Si no fuese por el hecho de que la grada estaba desalentadoramente desierta, vacía de ánimo y silenciosa con la falta de ruido propia de esta época de pandemia, de calles semivacías y falta de planes de futuro, uno hasta podría haber pensado que se trataba de un derbi como los de antaño.
Pero no. Ni el sorprendente recibimiento de cientos de hinchas colchoneros en la llegada del equipo, ni el mosaico de la grada que quería recordar que este asunto fue una vez de la gente, ni la tensión que se anticipaba entre dos equipos que se jugaban gran parte de sus opciones del título de LaLiga, fueron suficientes para que no se añorasen aquellos derbis del Calderón a rebosar.
Pero es lo que toca. Lo que toca ahora es este fútbol que pareciese diseñado para televisiones de pago, con cánticos enlatados y cromas en la grada para que aquello no parezca un edificio abandonado. Comprender esto no significa no añorar lo otro, el fútbol en familia, con amigos, el fútbol de bar de barrio antes de encaminar el estadio, de bocadillo en el descanso, de emociones infartantes. Viendo la mordiente de Suárez en el derbi ante el Real Madrid, qué no habría provocado el uruguayo en la grada del Metropolitano en partidos así.
Una de las cuestiones capitales antes de que comenzase a rodar el balón tenía que ver con la apuesta del Atlético, siempre en la incertidumbre en este tipo de partidos. ¿Iría a por él desde el principio? ¿Se reforzaría desde la defensa para aprovechar alguna de las que tuviese?
Pues la respuesta e la que la mayoría de los aficionados colchoneros habrían querido, con independencia del resultado que se diese. El Atlético fue a por el derbi, fue a dar un golpe encima de la mesa para decir que quiere este título de LaLiga. Y poco importaba si salía bien o mal, era una cuestión de orgullo, de demostrar que no siempre que hay una cita de este estilo, los de Simeone no tiraban de valentía. Mientras le duró la gasolina, el equipo rojiblanco fue a por el partido. Pudo haberlo ganado de sobra, tuvo ocasiones para ello. No marcó el segundo y al final, la historia de siempre, una jugada puntual y empate. Un empate que no es malo porque se mantiene la ventaja pero que sí que lo parece porque el Atlético tuvo la victoria en sus manos. Sin peros.
Pero bueno, tras el bajó anímico lo que habrá que valorar es que, con un partido menos, la distancia con el Real Madrid es la misma. Y el miércoles, si se vence al Athletic en el partido aplazado, será de tres puntos más con el cuadro blanco y con el Barça.
Si será raro este derbi de la pandemia que hasta esas extrañas jugadas que siempre caían del lado blanco, por interpretación arbitral, beneficiaron esta vez a los colchoneros. Y no de manera injusta porque para varios excolegiados, la mano de Felipe que el Real
Madrid reclamó como si le fuese la vida en ello, no era punible. En otra época eso no habría importado. Al menos eso que se lleva el Atlético.
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