Negocios para repoblar la España vaciada


La España vacía irrumpió pisando fuerte en el Congreso hace menos de un año pero la pandemia se interpuso en su camino. A pesar de ello, la reivindicación sigue viva en sus pueblos, donde este sábado miles de ciudadanos de varias provincias de Castilla-La Mancha y de Aragón volvieron a salir a las calles en defensa de la sanidad pública y rural digna: reclaman más plazas en los hospitales, médicos en los consultorios y centros de especialidades que atiendan a una población que lucha por no ser olvidada. Siguen plantando cara. Las asociaciones vecinales y culturales lo ven como un movimiento de resistencia, una carrera de fondo en la que todo se aprovecha para reactivar sus territorios.

La Plaza de San Juan, en el corazón de Teruel, se preparaba este sábado para una mañana histórica. Desde primera hora, vecinos vestidos con chalecos amarillos llenaban la ciudad de pegatinas y carteles: “Sanidad pública”, “por un hospital mejor”, “más plazas, más camas”. Querían dar vida a una cadena humana que se desplegara desde la puerta del hospital Obispo Polanco, cerca del centro, hasta el nuevo sanatorio, todavía en obras, a unos tres kilómetros de allí. Lo mismo ocurrió el 4 de octubre del año pasado, cuando unas 700 personas enmudecieron la ciudad para exigir más atención de las autoridades. Esta vez lo hicieron con estrictas medidas de seguridad debido a la pandemia. Una vecina hasta traía una cinta métrica: “Al menos 2,5 metros de distancia”, decía riendo. No querían que la manifestación para reclamar mejoras en el hospital se volviera en su contra.

Manuel Gimeno, uno de los portavoces de Teruel Existe, fue el primero en llegar delante de las puertas del hospital Obispo Polanco, donde trabajó durante 25 años. Este especialista en medicina familiar dio inicio a una cadena humana que sumó alrededor de 1.400 personas. Han pasado 38 años desde que se puso la primera piedra del centro y, desde entonces, han cambiado gobiernos y proyectos. Convencidos de que la pandemia ha visibilizado las deficiencias sanitarias, los vecinos reclaman más plazas, más habitaciones individuales y una unidad de radioterapia.

El Gobierno de Aragón, sin embargo, hizo pública su negativa a la ampliación del nuevo hospital, que prevén acabar en 2023, tan solo 24 horas antes de la movilización. La consejera de Salud, Sira Repollés excluyó aumentar el número de habitaciones individuales —que se quedará en un 41%— y de plazas, amparándose, entre otras cosas, en la futura despoblación del territorio: “Con la previsión de disminución de población en la provincia de Teruel creemos que no es necesario un 80% de las habitaciones individuales”, afirmó, citando datos del Instituto Nacional de Estadística del pasado 22 de septiembre, en los que se prevé una pérdida de 11.552 habitantes en Aragón en los próximos 15 años.

Sus palabras han indignado a los vecinos. Pepe Polo, presidente de la federación de asociaciones vecinales y culturales de Teruel, lo considera un mensaje demoledor. “El Gobierno de Aragón no tiene la voluntad de impulsar las medidas de repoblación”, lamenta. “¿Para qué me quedo aquí si el hospital va a ser pequeño porque vamos a ser menos? Me lo está diciendo mi propio Gobierno, que es el que tiene que adoptar las políticas para revertir esta situación”, zanja.

M.R., quien prefiere no identificarse, es médico residente del Obispo Polanco. La joven, que asiste a la manifestación desde la puerta del hospital, cree que el discurso de la consejera es una declaración de intenciones: “Esto es un pez que se muerde la cola: si no hay servicios, no hay población que se quede”. El año pasado votó por Teruel Existe, y asegura que volvería a hacerlo: “Es la única alternativa que hay para mi vida, el único futuro que hay pasa por ellos”, concluyó.

Como ella, muchos turolenses creen en Teruel Existe como única alternativa posible a sus reivindicaciones. Sentado delante del viejo hospital, el portavoz de Teruel Existe explica que la llegada al Congreso de la formación provocó “un cambio tremendo”, con la irrupción de conceptos como “cohesión territorial” y “vertebración” en la agenda política. Está convencido de que los próximos Presupuestos atenderán las demandas de la España vaciada. “Tomás Guitarte es su voz”, sentencia.

En una reunión con la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, el pasado jueves, Guitarte reiteró la necesidad de superar los desequilibrios territoriales. Sometió su apoyo a los Presupuestos a que se cumplan demandas como la digitalización de las zonas rurales y mayores inversiones en infraestructuras, los compromisos del acuerdo de investidura con el PSOE y el Plan de Reactivación de las Zonas Despobladas, aprobado en junio. “Nos gustaría elaborar un presupuesto transversal, donde el contenido ideológico quede en segundo plano, y que vayamos a buscar las soluciones reales a los problemas reales”, afirmó. Manuel Gimeno suscribe: “Llevamos 20 años en la reivindicación. Si dimos este paso es porque no había otra posibilidad pero no nos gusta la política, no queremos entrar en ella. Lo que queremos es que se resuelvan los problemas”, zanja.

Polo, representante de los vecinos, encabezó la movilización en la capital turolense, pero reivindica a toda la España vacía. “Llevamos desde los años 60 perdiendo nuestro futuro por culpa de las políticas de desarrollismo. Revertir esta tendencia de aislamiento y pérdida de población es una lucha titánica y los resultados no se van a ver en un día”, reconoce. Para él, lo importante es construir una “resistencia” que reactive el territorio.

Molina de Aragón: A contra viento en la Siberia española

Con la pandemia, el foco político ha dejado de apuntar hacia la España vacía y la atención se dirige ahora a las grandes ciudades, como Madrid. Pero los planes de los colectivos de los pueblos y de las comarcas no se han detenido. La mejora en la atención sanitaria es solo una de las misiones que La Otra Guadalajara tenía antes de la crisis del coronavirus. Entre sus victorias está la creación del Centro de Especialidades, Diagnóstico y Tratamiento (CEDT) de Molina de Aragón (3.275 habitantes), que comenzó a operar en 2010 y que gestiona 6.700 tarjetas sanitarias.

El mediodía de este sábado 3 de octubre el termómetro marcaba 5 °C y el poco sol que había no calentaba la acera frente al centro de especialidades, donde se reunieron al menos 40 personas. Agustín Ruiz, que ha vivido sus 69 años en este municipio, es el primero en llegar. Con mascarilla y camiseta amarilla con el logo del movimiento La Otra Guadalajara, al que pertenece desde 2008, reparte carteles a los transeúntes. Vuelven a protestar, pero con la mascarilla puesta.

Miguel Ángel Sarmiento viaja 280 kilómetros hasta el Hospital Universitario de Guadalajara para ir al oculista. Este vecino de 58 años ha acudido a una consulta con un especialista en su centro médico una sola vez. Después, tuvo que ir a la capital de provincia. El médico argumentó que le era complicado ir a la comarca y le recomendó seguir allí su tratamiento. “Los especialistas brillan por su ausencia”, sentencia. En el centro de especialidades se pasaba consulta dos veces al mes, pero con la pandemia la frecuencia de las visitas ha decaído, según cuentan los vecinos. “No decimos que tienen que venir todas las semanas,” añade Susana Álvarez, oriunda de Molina de Aragón. “Pero al menos para la primera visita que es importante para que te evalúen y te manden pruebas, así te evitan viajes a Guadalajara”.

Azucena Dombriz, portavoz de la Otra Guadalajara, reclama que la pandemia no sirva de excusa para no retomar los servicios que se han reducido por la crisis sanitaria. La plataforma reclama un geriatra para el pueblo. “Con una población tan envejecida hace falta un médico que conozca la problemática del paciente”, explica.

De la mano de Teruel Existe y otros colectivos, la Otra Guadalajara participa en el diseño de un modelo de desarrollo que se presentará en el Congreso en los próximos meses. La iniciativa discute en ocho mesas temas como asuntos sociales, infraestructuras y energía, medio rural, investigación y cultura y políticas territoriales, entre otros.

Agustín Ruíz confía en que el movimiento poblacional les beneficie: “Gracias la gente, que sale de las ciudades para teletrabajar esto va a cambiar”. La Otra Guadalajara no busca un escaño, sino ser como la “espada de Damocles de las administraciones públicas para presionar contra la despoblación en Molina de Aragón y en otras comarcas”, añade.


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