Nadal: “Sé de dónde vengo, significa mucho para mí”

A falta de un par de coletazos en el calendario, el curso tenístico regala en la temporada más extraña el mejor broche en París, donde el frío abre paso al fuego porque esta tarde (15.00, Eurosport/DMAX) chocarán sobre la arena de la central los dos mejores tenistas del mundo, ni más ni menos, y en el momento más trascendental: la historia, más que nunca, está en juego. No es solo un grande más, ni tampoco un laurel más en París. Ni tan siquiera un clásico más de la saga más kilométrica del tenis. Por las circunstancias y el momento, en este Roland Garros de la pandemia, el frío y la noche, Rafael Nadal y Novak Djokovic dirimirán un pulso que marcará el devenir en la gran carrera por ser el más grande de todos los tiempos.

Lo admite Nole sin disimulos: “Es mi objetivo”. Y con la boca pequeña lo menciona Nadal: “Ya sé que siempre hay un motivo para ir más allá, como cuando superé a Borg [2012] o logré mi décimo título aquí [2017], una cifra especial, pero yo ahora mismo solo pienso en ganar este torneo”. Con Roger Federer en la reserva, instalado en su récord de 20 grandes desde comienzos de 2018, una vida ya, los otros dos colosos se reencuentran en un torneo que nació a regañadientes, pendiente del virus y las autoridades de París, y se resolverá en plena combustión: sea cual sea la circunstancia y el lugar, los enfrentamientos entre ambos, 19 majors el español y 17 el balcánico, acostumbran a ser extremos.

“Yo creo que será bonito. Están acostumbrados a finales y creo que ambos subirán el nivel, porque en este tipo de partidos suelen hacerlo”, concedía ayer a este periódico Francis Roig, uno de los técnicos de Nadal. “Los dos atacan, los dos defienden”, precisó Carlos Moyà tras una sesión de entrenamiento en la que el de Manacor estuvo arropado por su equipo al completo, cuando lucía el sol y todavía no se había enterado de que desde la otra trinchera se trataba de caldear el ambiente. “Nadal no tiene posibilidades. Las condiciones de la pista benefician mucho a Novak. Sé que me la juego diciendo esto, pero él es el favorito. Su cuerpo y su mente están en perfectas condiciones”, afirmó Goran Ivanisevic, integrante del clan de Nole, en unas declaraciones recogidas por Sport Klub.

He aquí donde radica el gran misterio de esta final, a la que Nadal asiste con el imponente aval histórico de su inigualable trayectoria en el Bois de Boulogne y el de Belgrado, número uno, a lomos de una ola extraordinaria en este curso: 37 victorias, nadie le ha batido. “Es un jugador muy completo en todo tipo de superficies y con muy pocos huecos, pero hay que ser conscientes de con quién y dónde estamos nosotros, ¿no?”, intervenía ayer Moyà. “Estamos hablando de tierra batida, y los números avalan mucho a Rafa. Es obvio que es muy difícil entrarle a Djokovic, pero en tierra es un poquito diferente”, agregaba el entrenador, muy satisfecho con la evolución de Nadal desde que emprendiera hace dos semanas la conquista de su 13º trofeo en París, que vendría inscrito en cifras de oro, con la victoria 100.

A diferencia de otros clásicos entre los dos, cuando la comidilla previa se centraba en cuestiones puramente técnicas, en esta ocasión el duelo llega condicionado por el factor atmosférico como posible elemento diferencial. El otoño arrecia en París, la arena absorbe la humedad y mover las nuevas bolas de Wilson, de por sí más pesadas que las que proveía hasta el año pasado Babolat, cuesta bastante más de lo normal. Se dice que el nuevo contexto, nada que ver con el Roland Garros de la primavera, puede echarle una mano a Djokovic porque golpea plano y el spin (efecto) salvaje de Nadal se ha visto perjudicado. Sin embargo, el mallorquín ha hecho un magnífico ejercicio de adaptación y su triunfo contra Diego Schwartzman aportó certezas.

“Será interesante ver cómo encajan su juego y el mío”, introducía Nole tras abortar el viernes la remontada en ciernes de Stefanos Tsitsipas. “La temperatura afectará mucho a que esté más o menos pesada la pista, al bote, el viento, que sea más o menos resbaladiza…”, ampliaba el rey actual del circuito, que iba lanzado hasta los cuartos y sufrió un par de baches (bien resueltos, eso sí) ante Pablo Carreño y el griego.

Para hoy, los pronósticos anticipan una temperatura de unos 14 grados a la hora del partido y tan solo un 5% de probabilidades de que llueva, con el cielo más bien encapotado. “Lo más cercano a esto sería lo mejor…”, señala Moyà en dirección al cielo; “desde el principio pensábamos que las condiciones beneficiaban más a Djokovic, pero Rafa se ha adaptado muy bien. No teníamos dudas de que lo haría, porque ha ganado en todo tipo de circunstancias: en altura, al nivel del mar, con bolas pesadas o ligeras… No ha perdido un solo set hacia la final [por sexta vez en su carrera] y nos aferramos a eso”.

“No creo que Djokovic varíe mucho su manera de jugar. Es más importante para nosotros lo que va a hacer Rafa, que se sienta cómodo en la pista y que lo tenga todo claro. ¿Qué Nole dice que tiene un plan? Rafa sí que tiene un plan…”, señala medio en broma medio en serio Roig. “Esperamos un Djokovic agresivo, más de lo que lo ha sido estos días”, tercia Moyà. “Siempre lo suele hacer, contra Rafa es más agresivo de lo que lo es en otras fases del torneo”, corrobora el barcelonés. “Esperamos una batalla larga, con muchas alternativas, y el que sepa aprovechar sus opciones ganará”, resuelve el exnúmero uno, campeón del torneo en 1998.

Estrategias aparte, se presume que la vertiente psicológica puede ser otra de las claves del duelo. Djokovic saltará a la arcilla sabiendo que Nadal le superó en las finales de 2012 y 2014, y el español debe gestionar que su rival le venciera la última vez que se cruzaron en la Chatrier (cuartos de 2015) y de que el número uno se haya impuesto en siete de sus diez últimos enfrentamientos; en dicha muestra, Nole solo obtuvo una victoria en tierra, Roma 2016. En cualquier caso, nada pesa más en la atmósfera de este clásico monumental que la oportunidad de ambos para asestar un golpe maestro a los libros de historia. De ganar, Nadal (34 años) igualaría en grandes a Federer (39) por primera vez en su carrera, y si lo hace Djokovic (33) dará otro paso aún más amenazante.

“Entiendo todas estas cosas, y es bueno para el tenis que se hable de esto, pero yo vivo mi propia realidad. Cuando se termine y se consiga o no, ya se hablará…”, concluye Nadal.


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