Carlos Iturgaiz, en una imagen de archivo del 2018. En vídeo, García Egea confirma su candidatura para Euskadi. Rodrigo Sura EFE | Vídeo: EPV
Hay nombres que, como un manojo de cerezas, arrastran a otros con solo nombrarlos. El de Carlos Iturgaiz conduce a una generación de políticos vascos, del PP y también socialistas, que se las tuvieron que ver a pie firme contra el terrorismo de ETA, viviendo siempre escoltados, coincidiendo en funerales y plenos de condena, temiendo siempre que una llamada intempestiva —las más peligrosas eran a primera hora de la mañana y a última de la tarde— les anunciara el último atentado.
No hay más que ver la fecha en que Carlos Iturgaiz (Santurtzi, Bizkaia, 54 años) se hizo con la presidencia del PP en el País Vasco —octubre de 1996— para acordarse enseguida de Gregorio Ordóñez, el concejal de San Sebastián que fue asesinado un año antes mientras almorzaba junto a María San Gil. Una época olvidada y casi imposible de imaginar por las nuevas generaciones en las que la amenaza terrorista y su estrategia criminal de “socialización del sufrimiento” borró prácticamente las diferencias entre los partidos no nacionalistas. Estaba en juego la vida, nada menos, y también la necesidad de dejar testimonio en las instituciones y fuera de ellas de que, pese a las bombas, siempre habría resistentes, una lucecita encendida en el lado no nacionalista de la vida.
Y, por eso, tanto las direcciones nacionales del PP y del PSOE, fueron conscientes de que en el País Vasco jugaban un partido desigual. Ser concejal socialista o popular en Euskadi no era tan fácil como serlo del PNV. Ni para ellos ni para sus familias. A la hora de elaborar una lista electoral para un Ayuntamiento perdido de Gipuzkoa o de Bizkaia no se estaba en disposición de buscar currículos brillantes o estrategas de la política, o no solo, sino sobre todo héroes. Gente corriente que se jugara la vida mientras otros muchos cerraban las ventanas. Y de esa estirpe y de esa época surge ese manojo de nombres que arrastra ahora, tanto tiempo después, la elección accidentada de Carlos Iturgaiz para las elecciones vascas. Muchos de ellos nombres jóvenes, de mujeres y de hombres, populares y socialistas. Carlos Iturgaiz, María San Gil, Miguel Ángel Blanco, Eduardo Madina, José Luis Caso, Manuel Zamarreño, Maite Pagazaurtundua, Isaías Carrasco, Borja Sémper… Unos pudieron contarlo y otros no. Y entre los que pudieron contarlo, unos siguieron más o menos en la primera línea de la política y otros, como Iturgaiz, fueron ocupando puestos cada vez más alejados de los focos de la actualidad.
El ahora de nuevo candidato a lehendakari (ya lo fue en 1998), además, siempre se asoció a los nombres de la etapa más dura del PP, aquella en que con José María Aznar en La Moncloa y Jaime Mayor Oreja en el Ministerio del Interior se optó por organizar, junto al PSE de Nicolás Redondo Terreros un frente común que contrarrestara el Pacto de Estella suscrito por los partidos nacionalistas vascos. Aquel “a por ellos” a la desesperada organizado desde Madrid no funcionó, y la única alternativa fue seguir resistiendo.
Ahora, tantos años después, y tras perder su puesto de eurodiputado por falta de confianza de la misma dirección del PP que ahora lo nombra cabeza de lista en Euskadi, reaparece por sorpresa en escena Iturgaiz. Y lo hace de la mano de sus antiguos jefes. Porque a nadie se le escapa que, aunque la rúbrica de su nombramiento sea de Pablo Casado, la letra es de Aznar, a quien Iturgaiz acompañó en Bilbao el jueves durante la presentación de un “manual contra el nacionalismo”.
Si para Alfonso Alonso la única posibilidad de ser alternativa en el País Vasco era demostrar una cierta independencia de Génova, el Iturgaiz de ahora representa todo lo contrario. Un candidato teledirigido desde Madrid y rescatado del fondo del baúl de los malos recuerdos.
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