“No estás solo”: los mensajes de apoyo y la carta de Pedro Sánchez al niño que sufrió una agresión homófoba


El caso de Diego, el niño de 11 años que se suicidó en octubre, volvió a poner en la agenda política, gracias a la lucha de sus padres, el tema del acoso escolar. Según un estudio de Save the Children, con preguntas a 21.500 estudiantes de entre 12 y 16 años, uno de cada diez alumnos asegura ser víctima de acoso escolar y un 22,6% afirma ser blanco de insultos frecuentes. A continuación, cuatro víctimas de varias generaciones nos cuentan su caso y nos explican cómo lograron salir adelante.

Yaiza. 14 años, acosada a los 7

“Lo mío comenzó en primaria, cuando tenía 7 años y cambié de colegio. Yo me comportaba normal, como lo había hecho siempre, pero un grupo de compañeras me tomó manía. Daba igual el lugar, ya fuese en el aula, en el patio o en los vestuarios del colegio, porque en todos ellos me arrinconaban y me insultaban: que si olía mal, que si era fea, que si no sabía vestir…

De tantas veces que me lo dijeron, me costó mucho convencerme de que no era así, incluso hasta un tiempo después de que dejaran de acosarme. Este es uno de los grandes problemas del acoso, y es que cuesta mucho trabajo recuperarse. En mi caso, he superado las secuelas más graves, pero en ocasiones todavía me pongo nerviosa al recordar todo aquello. Para mí es como una herida que aún está cicatrizando y que duele un poco al tocarla.

Tras los insultos, el acoso pasó a ser más físico: me robaban el desayuno y llegaron a lanzarme un pupitre. Por ejemplo, hubo un día en el que mis compañeras, después de clase de gimnasia, empezaron a lanzarme papel higiénico mojado. Me escondí en un baño, pero ellas me lo siguieron lanzando por encima de la puerta. En aquellas ocasiones me quedaba quieta, no sabía cómo reaccionar. Además, no me atrevía a decírselo a nadie por sus amenazas: ‘Como se lo digas a alguien, sufrirás el doble’, me decían. Así que mis padres no se enteraron hasta que mis primas se lo contaron.

En mi caso, logré superarlo al cambiar de colegio y al coincidir con una tutora que estaba muy involucrada en la lucha contra el acoso escolar. Ella nos habló abiertamente del problema y decidí contárselo. El hecho de haber tenido una profesora sensible fue decisivo en mi caso y por eso creo que es importante que los profesores estén bien preparados”.

Isaac (nombre ficticio). 22 años, acosado de los 3 a los 17

“A mí me acosaron desde los 3 hasta los 17 años. Da igual que haya pasado por colegios públicos y privados: toda mi vida escolar ha estado vinculada con el acoso. Al principio, cuando era más pequeño, otros niños me hacían vacío y me prohibían jugar con ellos. Es increíble cómo, desde tan pequeños, podemos albergar sentimientos tan crueles. Luego, más adelante, durante mi paso por un internado, de los 11 a los 15 años, otros niños se metían en mi habitación y me golpeaban por las noches.

Creo que la tomaban conmigo por ser muy introvertido. Siempre he sido una persona solitaria y me costaba mucho centrarme en los estudios. Aunque creo que también ha tenido que ver el hecho de ser centroamericano. Llegué a España cuando era muy pequeño, pero creo que el acoso contra mí tuvo un ingrediente racista.

Por ser una persona tan introvertida, me costó mucho exteriorizar todo lo que me estaba ocurriendo. Incluso, en un intento por integrarme, llegué a convertirme en acosador. Eso duró una temporada, hasta que me di cuenta de que ese camino no llevaba a ningún lado. Así que yo lo superé gracias a un ejercicio de resistencia pura y dura.

Ahora colaboro en una asociación llamada NACE (No al Acoso Escolar, info@noalacoso.org) y aconsejo a las víctimas que lo hablen con alguien. Es probable que, de haberlo exteriorizado, yo lo hubiese atajado antes. Pero no lo hice. De hecho, llevo acudiendo a terapia psicológica desde los seis años, y no se lo comuniqué a mi terapeuta hasta hace un par de años, cuando me vi con confianza para hacerlo. Y eso que ahora tengo 22 años”.

Marián Campello. 29 años, acosada en el colegio

“Empecé a sufrir acoso escolar hace 17 años, cuando el bullying no tenía ni nombre. Para referirme a ello, entonces, decía que en mi colegio de Elche se metían conmigo y me pegaban. Eso es lo que empezó a ocurrir cuando me puse del lado de otros niños que sufrían acoso. Desde entonces los acosadores la tomaron conmigo: empezaron con collejas en el pasillo y luego me esperaban fuera del colegio para golpearme.

En mi caso lo verbalicé con rapidez y se lo dije a mis profesores, pero no le dieron mucha importancia. También lo hablé con mis padres, quienes insistieron ante los profesores, aunque sin resultados. Mis padres hablaron incluso con los padres de mis acosadores, lo que tampoco sirvió. Por desgracia, las cosas no mejoraron hasta que me cambiaron de clase. Pero, aunque no consiguieron enderezar las cosas, mis padres se convirtieron en mi sostén principal y me apoyaron mucho.

Ahora la gente es más consciente de la lacra que supone el acoso escolar, por lo que quiero creer que hoy en día los profesores se lo tomarían más en serio y que actuarían mejor ante una denuncia como la mía. También hay algunos programas de mediación en los instituos que pueden servir de apoyo para quienes lo pasan mal. Por suerte, el acoso escolar cada vez se encuentra menos normalizado.

Desde que terminé el colegio casi no había vuelto a hablar de esto. Pero hace unas semanas decidí hacer pública mi historia en una sesión sobre acoso escolar en las Cortes Valencianas, donde soy diputada. Espero que mi historia sirva para que las víctimas sepan que no están solas”.

Luis Luque. 43 años, acosado de los 8 a los 15 años

“En mi caso hubo insultos, pintadas en el pupitre, amenazas y algunos empujones. La mayoría, con una motivación homófoba. Esto demuestra que el acoso escolar no es solo cosa de niños, sino que muchas veces volcamos en ellos nuestros prejuicios, nuestros odios, nuestros miedos y nuestros fracasos. De alguna manera, hemos hecho que ellos se empapen de nuestro miedo a la diferencia.

Necesitamos una reflexión generalizada para que padres, profesores y alumnos tomen conciencia de la importancia del problema. Por fortuna, desde los 8 a los 15 años, cuando fui víctima de acoso, no sufrí las terribles agresiones físicas que a menudo saltan a las noticias. Pero deberíamos ser muy conscientes de que el abuso también está en aquellos insultos y en aquellas pintadas, que pueden hacer mucho daño a las víctimas.

También deberíamos volcarnos en que los alumnos sepan reaccionar ante el acoso. De igual manera en que yo fui víctima de acoso, también fui testigo de cómo acosaban a otros compañeros. Y entonces no reaccioné de ninguna manera, me limité a contemplarlo. Durante todo este tiempo, hemos estado muy paralizados ante el acoso escolar, y es hora de que aprendamos a reaccionar. Como víctima, yo no manifesté el problema ante ningún adulto porque me daba vergüenza, pero ahora quienes sufren acoso deberían tener claro las herramientas para superarlo.

Ahora soy director de teatro y estoy dirigiendo El pequeño pony, una obra sobre acoso escolar que escribió Paco Bezerra basándose en una historia real ocurrida en Estados Unidos. En 2014, un niño de nueve años empezó a sufrir bullying por llevar una mochila de la serie animada Mi pequeño pony. La dirección del centro no encontró otra solución más que pedir al niño que dejara de llevar la mochila porque era un detonante de acoso. La obra trata sobre aquel caso y, debido a mi pasado, es una de las obras más personales que he dirigido hasta ahora”.

* Los testimonios de este artículo han sido recopilados por Álvaro Llorca


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