Cuando se ha visto al filo del precipicio, Garitano ha escapado de su zona de confort para modificar su idea. Con los mismos cimientos, pero con matices en la estructura. Algo que ya había probado en el transcurso de los partidos, aunque se resistía a hacerlo de inicio. Ha reaccionado mientras se acercaba al iceberg inexorablemente, un cambio de rumbo que el pueblo rojiblanco le pedía. Nunca es tarde si la dicha es buena. Y es compatible que el Betis pusiera mucho de su parte con que el cambio fuera palpable porque se vio a un Athletic distinto.
Garitano siguió fiel a su 4-2-3-1 de cabecera. Con variantes, eso sí. Vencedor no es Dani García. El conjunto rojiblanco ganó en circulación del esférico. Vesga se encontraba por delante, pero sin la obligación de ser el generador de fútbol, un rol que estaba compartido. Muniain se liberó más al no tener que bajar tanto a recibir. Villalibre en punta no es Raúl García ni Williams. El ‘búfalo’ les supera, lógicamente, en la asignatura de ‘fundamentos del nueve’ porque es el único delantero específico de los tres. Estuvo en todas las salsas. Paradójicamente donde menos acertó fue en la definición.
No es casualidad que el mejor partido de la temporada llegara con este planteamiento, que fue similar al del segundo tiempo en Eibar o al que permitió la remontada frente al Sevilla. Se trata de atar cabos. El fútbol está lejos de ser una ciencia exacta, pero tiende a regirse por la ley de probabilidad. El Athletic, visto lo visto, posee argumentos para probar cosas diferentes.
Tienen mucho mérito los entrenadores que se van adaptando a las circunstancias. A Garitano le cuesta, pero lo del Betis puede ser un comienzo. Ese mantra que suele rondar de ‘hasta la muerte con mis ideas’ es una solemne tontería. Mejor tocar teclas nuevas que igual sí funcionan y poder esquivar la defunción. El deriotarra mostró un lado alternativo y es para celebrarlo. Ahora se trata de darle continuidad. Aunque quizás en Getafe esté legitimado para devolver al once a los García en un duelo que se intuye de mucha brega. Se trata de adaptarse a cada situación.
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