Uganda, territorio que llegó a ser considerado hace un siglo por los fundadores del sionismo como posible hogar nacional del pueblo judío, ha sido el escenario elegido por Benjamín Netanyahu para escenificar uno de sus habituales golpes de efecto diplomáticos en vísperas electorales. El primer ministro israelí, que el 2 de marzo afronta el reto de las urnas por tercera vez en un año, viajó hasta el país africano el lunes, oficialmente para reforzar lazos con el Gobierno de Kampala, uno de los principales aliados del Estado judío en el continente. La sorpresa surgió ya entrada la noche, cuando el Ministerio de Exteriores israelí desveló que había mantenido una reunión no programada con el nuevo líder de Sudán, el general Abdelfatá al Burhan, en Entebbe, donde se halla el aeropuerto de la capital ugandesa.
“Me he reunido con el presidente del Consejo Soberano de Sudán y hemos convenido establecer vías de cooperación para normalizar las relaciones entre los dos países”, tuiteó Netanyahu en medio del silencio oficial sobre la cita. Poco después, el secretario de Estado de EE UU, Mike Pompeo, telefoneó a Al Burhan para agradecerle su papel en la “normalización de lazos con Israel” al tiempo que le invitaba a visitar Washington, según fuentes diplomáticas de EE UU citadas por France Presse.
Sudán no mantiene relaciones con Israel —la cumbre de la Liga Árabe de Jartum en 1967 es recordada por su consagración del rechazo unánime a la ocupación de Palestina— y acusó en el pasado al Gobierno israelí de haber apoyado la rebelión que condujo a la secesión de Sudán del Sur. El país africano sigue figurando además en la lista negra de naciones que apoyan el terrorismo elaborada por el Departamento de Estado. El levantamiento de las sanciones que conlleva esta catalogación es clave para su recuperación económica tras décadas de aislamiento.
Israel, que intenta atraer al mayor número posible de países árabes para que secunden la iniciativa de paz de Donald Trump en Oriente Próximo, busca en África y el Golfo todo tipo de apoyos. Los responsables palestinos no han dudado en calificar de “puñalada por la espalda” la reunión celebrada en Entebbe, en un momento en el que el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, se dispone a solicitar la condena del Consejo de Seguridad al plan de la Casa Blanca. “La Administración de Trump y el primer ministro Netanyahu están tratando a toda costa de destruir la causa palestina”, sentenció el secretario general de la Organización para la Liberación del Palestina, Saeb Erekat.
Una visita relámpago a Yamena ya le sirvió hace un año a Netanyahu para reanudar relaciones con Chad, suspendidas desde 1972, y poner otra pica diplomática en África para presentarse ante la opinión pública israelí como estadista insustituible tras una década de poder ininterrumpido.
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