Naranja: el nuevo color del vino


Que un producto se muestre como un aliado de la salud, cuando en realidad es un serio peligro, es lo peor que le podría pasar a los consumidores. Especialmente en un momento en el que no solo el confinamiento, sino también la incertidumbre sobre el futuro durante la pandemia, han metido el bar en más de uno y dos hogares.

La industria de las bebidas alcohólicas, conocida en el argot internacional como la #BigAlcohol, es uno de los mejores ejemplos de lo que se entiende como un lobo con piel de cordero. Esta es la realidad de esta industria en todo el mundo, y España; lejos de ser una excepción, es uno de los modelos más claros y lamentables.

La ley antialcohol que nunca llega

La industria de las bebidas alcohólicas ha conseguido hacer recular a cuatro ejecutivos; dos del PP y dos del PSOE, y echar para atrás sendas propuestas de ley cuyo propósito era regular el sector en relación -principalmente, pero no de forma exclusiva-, con la publicidad y el acceso de los menores a esta clase de bebidas. Empezó en 2002 con el impulso del entonces ministro del Interior Mariano Rajoy; en 2006 de la mano de la ministra de Sanidad Elena Salgado; en 2013 fue la ministra de Sanidad Ana Mato la que se dio contra el muro y, en 2018, fue también la ministra de Sanidad, en este caso Dolors Montserrat, la última en saborear la derrota.

Siempre acabó todo en agua de borrajas. Además de las típicas rencillas entre partidos siempre salían a relucir -de forma bastante explícita-, las injerencias de un sector con una amplia capacidad de ejercer su influencia para evitar la temida ley. En palabras del médico de familia Rodrigo Córdoba, profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza, “el poder de estos sectores tiene mucho que ver con su porcentaje de participación en el Producto Interior Bruto (PIB), y en España el sector de las bebidas alcohólicas suma más del 2% del mismo”. De hecho, solo el sector de la cerveza aporta el 1,3% del PIB; cuando el del tabaco ronda el 0,3%.

Traducido a euros, el 1,3% del PIB español son más de 15.000 millones -solo en cerveza- de los cuales 3.600 se perciben en forma de recaudación para el Estado. Su compañero en la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC), el también médico de familia Paco Camarelles, tiene claro cuál fue “el secreto” para que en su día saliera adelante la ley antitabaco. “Este tipo de regulaciones necesitan dos ingredientes indispensables: una presión social importante y unos medios de comunicación alineados al respecto de los perjuicios del tabaco. Todo ello generó una conciencia antitabaco con todos los colectivos sanitarios alineados, sin fisuras”.

Por aquel entonces también existieron presiones para echar la ley antitabaco atrás. “Siempre se esgrime lo mismo: la destrucción del empleo que supondrían esas medidas, la ruina que implicaría para el sector de la hostelería, del turismo, etcétera”, aclara Camarelles. A pesar de todo ello la ley antitabaco cayó a la primera; no digamos que fácil, pero sí a la primera. La del alcohol es diferente: esta industria es mucho más poderosa y parece inaccesible.

Así pone cara de buena la industria del alcohol

Para evitar la temida ley antialcohol, que tan perjudicial le resultaría al sector, la industria de las bebidas alcohólicas cuenta con una bala de plata: mostrarse como un solucionador de problemas, y no como causante de los mismos. Algo que al parecer mantiene convenientemente contentos a los cambiantes ministerios de Sanidad, que se han olvidado de esa bonita frase de abuela -con más razón que un santo- que dice que “no es más limpio el que más limpia, sino el que menos ensucia”. De este modo, cada subsector ofrece de cara a la galería una pantalla a partir de la cual muestra su perfil, más que amable, benefactor.

Por ejemplo, FEBE, la Federación de Bebidas espirituosas, cuenta con la Fundación Alcohol y Sociedad; la Asociación Cerveceros de España, con el FICYE, el recién estrenado Foro para la Investigación de la Cerveza y Estilos de Vida -antes Centro de Información Cerveza y Salud- y las bodegas y denominaciones de origen de vino con FIVIN, la Fundación para la Investigación del Vino y la Nutrición. Las tres entidades se encargan de dar cera y pulir cera en su respectivo ámbito. De ellos nace, por ejemplo, la costumbre de pagar a médicos para dar lustre a los estudios que ellos mismos financian; en los que casualmente sus productos, siempre alejados del origen de cualquier problemática social o de salud, acaban siendo panaceas de la salud (algo que contamos con pelos y señales en este artículo).

El consumo moderado son los padres (y el responsable, los abuelos)

Lo más ignominioso de todo este asunto parte de saber que ellos, junto a sus socios internacionales, son los impulsores de un mensaje retorcido y envenenado: la promoción del grandilocuente lema del consumo moderado. Al hacer números resulta más que probable que si los ciudadanos hiciéramos un consumo moderado -y solo moderado- de las bebidas alcohólicas, esto implicaría, probablemente, la quiebra del sector. Afortunadamente hay quien ha hecho ya esos números: en este artículo de The Economist se ponen de relieve algunos datos elocuentes, obtenidos a partir de este interesante estudio referidos, eso sí, al Reino Unido.

Allí -y no hay razones para pensar que en España suceda algo diferente- una 25% de la población consume un nivel de bebidas alcohólicas considerado de riesgo o directamente dañino. Esa cuarta parte de los consumidores aporta el 68% de los ingresos al sector al tomar el 78% de todo el alcohol que se pone en circulación. Es decir, que lo del consumo moderado no se lo creen ni ellos, ya que si fuera así el sector afrontaría unas pérdidas cifradas en más de 14.000 millones de euros al año (solo en aquel país, claro).

Parece que apelar al consumo moderado no funciona entre los consumidores -desde un punto de vista poblacional- porque las bebidas alcohólicas comportan sí o sí un carácter adictivo importante. Sin embargo, el uso de este mensaje por parte de la industria le hace parecer un sacrificado mártir a ojos de los ciudadanos (y de los políticos). Solo esta industria sabe que, en realidad, hablar de moderación en lo que se refiere a sustancias con un potente carácter adictivo -como lo tiene cualquiera de las bebidas alcohólicas que pone en circulación- es tan ridículo como tratar de destruir un tanque de combate escupiendo contra él con mucha beligerancia.

Apelar al consumo responsable en vez de moderado es otra de sus estrategias, y también un nuevo brindis al sol. El documento Prevención de los problemas derivados del alcohol se refiere a él de la siguiente forma: “Es absurdo hablar de consumo responsable de sustancias adictivas, poniendo dicha capacidad adictiva a prueba en el ejercicio de la responsabilidad” siendo además que para más inri, “el consumo responsable es un concepto que no existe ni en la OMS ni en ningún glosario o léxico reconocido por instituciones sanitarias”, aclara este texto, activo actualmente, en la web del ministerio de Sanidad.

El mejor camino

Paco Camarelles y Rodrigo Córdobas, ambos médicos especialistas, forman parte del Programa de Actividades Preventivas y Promoción de la Salud de la semFYC y tienen una amplia experiencia en defender los intereses de los ciudadanos en diversos frentes; entre los que destacan el del hábito tabáquico y el del consumo de alcohol. Ambos coinciden al afirmar que en la actualidad cada día se publican más artículos científicos sólidos que ponen de relieve los perjuicios del consumo de alcohol en la sociedad, pero todavía no hay una masa crítica suficiente que permita ganar la batalla tal y como pasó con el tabaco. Respecto a la educación de la ciudadanía son contundentes: “La educación sirve solo cuando existe un marco regulatorio que incluye sanciones, y aunque estamos muy lejos de conseguirlo, no descansaremos” sentencia Camarelles.

La ley antitabaco prosperó principalmente por el papel del fumador pasivo, es decir, por los efectos negativos que en terceras personas tenía que alguien fumara. Esta situación, según los directivos de FEBE, no se produce con el consumo de bebidas alcohólicas. Pero su perspectiva no es cierta, más al contrario, en 2010, un grupo de expertos en drogas jerarquizó el daño total que causan las 20 sustancias adictivas más comunes en nuestro entorno -legales o no- y concluyó que el alcohol es el principal causante de perjuicios contra la salud, principalmente debido al daño que causa en los no consumidores.

En el sentido más práctico posible, ambos médicos nos ofrecen la mejor receta para la prevención de los problemas relacionados con el alcohol en jóvenes, que consiste en la adopción de una serie de medidas basadas en evidencias experimentales, y los precedentes de países similares al nuestro. En abril de 2017 Rodrigo Córdoba presentó la ponencia Menores sin alcohol de la Comisión Mixta Congreso-Senado, donde ofreció la visión del grupo de educación sanitaria y promoción de la salud del PAPPS sobre las medidas efectivas en la prevención de los problemas relacionados con el alcohol en jóvenes. En resumen, fueron las siguientes:

  1. Aumentar el precio de las bebidas alcohólicas mediante un impuesto especial. Que afecte a todas las bebidas de más de 1,2 grados, incluido, por tanto el vino y la cerveza.

  2. Reducir la disponibilidad y accesibilidad mediante la limitación de lugares y horarios de venta.

  3. Disminuir hasta cero la tasa de alcoholemia para la conducción de vehículos (y recordar que a partir de los 15 años se pueden conducir ciclomotores).

  4. Estimular el acuerdo social con el fin de respetar la mayoría de edad -18 años- en relación al consumo de bebidas alcohólicas. El único consumo aceptable hasta esa edad es cero.

  5. Reducir la publicidad y patrocinio de las bebidas alcohólicas, así como desalentar las promociones y regalos de bebida, 2×1, el patrocinio de actividades juveniles, la publicidad por internet, etcétera.

  6. Sancionar el consumo de bebidas alcohólicas en la vía pública fuera de los espacios y horarios especialmente diseñados con anterioridad.

  7. Incluir advertencias relativas al efecto sobre la salud en todos los envases de bebidas alcohólicas; así como añadir la información nutricional incluido su valor energético. Una medida básica que el lobby del alcohol sigue posponiendo lo máximo posible. Fíjate en este post de 2015; aun seguimos igual: es decir, a cero.

  8. Establecer programas educativos interactivos bien diseñados y evaluados al margen de los tentáculos del sector.

Solo así, dejando de blanquear y bailarle el agua a la industria del alcohol -de cualquier graduación, color, marca o variedad- conseguiremos empezar a solucionar una de las adicciones más graves para la salud. Con coartada legal, además.

Juan Revenga es dietista-nutricionista, biólogo, consultor, profesor en la Universidad San Jorge, miembro de la Fundación Española de Dietistas-Nutricionistas (FEDN) y un montón de cosas sesudas más que puedes leer aquí. Ha escrito los libros “Con las manos en la mesa. Un repaso a los crecientes casos de infoxicación alimentaria” y “Adelgázame, miénteme. Toda la verdad sobre la historia de la obesidad y la industria del adelgazamiento” y -muy importante- es fan de los riñones al jerez de su madre.

Las amistades peligrosas -e interesadas- de las bebidas alcohólicas

Las acciones promocionales buscan que el sector salga reforzado, vinculando su imagen a las instituciones de la administración -mejor si es sanitaria- y a colectivos científicos o al menos con apariencia de serlo. En este sentido sobran ejemplos; veamos algunos de ellos sin que haga falta remontarse al origen de los tiempos:

  • En 2019 la Federación Española de Bebidas Espirituosas sacaba pecho en redes sociales contando que acababan de recibir -por parte del Ministerio de Sanidad-, la Medalla a la Orden del Mérito por su proyecto de Responsabilidad Social Activa, que incluye diversos programas para incentivar un consumo responsable y conseguir un consumo cero en colectivos de riesgo.

  • No era la primera vez: en 2016, la misma FEBE, recibió también del Ministerio de Sanidad la Cruz Blanca de la Orden al Mérito del Plan Nacional sobre Drogas. Aunque lo parezca, no es El Mundo Today.

  • De nuevo FEBE, en 2013, se congratulaba de presentar sus grandilocuentes campañas de la mano del Ministerio de Sanidad, concretamente con la ministra Ana Mato.

  • Algo que no es precisamente novedoso en España, ya que este tipo de labores de cabildeo las ejerce el sector en todo el mundo. Por ejemplo, desde la semFYC nos pusieron al corriente de que, a pesar de que el gobierno británico tenía proyectada la introducción de un precio unitario mínimo para el alcohol en Inglaterra y Gales, el proyecto se quedó en nada. Tanto que los políticos terminaron por ignorar la fuerte evidencia existente sobre las medidas de prevención, con el fin de proteger los intereses de una industria que mostró sus fauces de forma bastante convincente.

  • Merece la pena recordar también la imagen esquizoide de un gobierno que en 2017 tenía dos campañas activas, una por parte del Ministerio de Agricultura para “acercar a los jóvenes el vino”, y otra de mano del Ministerio de Sanidad para advertir del riesgo de consumo de alcohol entre los menores (esta última campaña probablemente fruto de su relación con FEBE).

  • No se puede pasar por alto las relaciones del sector, en este caso típicamente de la cerveza y del vino, con instituciones que les den lustre en el ámbito científico siendo, por ejemplo, patrocinadores de congresos médicos, jornadas “informativas” -con muchas comillas- en colegios de profesiones sanitarias, etcétera. En este terreno es imprescindible mencionar a SEMERGEN, la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria que siempre ha demostrado unas tragaderas sin parangón para dejarse patrocinar. Lo más desafortunado de este asunto es que más allá del mero patrocinio y el habitual alquiler de espacios, las empresas que así lo desean -incluidas las de las bebidas alcohólicas-, pueden alquilar también “sesiones científicas” -más comillas, por favor- en sus congresos, en las que el patente conflicto de interés, o bien no sea declarado o bien sea muy difícil de identificar.

  • Por último, y hablando de vino y cerveza, es necesario mirar a la SENC, la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria, que desde 2004 lleva incluyendo a estas dos bebidas dentro de las recomendaciones de su tristemente famosa y nada recomendable -por esta y muchas otras razones- pirámide de la alimentación saludable.




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