tan serio, que los franceses le apodaron le beau ténébreux, el guapo melancólico, sombrío. Pérez Francés, era, sobre todo, “muy especial y buen ciclista, y buen adversario”, recuerdan sus compañeros ciclistas de la época, los primeros años 60, una primera edad dorada del ciclismo español, la de Bahamontes, Poblet, Julio Jiménez, Pérez Francés, Manzaneque… Era un genio que subió, tercero, el podio del Tour de Francia de 1963 (tras Anquetil y Bahamontes), un gran rodador, buen escalador, e inconstante como su humor y sus caprichos. Su carácter único, que pocos aguantaban.

“Estos a mí no me conocen”, decía cuando creía que no le trataban con el honor que merecía. “A mí una vez me dijeron, si no estás contento, te vas, y todavía está mi padre esperándome…”

Se fue de Cantabria a Barcelona, donde se hizo ciclista. Fue profesional entre 1960 y 1969. Corrió en el Bic con Anquetil, antes de que llegara Ocaña, el ciclista al que admiró tanto como a Anquetil y como desamó a Bahamontes y Poblet, a los que no aguantaba y con los que pasó años sin hablarse. Con Julio Jiménez, no, con Julio Jiménez, el Relojero de Ávila, el menos soberbio de los campeones, mantuvo la amistad hasta el final. Y de los más jóvenes se quedaba con Óscar Freire, su paisano. Corrió en el Ferrys de Manzaneque y Bertrán, y en el Kas de Gandarias, López Carril y Errandonea. Ganó tres campeonatos de España como amateur y uno como profesional, dos Setmanas Catalanas, una Vuelta a Levante y tres etapas en la Vuelta a España, y fue maglia rosa del Giro de Italia.

Después de colgar la bicicleta, Pérez Francés siguió saliendo casi a diario a pedalear con algunos amigos, y algunas veces alargaba la marcha hasta Tarragona para visitar a sus nietos. Para poner a punto la bici siempre visitaba a su amigo Sisquillo, hijo, con quien siempre recordaba a Sisquillo, padre, el mecánico de la selección española, de Bahamontes, de Coppi y suyo, y en sus conversaciones no había vez en la que no saliera cómo Pérez Francés, tras caerse por un terraplén en una etapa en el Tour, le dijo a Sisquillo que se le había caído el reloj, que era de oro, que ya podía bajar a buscárselo y que se lo diera en el hotel. Y así se hizo.

En 2009, el Tour volvió a hacer etapa en Barcelona e invitó a Pérez Francés al palco de honor junto a otros grandes históricos del ciclismo español. Fiel a su espíritu y a su carácter único, el ciclista se negó a aceptar la invitación. “Paso de estar con Bahamontes y con Poblet. Con ellos no tengo nada que hablar”, le dijo a Lu Martín en una entrevista en EL PAÍS. “Prefiero irme a una cuneta con mis amigos”.

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