Ni de gandules ni solo de españoles: la ciencia avala la siesta como una necesidad biológica

Hacer pan, ordenar los armarios, organizar vermús con los amigos por videollamada, consumir más Netflix que nunca, bajar al supermercado vestido para enamorar… y una más: soñar mucho, vívido y rarísimo. Esta última es la costumbre de la que no se habla en las guías para sobrellevar el confinamiento, que si todo va bien podría entrar pronto en su última etapa. El mundo de la vigilia y el de las tinieblas parecen haberse cambiado los lugares. Durante el día vemos ciudades vacías, seres humanos vestidos con trajes a los que no estábamos acostumbrados y una vida que se desarrolla a cámara lenta, en un ambiente enrarecido y sin sus protagonistas habituales. Sin embargo, durante la noche, en sueños, muchos viajamos y nos reunimos con amigos y familiares. Y a veces, algo más.

¿Ha soñado algo raro últimamente usted? Yo tengo sueños extrañísimos absolutamente todos los días. Todos tienen algo en común: siempre se desarrollan lejos –se diría que mi subconsciente los usa para poder viajar– y en todos ellos interactúo de manera inusual con la gente que conozco. En los sueños todo es inusual, pensará cualquiera, pero aquí va un ejemplo: yo, alguien a quien en el contacto físico le da reparo y lleva practicando el distanciamiento social desde hace lustros, sueño a menudo que abrazo y beso. También he soñado ya dos veces con familiares fallecidos (no en la actual pandemia) que resucitaban de la forma más natural y con los que me voy a dar un paseo o a comer entrecot.

“En un momento tan particular como el que estamos viviendo, en el que nuestros deseos de diferente índole están detenidos, aplazados y prohibidos, estos afloren a través de las ensoñaciones permitiendo que, al menos en la esfera onírica, podamos cumplirlos”

Paula García Casanova, Psicóloga especializada en sueño Grupo HLA y profesora del departamento de Psicología de la Salud de la Universidad de Alicante

Según Google Trends, que analiza los datos que buscamos en la red, el término “sueños raros” ha subido de cero a cien en sus motores de búsqueda desde el 22 de marzo (el valor cien indica la popularidad máxima de un término). Entre amigos la pregunta es perpetua: “¿Tú también estás teniendo sueños extraños?”. También se lo han preguntado los medios internacionales más influyentes. “Nuestros sueños locos son solo la punta del iceberg psicológico”, dice The Guardian. En The New York Times se han puesto más profundos: “¿Alguien más ha tropezado con la posible evidencia de que el universo posee una infraestructura metafísica finita detectada ocasionalmente por el subconsciente?”.

La pregunta, un poco menos hormonada, se la hemos trasladado a una especialista. ¿Marca el mundo ordenado de nuestra vigilia lo que sucede dentro de nuestras cabezas cuando dormimos? “El sueño y la vigilia son un tándem indisociable e inseparable”, confirma Paula García Casanova, Psicóloga especializada en sueño Grupo HLA y profesora del departamento de Psicología de la Salud de la Universidad de Alicante. “Aquello que vivamos, sintamos y hagamos durante el día influirá en nuestro sueño y viceversa. Existe gran cantidad de evidencia de que el contenido de los sueños refleja los problemas emocionales de la persona”.

“Al principio de todo esto soñé cosas raras, como que leía una entrevista con Christian Gálvez en la que contaba que tenía coronavirus”, explica Raquel Piñeiro, colaboradora habitual de ICON y editora de guías de viajes en Barcelona. Los viajes, precisamente, son las claves de muchos de estos sueños. “Ahora he vuelto a soñar lo mismo de siempre , pero una consecuencia inesperada es que los sueños se han vuelto muy importantes para mí. En ellos estoy en sitios a los que ya no puedo ir con gente a la que ya no puedo ver”. Carlos, español que trabaja en Londres, cumple a rajatabla esta última característica: “No paro de soñar con festivales de verano con mis amigos. Que es algo habitual en esta época, cuando llega la primavera, pero lo que ha cambiado en las últimas semanas es que esos sueños son más vivos porque duermo peor”. Laura, logroñesa que trabaja en una galería de arte en Lisboa, afirma que le “está pasando a tope. Lo más llamativo es que sueño a menudo que camino, que doy paseos, nada más. A veces, con alguna amiga que no tengo cerca. En alguna ocasiones los sueños se convierten en pesadillas y, en vez de pasear, estoy huyendo”.

¿Estamos soñando de forma insistente con todo aquello que no podemos hacer? “Freud dice que un sueño es, entre otras cosas, una proyección”, explica García Casanova.” Es decir, la externalización de un proceso interior a través del fenómeno onírico. Es interesante porque, para el padre del psicoanálisis, la proyección es también un mecanismo de defensa. Para él hay dos clases de motivos o puntos de partida para la formación onírica: un deseo inconsciente que por lo general está reprimido y que a través del estado de reposo encuentra la forma de salir a la conciencia o bien un deseo no satisfecho durante la vida diurna. Teniendo en cuenta estas ideas, podemos entender por qué en un momento tan particular como el que estamos viviendo, en el que nuestros deseos de diferente índole están detenidos, aplazados y prohibidos, estos afloren a través de las ensoñaciones permitiendo que, al menos en la esfera onírica, podamos cumplirlos”.

El cómico Wally Cox posa en los años cincuenta con algunos curiosos inventos para ayudar al sueño, como una máscara de calor.
El cómico Wally Cox posa en los años cincuenta con algunos curiosos inventos para ayudar al sueño, como una máscara de calor. Getty Images

Soñamos insistentemente con todo eso que nos está prohibido hacer, pero ¿por qué hay gran parte de la población impresionada ante lo vívido, retorcido y extraño de esos sueños? “Los sueños cumplen una función similar a la del juego simbólico en los niños y niñas”, explica la psicóloga Violeta Alcocer. “Nos permiten elaborar e integrar las experiencias vividas. Mediante el uso de metáforas y símbolos, los sueños articulan un discurso que refleja nuestros estados internos. Estas producciones, por así llamarlas, cumplen diversas funciones: en ausencia de estimulación, se incrementan los sueños vívidos y de contenidos bizarros y estimulantes”

Aparte de soñar más y mejor (o peor, según se mire), estamos recordando nuestros sueños de forma mucho más clara que de costumbre. Según Deirdre Barrett, una psicóloga de Harvard Medical School, ha explicado a The Cut, este repunte en la memoria de lo que soñamos se debe a la repentina bajada de ritmo de nuestras vidas y que a menudo un cambio radical de rutina lleva a que los sueños se hagan mucho más presentes y permanezcan en nuestra memoria. Según explica Paula García Casanova, “que el contenido del sueño se recuerde en mayor o menor medida es algo que tiene más que ver con la fase del sueño fisiológico desde la que se produzca el despertar”.

¿Sirven para algo estos sueños además de para hacer que nos levantemos impactados, tristes, conmocionados, excitados o nerviosos? García Casanova apunta que dentro del marco de las teorías neurológicas, no parece que los sueños cumplan ninguna función biológica, aunque también enumera diversos ejemplos de literatura clínica que llevan la contraria a esas teorías. “Para Jung, el psiquiatra y psicólogo suizo con importantes contribuciones en el análisis e interpretación de los sueños, el sueño ayuda a mantener el equilibrio psíquico del individuo. Para Adler, médico y psicoterapeuta austríaco, el sueño cumple una función de resolución de problemas personales. Entre las teorías psicológicas de la función de los sueños, la hipótesis más popular es aquella que sostiene que soñar resuelve nuestros problemas emocionales ayudándonos a ajustarnos psicológicamente y a mantener nuestra salud mental en situaciones de la vida real que nos preocupan emocional y psicológicamente, pero la evidencia científica hasta el momento es escasa”. Alcocer está de acuerdo en que no hay una interpretación universal sobre los sueños: “Lo que podemos recoger de ellos es, básicamente, el mensaje emocional que nos traen sus contenidos. ¿Es un sueño de alivio, de angustia, liberador, euforizante, triste, extraño…? Y también lo que ese mensaje significa para cada uno de nosotros según el momento de la vida que estemos transitando”.

En todo caso, nada de esto es nuevo. La incidencia de los sueños sobre personas sometidos a encierros y estrés está bien documentada desde hace décadas. En The New York Times se habla del caso de Kenneth Davies, un oficial del ejército británico que preguntó a sus compañeros en un campo de prisioneros de los nazis por sus sueños y registró todas sus respuestas. Estos prisioneros tenían, salvando las enormes y obvias distancias, ciertos puntos en común con nuestra situación actual: estaban encerrados de forma indefinida, pero tenían alimento, no estaban siendo torturados aunque fuesen prisioneros y se les estaba permitido mantener correspondencia con sus familias. La doctora Barrett, mencionada un poco más arriba, estudió los archivos de Davies en 2012 y llegó a conclusiones interesantes: aquellos hombres no soñaban apenas con sexo, tampoco soñaban los unos con los otros. Sí soñaban con escenas de sus propios pasados lejanos, como la infancia, con miembros de sus familias, tanto vivos como muertos, y con sus ciudades de origen.

Si atendemos a los miles mensajes publicados en Twitter de gente preocupada por sus sueños (muchos de ellos en un hilo del cantante Santi Balmes, de Love of lesbian, que ayer mismo pidió a sus seguidores que le contasen sus “sueños raros”) la coincidencia es asombrosa.

“En ocasiones, los sueños traen a la conciencia estados emocionales que hemos evitado durante el día, o son el fiel reflejo de los mismos”, remata Alcocer. “Los sueños nos ayudan a elaborar las pérdidas (por eso en los procesos de duelo son muy habituales los sueños relacionados con lo que se está viviendo) o pueden ser catalizadores de experiencias emocionales intensas”. ¿Hay algo que podamos hacer para sobrellevar mejor esos sueños que están evitando que descansemos correctamente? “Estos sueños pueden estar indicando la existencia de sintomatología emocional en la persona”, añade Paula García Casanova. “Para que aparezca el sueño, entre otras cosas, es necesario que el nivel del sistema simpático (el sistema que predomina en la vigilia y en situaciones de estrés) vaya reduciéndose al tiempo que va aumentando la presencia del sistema parasimpático (el responsable del sueño y de los estados de relajación). Ante situaciones de ansiedad y estrés más o menos crónicas, el sistema simpático está sobreactivado y esta excitación puede provocar un sueño superficial y fragmentado en el que dé la impresión de que tenemos sueños inconexos y sin sentido”.

Los consejos de la experta son “encontrar durante el día alguna forma de elaborar las cuestiones afectivas, por ejemplo a través de la terapia o de la escritura, o de desconectar con la realización de actividades placenteras, yoga u otro tipo de ejercicio físico. Y hay que tener presente que el sueño y la vigilia son un contínuum que debemos intentar cuidar no solo cuando vayamos a dormir sino durante todo el día”. Por cierto, la doctora Barrett está llevando a cabo un estudio sobre el coronavirus y los sueños en el que se puede participar online respondiendo a este cuestionario (que, por ahora, solo está disponible en inglés). Los efectos de la pandemia en el mundo real los vamos conociendo poco a poco. Los que deje en el mundo de las tinieblas serán casi igual de interesantes.

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