A ver, puede que hayas leído el titular y te sientas un poco confuso pero te aseguramos que esta noticia es completamente veraz. Una mujer de Tennesse acaba de dar a luz una niña nacida de un embrión congelado en 1992, el mismo año en el que nació la madre. Sí, puede seguir sonando un poco lioso pero por eso hemos querido investigar un poco más y contarte con pelos y señales las claves de esta fascinante historia ¿Te lo vas a perder? No lo creo.
Un bebé de 25 años
«+¿Mamá cuantos años tienes? -Los mismos que tu hija mía». Esta podría ser una de las bromas frecuentes en la familia de Emma Gibson, un bebé que ha sorprendido al mundo al ser considerado el embrión más longevo de la historia. Tina Gimbson ha dado a luz a una pequeña niña de tres kilos y medio y con una estatura aproximada de cincuenta centímetros que se enmarca como uno de los nacimientos más curiosos de la historia. Todo un éxito par unos científicos que han conseguido mantener en perfectas condiciones a un embrión congelado en el año 1992.
La casualidad ha querido que madre e hija tengan una coincidencia única en al mundo. No todo familiar directo puede decir que inició su camino en la vida en el mismo año. Es más, nadie puede decirlo, ya que este hecho se ha convertido en un acontecimiento histórico que demuestra el éxito de la ciencia en el terreno de la medicina.
Batiendo récords
Emma Gibson ha llegado al mundo con un récord debajo del brazo. Hasta la actualidad, el embrión congelado más longevo en nacer lo ostentaba una mujer neoyorkina desde el año 2011. En este caso el embrión tenía una antigüedad total de 20 años. Sin embargo, Emma Gibson supera en 5 años esta marca, convirtiéndose así en el embrión congelado más longevo de la historia. Unos niños conocidos como snowbabies (niños de nieve), una especie de metáfora que se refiere al proceso tecnológico por el que tienen que pasar antes de formar parte de la vida.
Cabe destacar que este tipo de procesos requiere una gran cantidad de cuidados En primer lugar, los embriones congelados deben estar sumergidos a -196 grados centígrados en una cámara repleta de nitrógeno líquido. Sin olvidarnos de la utilización de los crioprotectores, unas sustancias que actuan como un anticongelante para evitar que los embriones se dañen con los cristales de hielo. Increíble ¿verdad?
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