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Nuevo informe del IPCC: vivimos ya en un planeta distinto, hay que actuar rápido para asegurar un futuro habitable


Cada año se publican miles de trabajos sobre el cambio climático y sus impactos sobre los sistemas naturales y humanos. Resumir lo que se sabe y condensarlo en una frase que sea fácil de entender por todos y que sirva para guiar la gobernanza mundial no es sencillo. El Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático, más conocido como IPCC (sus siglas en inglés), es justo lo que viene haciendo cada seis o siete años desde hace más de tres décadas. En 2007, en el plenario que se celebró aquí, en Valencia, se acuñó por primera vez para referirse al clima la frase “el calentamiento del sistema climático es inequívoco”. Por si no queda claro, lo que dice es que la ciencia del clima en aquel momento no tenía duda de que el planeta se estaba calentando.

Como no puede ser de otra manera, para poder llegar a tal conclusión tenía que haber múltiples evidencias, que no puedo desarrollar aquí. La ciencia del clima utiliza datos recolectados por miles de observatorios, distribuidos por todo el mundo, y por satélites, sondas y otras muchas fuentes que permiten una cobertura global y sirven de base para los pronósticos diarios del tiempo que forman parte de nuestra cotidianeidad. Si bien los estudios del clima vienen teniendo bases de datos mundiales, que permiten saber el tiempo de mañana en cualquier lugar del planeta, no existe información comparable en resolución espacial o temporal para los ecosistemas o los sistemas humanos. En general, apenas hay observaciones de forma generalizada para todo el mundo y mucho menos que tengan el número de años necesario para poder inferir de forma robusta cambios de tendencia y explicar las razones de ello. Cada país tiene sus datos, pocos en general, y poco disponibles de forma abierta.

Los naturalistas o los científicos sociales del Grupo II (Impactos, adaptación y vulnerabilidad) del IPCC hemos sentido envidia sana hacia nuestros compañeros del Grupo I (Las bases físicas del clima), porque ellos podían hacer algo que no estaba a nuestro alcance. ¿Cómo hemos ido caracterizando lo que estaba ocurriendo con los impactos del cambio climático en los sistemas naturales y humanos en este tiempo? Pues como se ha podido.

En el cuarto informe (2007) dijimos: “hay evidencia observacional de todos los continentes y la mayoría de los océanos de que los sistemas naturales están siendo afectados por cambios regionales del clima, particularmente por el aumento de las temperaturas”. Como se ve, lenguaje comedido para decir que estaba pasando algo, pero las evidencias que teníamos eran limitadas, y apenas permitían lanzar un mensaje global. A nivel regional, sobre todo en los sitios mejor estudiados, pudimos ir algo más lejos: “Por primera vez, se han documentado en Europa amplios impactos de los cambios en el clima actual (confianza muy alta)”.

En el quinto informe (2014), tras un exhaustivo estudio de todos los trabajos que había en aquel momento, pudimos ampliar el mensaje: “En las últimas décadas, los cambios en el clima han causado impactos en los sistemas naturales y humanos en todos los continentes y en los océanos.” Cómo se ve, en los siete años de un informe a otro la ciencia había avanzado, y ya se pudo hablar de impactos generalizados en tierra y mar y en los distintos sistemas naturales y humanos del mundo, aunque las evidencias siempre son más robustas en los continentes ricos, mejor estudiados, que en los pobres.

El sexto informe que se acaba de aprobar va un paso más allá, y culmina el proceso que comenzó en 1988, al decir: “La evidencia científica acumulada es inequívoca: el cambio climático es una amenaza para el bienestar humano y la salud del planeta”. Por fin, aunque por desgracia, la terminología dura de “no hay duda” se aplica también a la inmensa complejidad de los sistemas naturales de todo el planeta y los sistemas humanos que de ellos dependen. La ciencia ha tardado 30 años en certificar que nuestra acción amenaza la salud del planeta y, con ello, nuestro bienestar. ¿Qué lleva al IPCC a dar este salto en sus conclusiones? Como siempre, son evidencias múltiples, que escapan el detalle que cabe en una pequeña nota. No obstante, hay un grupo de ellas que merece comentarse.

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Desde hace unos pocos años, los episodios meteorológicos y climáticos extremos, sobre todo los de mayor magnitud, son estudiados con técnicas de lo que llamamos atribución. En resumen, se analiza si lo ocurrido es atribuible al cambio climático. Por ejemplo, los extraordinarios incendios de Australia de hace un par de años, que arrasaron 5,8 millones de hectáreas, matando a miles de millones de animales, o las inundaciones de centro Europa del año pasado, o la ola de calor del año pasado del Pacífico Norte, que hizo que se alcanzasen temperaturas bien por encima de 40 grados en zonas del norte de Canadá, o tantos y tantos ejemplos de extremos climáticos y meteorológicos que, por desgracia, vivimos ya en primera persona casi todos los años. Muchos de los episodios que se estudian resultan haber sido causados, en parte, por el cambio climático; esto es, el cambio climático tuvo algo que ver porque los hizo más probables, intensos o duraderos.

Los impactos de estos episodios extremos son los que conducen a los mayores desastres, y hoy están dañando nuestros sistemas naturales, minando los modos de vida de millones de personas y conduciendo a su migración forzada, entre otros efectos. Son la expresión máxima del impacto de un clima recalentado. A esto se suman otros múltiples casos de impactos aquí y allá que pueden referirse al cambio de clima, y que, pacientemente, los autores del IPCC han ido recopilando.

El resultado final es que el impacto del cambio climático sobre el planeta no tiene duda. Vivimos ya en un planeta distinto del que conocimos los que peinamos canas. Pero hay más, el IPCC avisa: “Cualquier nuevo retraso en la acción concertada mundial hará que se pierda la breve ventana que aún existe, pero que se cierra rápidamente para asegurar un futuro habitable”. En otras palabras, hay tiempo para actuar y evitar impactos mayores, pero este es corto, muy corto, por lo que hay que incrementar la ambición para detener el calentamiento y hacer que las emisiones de los gases de efecto invernadero empiecen a descender ya, no a disminuir su tasa de aumento, sino a disminuir a secas. Basta ya de hacerse trampas al solitario. Que vivamos en un mundo distinto del que algunos vimos al nacer porque nosotros lo hemos cambiado es algo que requiere toda nuestra atención.

José Manuel Moreno. Catedrático de Ecología, Universidad de Castilla-La Mancha y miembro del equipo de autores del IPCC.

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