“What’s going on?” ¿Es a mí? ¿Qué demonios está pasando? Se preguntaba Rafael Nadal cuando, con 5-4 y 15-0 en el segundo set, se disponía a sacar para cerrar la manga y una aficionada de mediana edad empezó a montar tal bulla que el árbitro tuvo que detener el partido.
Se reanudó, pero el español volvió a frenar y la mujer, se desconoce por qué, grosera y reincidente, se levantó y dedicó una peineta a todo el tendido, varias personalizadas para Nadal. Este pasó de la incredulidad a la risa, y con esa mente blindada a prueba de bombas que tiene —”honestamente, no quiero saber lo que me decía…”, señaló nada más acabar— puso el broche al parcial con tres puntos directos con el saque, en medio de una escena surrealista que finalizó con el personal de seguridad invitando a salir a la espectadora y que ya ha dado la vuelta al mundo. “Let’s play”. Juguemos.
Al final, 6-1, 6-4 y 6-2, en 1h 44m.
El esculpido y multiétnico Michael Mmoh, un puzle de banderas que nació en Riyadh y tiene pasaporte australiano, aunque compite bajo las barras y las estrellas de EE UU, le dio a Nadal exactamente lo que necesitaba: tiempo. El campeón de 20 grandes, que intervenía por segunda vez en el torneo con la espalda entre algodones, dio otro paso más y descontó otra ronda; es decir, un día más, un rival menos. Y a seguir cuidando esa zona lumbar que le hizo una jugarreta hace dos semanas y sigue ahí, latente según cuenta el balear. En todo caso, frente a Mmoh, techo cerrado en la central, no se le notó lo más mínimo y firmó otra victoria paliativa que le permite tachar otra fecha del calendario.
Mmoh, 177º del mundo, no tenía demasiado que perder, pero aun así salió temeroso y se refugió en el fondo, abriendo un paraíso espacial para un Nadal que agradeció la cortesía y empezó a ejercer. De nuevo contenido, prácticamente sin forzar para evitar cualquier contratiempo, al balear le ha valido hasta ahora con esa versión de mínimos para despachar a adversarios inermes como el norteamericano. A los 27 minutos ya había cerrado el primer set, con un par de breaks al cuarto y al sexto juego, y tras el estrambótico episodio del parón y la peineta, fue hilando cómodamente el triunfo que le conduce hacia un pulso contra el británico Cameron Norrie, el 69º de la ATP. Mmoh, blando en lo competitivo pese al corpachón, dio un pasito adelante, pero no le sirvió de nada.
Con el piloto automático, más fino con el revés que con la derecha, Nadal ofreció en la sesión nocturna porcentajes más que correctos —84% con primeros y 56% con segundos, 40 ganadores y casi pleno en la red (15/16)— y dejó algún que otro passing marca de la casa; aceleró para obtener los quiebres de la tercera manga (3-2 y 5-2) y así, sin mayor sobresalto que el de la grada, cómodo de inicio a fin, volvió a ganar otra dosis de tiempo que le sabe a oro. El sábado, dice, la prueba será mucho más definitiva y puede marcar su devenir en lo que resta de torneo.
“VOY TIRANDO, PERO NO ES SUFICIENTE”
Nadal comentó en la sala de conferencias el incidente que marcó la noche. “Era para mí, ¡para mí! No para el árbitro…”, comentaba a un allegado antes de departir con los periodistas.
“No sé qué me decía. Solo veía que me gritaba y me levantaba el dedo… Pero no me preocupa. Soy un profesional y estoy aquí para aceptar las cosas que van ocurriendo en la pista”, expresó a continuación, quitándole hierro al asunto. “La han echado porque se lo había ganado a pulso. Me ha desconcentrado entre servicios, y también ha perjudicado a mi rival”, añadió. “Demasiada ginebra o tequila, tal vez”, había atribuido previamente, a pie de pista.
Respecto a sus sensaciones y el estado de su espalda, el balear afirmó que la mejora es lenta, no la deseada. “Estoy sacando con un gesto mucho menos agresivo, mi velocidad media es inferior a la habitual. Estoy sacando cortado y de momento me está funcionando”, continuó; “al hacer un gesto relajado he podido ir tirando pero, con todos los respetos por mi rival, el partido tampoco me ha exigido más. Pero sé que no me es suficiente para mi objetivo aquí. De momento se va tirando, pero la evolución no es lo satisfactoria que me gustaría”.
En manos de los médicos que le atienden en Melbourne —en contacto estos con Ángel Ruiz Cotorro, su médico personal, que esta vez no se ha desplazado a Australia—, Nadal confía en que haya un “clic” que cambie las cosas. “Lo que está en mis manos, estoy haciéndolo bien. No podía permitirme errores ni alargar el juego, y esto se ha conseguido”, valoró. “Pero ya viene un rival de un nivel alto. No pretendo estar perfecto, pero necesito estar mejor de sensaciones”, precisó.
Ante Norrie, reclama a su cuerpo un salto, porque de lo contrario, “si no conseguimos una mejora mañana [por el sábado] con los tratamientos que vamos a probar, ya estaremos en una situación más límite”, cerró el español.
Open de Australia: resultados (jueves 11) y orden de juego (viernes 12).
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