Después de los millennials llegó la generación Z, y la siguiente ya se empezaba a conocer como Touch, la que engloba a los nacidos desde 2010 hasta la actualidad, en alusión al colectivo de niños que se comunican desde pequeños a través de una pantalla táctil. Sin embargo, la pandemia ha trastocado todo esto, porque en medio del caos y del confinamiento ha surgido un nuevo colectivo, que puede denominarse la generación Zoom, esto es, toda la población que ha tenido que echar mano de este tipo de plataformas tecnológicas para poder comunicarse, y sobre todo para poder verse en la distancia.
“El Covid-19 reventó el tablero de las adivinanzas, sobre todo cuando se estaba tratando de definir a la nueva generación, y esta ha surgido en la pandemia”, apunta Iñaki Ortega, director de Deusto Business School (DBS) en Madrid, y autor, entre otros, de libros como Generación Z o Millennials: inventa tu futuro. Para este experto en análisis del comportamiento de los distintos grupos de la población, los zoomers, al igual que el fenómeno de Zoom, pueden sen considerados un símbolo de lo que ha pasado en este 2020, en el que “todos hemos tenido que digitalizarnos a la fuerza, desde los abuelos a los fontaneros, los directivos, profesores, todos hemos tenido que echar mano de herramientas tecnológicas para poder comunicarnos profesional y personalmente”. Esto ha sido un movimiento, afirma, “transversal y cross, porque afecta a todos, y podemos decir que todos somos zoomers”.
Porque ahora si no te comunicas por videollamada con tu empresa, proveedores, clientes, familiares y amigos puedes estar fuera del mercado. “Nos ha acercado a todos, nos metemos en las casas de los otros, esto contrasta con el postureo que había antes del coronavirus en las redes sociales. Aquí no hay trampas”, prosigue Ortega, que si algo desea resaltar es la capacidad de adaptación de todas las generaciones a las nuevas tecnologías. “Antes, al directivo le montaba su secretaria la reunión, y ahora se lo tiene que organizar él solo, y a todo esto se aprende”. En contra de lo que ocurría cuando se definía a los nativos digitales, que ya venían de serie con habilidades para manejar la tecnología, a ser zoomer se puede aprender. “En Deusto damos cursos a empresas para saber manejarse en este territorio, a que cuando se hace una videollamada haya buen sonido, a llevar la vestimenta adecuada, a saber cuando hay que cerrar un micrófono, o enfocar bien la cámara”, añade el director de DBS.
En esto coincide la profesora de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid y miembro del grupo de investigación Sociología Ordinaria, Amparo Lasén, que cree que “nadie ha nacido sabiendo, incluso los nativos digitales han tenido que pasar por un aprendizaje, y han tenido problemas para llevar a cabo un aprendizaje con las nuevas tecnologías”. A pesar de que la tecnología ya estaba instaurada en las empresas, con la pandemia ha estallado. “Este tipo de aplicaciones eran poco usadas y ahora las hemos tenido que incorporar, por ejemplo, en reuniones de departamento, en clases, en investigación, y hemos aprendido del ensayo y el error. Y en la universidad vamos a tener que seguir usándolo porque el modelo de clases es semipresencial. Todo un desafío, ya que combinamos la presencialidad con el streaming al mismo tiempo”, detalla Lasén, que hace hincapié en que cuando acabe toda esta situación de emergencia el uso de las videollamadas continuará. “Se pueden mantener reuniones sin tener que desplazarse, pero puede haber otros problemas, como es el hecho de derivar reuniones a una infraestructura privada que no se acaba de controlar”. Aquí se corre el peligro, advierte la socióloga, de que exista una colonización del tiempo, pero a la vez observa otras ventajas, como es el ahorro en desplazamientos. “Se va a quedar en nuestras interacciones cotidianas, antes era el teléfono, ahora la videollamada. Nos ha venido impuesto, hay usos que no se pueden rechazar”, señala Lasén.
Desde el mes de marzo, el modelo relacional en el mundo de la empresa ha cambiado: se ha pasado de estar todos bajo la misma cúpula del mismo edificio a estar dispersos por toda la geografía. “Con el 90% de la plantilla teletrabajando desde casa, la tecnología juega un papel muy importante. Hemos pasado del post-it físico al virtual”, detalla Ophélie Richard, responsable global de adquisición de talento de BBVA, que asegura que en la entidad la implementación de videoconferencias aumentó un 70% con respecto al pasado. Este cambio, afirma, generó un sentimiento de empatía entre los empleados. “Se han compartido conocimientos sobre el manejo de estas herramientas tecnológicas con aquellas personas que no estaban acostumbradas a usarlas”. También cree que la resiliencia es otra de las enseñanzas que dejará esta crisis, que ha cambiado, y lo modificará aún más en el futuro, el modo de realizar las entrevistas de trabajo, que hasta ahora se hacían físicamente y ahora se organizan mediante sesiones virtuales, con el fin de agilizar todo el proceso.
Los zoomers acabarán con una practica nociva en estos tiempos, en los que el teletrabajo se impone por vía regulatoria, como es el presentismo. Porque se ha visto que se puede “trabajar sin estar presentes, que el que más trabaja no es el que calienta la silla, que hay reuniones presenciales que son poco productivas, y que con una videollamada se pueden agilizar las cosas”, opina Sergio García, director de estrategia de PS21, agencia de transformación creativa. Abrazar este tipo de herramientas ya no es una opción, se ha convertido en esencial. “Al final, todo esto es positivo porque se genera un modelo de trabajo más flexible, con un componente humano que permite un mayor control sobre nuestras vidas”, explica García, que reflexiona también sobre la necesidad de que el teletrabajo no sustituya al cien por cien el contacto personal. “La comunicación no verbal es más difícil de registrar y de manejar a la hora de comunicarse. Este tipo de comunicación a distancia no es tan fluida, hay que esperar turno, hay ciertas sutilezas de la comunicación tanto verbal como no verbal”, añade García.
A golpe de pandemia, la mayoría de la población se ha convertido en nativa digital, y el impacto que tiene esto es significativo. “Ha sido imprevisto, las organizaciones no estaban preparadas y esto se ha generalizado y es algo que puede generar dinámicas productivas interesantes”, observa Luis Díaz, responsable de talento y organización en Accenture, quien cree que con la regulación del teletrabajo se requerirá de una nueva disciplina, para la que las organizaciones no estaban preparadas. “Se generará una dinámica por objetivos, esto significa que hay que ordenar el trabajo y generar un nuevo contacto, incluso con los clientes, en el que se potencie la autonomía del empleado, la manera de autogestionarse y de organizar el trabajo”, señala Díaz, que anticipa una nueva cultura de trabajo.
El fenómeno de Zoom
Explosión. La aplicación de videollamadas y reuniones virtuales accesible desde ordenadores, tabletas y teléfonos móviles, nace en San José (California, EE UU). La idea es de Eric Yuan, exvicepresidente de Cisco Webex, quien abandonó la compañía en 2011 para desarrollar este nuevo proyecto junto a 40 ingenieros. Sin embargo, el fenómeno explota con el confinamiento del planeta a raíz de la pandemia. Se calcula que la firma ha pasado de 10 millones de usuarios a más de 300 millones desde el mes de marzo. A esto se añade la capitalización bursátil: Zoom cotiza en el Nasdaq y tiene un valor en Bolsa de 137.000 millones de dólares. En un año casi ha cuadruplicado su valor.
Similitud. “Zoom se ha colado en un mercado donde había barreras de entrada y donde otros más grandes ya operaban. Por tanto, esto puede servir para los nuevos tiempos como mensaje, lo insurgente e inesperado puede triunfar”, afirma Iñaki Ortega, director de Deusto Business School en Madrid.
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