No estamos solas

Vale, pues aquí estoy. Te prometí escribirte todos los días y excepto el primero he cumplido. Lo que no me podía ni imaginar es el tipo de cartas que acabaría escribiéndote, y para evitar que me pasara lo mismo en el viaje de vuelta, decidí hacerte caso y tomar precauciones. Te habría encantado ver mi maleta ayer. La llené de lacitos y pegatinas, la pinté y la decoré, y para terminar de hacerla inconfundible, le enganché el colgante de Mario. Si existiera un premio a la maleta más única e inconfundible del mundo, te aseguro que ayer habría sido imposible no ganarlo. Así pienso dejarla para que esto no vuelva a repetirse, aunque bueno, nunca se sabe.

Adivinar el futuro nunca se me ha dado bien, pero por una vez creo que puede decirse —sin riesgo a equivocarme demasiado— que en cuanto Juanjo haga público lo que ha descubierto y exponga a su padre, en los trending topics de ese día se podrá leer el nombre del pueblo, el de Niela y su propietario, el del partido político de Patricio y algún juego de palabras entre todas estas opciones. Se va a armar una buena. Seguro que habrá gente que conozca a Patricio que se preguntará cómo es posible que fuera el artífice de toda esta movida, haciendo de nexo entre Niela y todos los políticos a los que untó para que votaran a favor de la ley de alquileres, pero les costará aceptar la respuesta. Patricio hizo esto porque pudo hacerlo. Porque se le daba fenomenal que la gente pensara bien de él, y eso le convirtió en el candidato perfecto para desempeñar este papel.

Sé más cosas de mi futuro, no te creas, incluso a largo plazo. Sé que volveré el próximo verano, aunque solo sea para que Juanjo pueda canjear ese otro vale que le regalé. También me gustaría volver para ver a Mario y a sus mamás. Y a Maribel. Con ella ha quedado pendiente una conversación para la que no sé si llegaré a estar capacitada, ni en este ni en ningún otro planeta.

Y ya está. No me atrevo a aventurarte nada más, excepto que voy a procurar estar menos pendiente del pasado y más de mi presente. Lo de este mes ha sido una excepción. No quise permitir que algo tan tonto y tan imprevisto como tu muerte nos fuera a impedir pasar este último verano juntas, aunque no lo hiciéramos tal y como habíamos planeado. Sé que nunca leerás estas cartas, pero me he sentido muy bien escribiéndotelas. Te he imaginado recibiéndolas y leyéndolas, como hacías siempre que viajaba sin ti, como si todavía siguieras cerca, a una llamada o un correo de distancia. Me he sentido muy acompañada.

Gracias por todo y buen viaje, mamá.

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Cartas desde la isla


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