Ni un centímetro más hacia el Este


Putin tiene dos ideas claras, ambas referidas al pasado. La primera es que Ucrania es rusa. La segunda, que Estados Unidos no respetó su compromiso con la Unión Soviética al término de la guerra fría de no desplazar los límites de la alianza “ni un centímetro más hacia el Este”.

La expresión es de James Baker, el secretario de Estado de George W.H. Bush, y fue una especulación durante una conversación en 1990 con Mijail Gorbachov: “¿Preferiría usted ver una Alemania unificada fuera de la OTAN, independiente y sin presencia estadounidense, o una Alemania unificada y vinculada a la OTAN, con garantías de que los límites de esta organización no se desplazarían ni un centímetro hacia el Este?”. Nadie llegó más lejos que Baker. Eso fue todo.

La Alemania comunista desapareció y sus länder se integraron en la República Federal de Alemania, en la OTAN y en la UE. No hubo entonces acuerdo alguno, ni verbal ni por escrito, respecto a la política de “puertas abiertas” de la Alianza Atlántica hacia el Este, aunque es cierto que hubo partidarios, algunos muy relevantes, que expresaron sus reservas. A destacar la firme posición a favor de George W.H. Bush, artífice de una victoria en la guerra fría que siempre procuró disimular.

El telón de acero cayó. Había cola en los despachos de Bruselas, los de la Comunidad Europea y los de la OTAN. Helmut Kohl, el canciller de la unificación, lo dijo bien claro: hay que cosechar antes de que llegue la tormenta. Desapareció la Unión Soviética. Más por méritos propios que por empujones ajenos: la guerra de Afganistán, Chernobil, su gerontocracia, el retraso tecnológico, las ansias de libertad, una economía inviable y sobre todo la personalidad de Gorbachov. La tormenta llegó en 1999. Era un oficial de la policía política soviética ya disuelta llamado Vladimir Putin, nostálgico de las pasadas glorias imperiales y cargado de reproches contra todos.

Tratándose del pasado, hay que acudir a los historiadores. Así interpreta Timothy Snyder las elucubraciones de Putin: “La idea esencial es que Rusia tiene derecho a Ucrania debido a lo que ocurrió en Kiev hace mil años. Si los países pueden reclamar territorios de otros países con el argumento de los mitos milenarios, el moderno sistema de los actuales Estados deja de existir” (The Washington Post, 28 de enero). Marie Elise Sarotte niega la existencia de compromisos, ni siquiera verbales, en un importante libro de reciente aparición, que toma como título la frase de Baker (Not One Inch: America, Russia, and the Making of Post-Cold War Stalemate).

Las prisas y no pocas torpezas presidieron la ampliación de la OTAN. Pero ha sido Putin, y no Estados Unidos, quien ha vulnerado los acuerdos y tratados multilaterales que garantizaban las fronteras, la integridad y la soberanía de los países vecinos.

No se construye el futuro con mitos y ficciones sobre el pasado.

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