Todavía no ha cumplido 30 años, le quedan todavía varios meses, pero Natalia Sánchez sabe que ya ha vivido dos de los momentos más emocionantes de su vida. En pleno confinamiento por el coronavirus, la actriz hacía frente a la recta final de su embarazo, una etapa llena de emoción que disfrutó en compañía de su chico, el también actor Marc Clotet, y su hija pequeña. Si bien le hubiera gustado que la llegada del niño, que se llama Neo, se hubiera en un situación normal para disfrutarla rodeada de los suyos, la madrileña no puede estar más feliz.
Hace apenas diez días la pareja daba la bienvenida a Neo, un bebé que pesó al nacer nada menos que 4 kilos y que llegaba tras un «parto mágico» que propiciaron que el niño y la mamá tuvieran que estar en el hospital solo durante 24 horas. Fue entonces, cuando recibieron el alta, cuando comenzó un nuevo capítulo en las vidas de Marc y Natalia como papás de dos niños.
Precisamente, fue ese momento, en el que Lia conoció a su hermano pequeño, el que ha pasado a ser uno de los favoritos de la vida de Natalia Sánchez. Así lo ha reconocido ella misma en su última publicación de Instagram, en la que ha narrado como sucedió ese primer cara a cara. «He vivido pocos momentos tan emocionantes como este», asegura.
Cuando llegaron a casa del hospital, ella se quedó con el bebé mientras que Marc fue a recoger a su hija a casa de sus abuelos. «Yo esperaba en el salón de casa, impaciente, como una niña la noche de Reyes y Neo dormía en la habitación para que yo pudiera recibir a Lia. Nada más escuchar la cerradura de la puerta rompí a llorar…¡Empezamos bien!, pensé», comienza explicando Natalia.
«Estaba tan nerviosa y emocionada a la vez… Era la primera vez que me había separado de ella 24h desde que nació y, claro, ella estaba tan contenta pero yo pensaba que, para entonces, ya me habría dejado de querer y me odiaría, por supuesto, por haber tenido otro hijo (sí, así de melodramáticas somos algunas…?♀️). Cuando atravesó la puerta del salón y la vi… Dios mío…¡QUÉ MAYOR! De pronto era una niña enorme, altísima, que ¡bien podría estar llegando de la universidad!(insisto, el melodrama es lo mío?♀️). Según me vio, vino corriendo a mi pecho. Me miró y, sin soltar el pecho (claro), me sonrió como si nada hubiera pasado…¡Bien! ¡Me sigue queriendo!, pensé. Y volví a llorar. Las dos reímos».
Tras ese momento tan especial, le contó a la pequeña que su hermano la estaba esperando en la habitación y que le «había traído una muñeca muy bonita (la idea era que la llegada de Neo no fuera la única “novedad” del día así que cogimos la más hortera que encontramos en la tienda del hospital ?♀️) ‘¿Quieres ir a la habitación a conocerles?’ Ella asintió emocionada».
Fue entonces cuando se produjo el momento. «Al entrar en la habitación se quedó pasmada. Me agarraba la mano fuerte y no sabía muy bien a quién mirar, si a la muñeca o a Neo. Le dije: tú coge a la muñeca, yo cojo a Neo y vamos al sofá ¡corre! Aceptó». Ya en la tranquilidad del salón, Lia se fijo en su hermano. «Se acercó, le tocó suavemente los pies y, en cuanto Neo se movió, ella quitó la mano corriendo y rió nerviosa. Supongo que no esperaba que ese ‘muñeco’ se moviera y estuviera calentito… Todos reímos (un poco nerviosos, también). Después, y por iniciativa propia, volvió a cogerle suavemente los pies, esta vez para darles un beso. Yo volví a llorar. Ya somos 4… Fin.❤️».