Nadal


Hace 16 años que Rafael Nadal ganó su primer gran torneo, Roland Garros en 2005. Desde entonces nada estaba escrito en su vida de deportista de élite, pero han sido él mismo, su equipo, su convicción y su férrea voluntad los que han ido construyendo año a año a un jugador extraordinario, dotado como ninguno para el sacrificio, la resistencia y la fe en sí mismo.

A sus 35 años, Nadal se ha convertido en el tenista que más títulos de Grand Slam ha ganado, 21 en total, después de adjudicarse por segunda vez el Open de Australia el domingo. El tenista español derrotó en una final literalmente de infarto al ruso Daniil Medvedev, 10 años más joven, en cinco sets por 2-6, 6-7, 6-4, 6-4, 7-5. El partido duró cinco horas y 24 minutos: fue el segundo más largo de su carrera, 29 minutos por debajo del que disputó en 2012 contra Novak Djokovic, también en Australia, pero entonces perdió.

El balear completó un encuentro que vale como compendio de una carrera presidida por su capacidad de sacrificio, carácter competitivo, mentalidad de resistencia y el don laborioso de una mejora constante que lo ha mantenido en la cima del deporte con continuidad imperturbable. Solo Emerson en 1965 —hace más de 50 años— había remontado un partido tras perder las dos primeras mangas en una final del Open de Australia. Nadal ha superado a dos gigantes de este deporte, Djokovic y Roger Federer, en el número de Grand Slam ganados.

Nadie sabe bien cómo medir la calidad de los deportistas extraordinarios ante logros extraordinarios, pero la cantidad de títulos, la calidad de los rivales y el carácter dramático de la final del domingo en Australia encumbran a Nadal hasta situarlo entre la élite absoluta del deporte mundial de todos los tiempos. Junto con Djokovic, es el único tenista que ha conquistado en más de una ocasión cada uno de los cuatro grandes (Roland Garros, Wimbledon, Estados Unidos y Australia), tras su victoria de ayer por segunda vez, 13 años más tarde de su primer triunfo en 2009. El siglo XXI ha sumado a las listas de campeones a grandes figuras del tenis (como Serena Williams o Steffi Graf, con 23 y 22 Gran Slam cada una), pero este siglo parece hecho a medida de Nadal, de su humildad, de su elegancia moral y de su saber ganar, más difícil todavía que saber perder. Nadal ha alcanzado un récord tan exclusivo con un partido que empezó mal, se encarriló en su zona intermedia y estalló en un final apoteósico que mantuvo a la afición tan en vilo como extasiada cuando llegó el quinto set, y Nadal lo ganó. En Australia solo había sucedido en dos ocasiones anteriores. Lo hizo el mismo Rafa Nadal en 2009, pero el domingo fue otra cosa: la ratificación de un campeón excepcional cuando las cosas van bien y cuando las cosas van mal.


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