Renée Dorleac, toda una leyenda del cine francés y madre de la también celebrada actriz Catherine Deneuve, ha fallecido a los 109 años. Su muerte ocurrió el pasado domingo 11 de julio, pero ha sido este jueves cuando su familia ha querido anunciarlo a través de una esquela publicada en las páginas del diario galo Le Figaro. Será inhumada en el panteón familiar.
Dorleac (apellido tomado de su marido) fue más conocida bajo el nombre artístico de Renée Simonot, un nombre que escogió como homenaje a un amigo de su familia. Su verdadero nombre era Renée-Jeanne Deneuve, y de hecho su hija más famosa tomó ese apellido de soltera para labrarse su nombre artístico. Había nacido en la ciudad francesa de Le Havre el 10 de septiembre de 1911, lo que la deja a apenas dos meses de alcanzar los 110. Su avanzada edad hacía que en Francia se soliese decir de ella que era la actriz más longeva de toda la industria; de hecho superaba por casi un lustro a Olivia de Havilland, que falleció en julio del pasado 2020 a los 104 años.
Desde niña Renée Simonot se subió a las tablas: las primeras, las del teatro Odeon de París cuando solo tenía siete años, en la que fue una larga carrera en los escenarios. Después en el cine dobló a grandes actrices de Hollywood en los primeros tiempos de la industria, como la propia De Havilland, Esther Williams o Judy Garland. Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial decidió parar su actividad y centrarse principalmente en el cuidado de su familia.
La intérprete tuvo dos relaciones fundamentales en su vida, ambas con actores. La primera fue con el intérprete Aimé Clariond, con quien tuvo a su primera hija, Danielle. Un romance que se estropeó rápidamente. “Me fui con mi hija en brazos y recuperé mi libertad. Entonces recordé a aquel señor que me cortejaba sin admitirlo”, recordaba en una entrevista con la revista Le Point en 2013, refiriéndose a quien fue su marido y padre de sus tres siguientes hijas, el también actor Maurice Dorléac. Con él tuvo a Françoise en 1942, a Catherine en 1943 y a Sylvie en 1946.
Sus hijas siguieron sus pasos, siendo Catherine la más destacada. De hecho, la hoy estrella del cine francés, de 77 años, llegó a definir a Renée como “una mujer increíble” con una enorme influencia en su vida. Ella entró en la interpretación porque su hermana pequeña, Sylvie, hizo un pequeño cameo en 1956 en la película Les Collégiennes y Catherine, de 13 años, hizo de extra, le picó la curiosidad y sobre todo con el apoyo de su padre siguió adelante con su carrera.
Por entonces, a mediados de los cincuenta, la gran estrella de la familia era la mayor de las tres hermanas del matrimonio, Françoise, apenas un año mayor que Catherine. Ambas mantenían una relación muy estrecha. “Françoise solía decir que las dos juntas haríamos una mujer completa porque éramos muy diferentes. Ella era enérgica, y yo más reservada”, contaba Deneuve en 1998 a Associated Press. De hecho, la mayor protagonizó la adaptación del musical Gigi y trabajó con François Truffaut, que dijo de ella que era una actriz “insuficientemente valorada, que habría encontrado a los treinta años el verdadero contacto con el gran público, que la habría adorado como la adoraron todas las personas que tuvieron oportunidad de trabajar con ella”. En 1967 las dos hermanas protagonizaron el musical Las señoritas de Rochefort. Pocos meses después del estreno, en junio de ese mismo año y mientras se dirigía al aeropuerto de Niza, Françoise sufrió un accidente de tráfico por el que su coche ardió y que acabó con su vida en el acto. Apenas tenía 25 años. La tragedia conmocionó al país entero. Al año siguiente Deneuve protagonizaría Belle de Jour, la película que la colocó para siempre en el Olimpo de la fama mundial.
Renée Dorléac fue por tanto abuela de Christian Vadim y de Chiara Mastroianni, ambos hijos de Deneuve tras sus relaciones con el cineasta francés Roger Vadim y el actor italiano Marcello Mastroianni. La propia intérprete decía de su madre en 2012 que seguía viviendo sola, en su casa, usando gafas y jugando al bridge. “Sin duda, es una imagen muy reconfortante de la vejez”, afirmaba, calificándola de “muy valiente”. “Cuando eres niño no te das cuenta, es algo que solo entendemos con el tiempo. Criar cuatro hijos es algo muy importante. Sobre todo porque nos dejó ser bastante libres“, afirmaba en una publicación francesa. De hecho, la propia Simonot contaba en 2013: “Mi vejez no es triste. No hay día en que no reciba una llamada telefónica o una visita de mis hijos y de mis nietos”.
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