Las apariciones decisivas de Jan Oblak, que sostuvieron al equipo en los momentos críticos, la fe inabordable que mueve la fisonomía de este proyecto rojiblanco y un insospechado acelerón final llevaron al Atlético Madrid a la cita del domingo en Yeda a la puja definitiva por el primer título de la temporada.
En todo ello mucho tuvo que ver, otra vez, Diego Pablo Simeone, para el que la victoria en el King Abdullah Sports City es un respiro. El técnico argentino logró su tercera victoria ante el conjunto azulgrana, con el que ya se ha enfrentado en veintisiete ocasiones. Es la primera al margen de la Liga de Campeones. La más reciente desde la campaña 2015-2016, cuando superó, igual que un año antes, al Barcelona por 1-0 en los cuartos de final de la Champions.
El Atlético Madrid se mantuvo de pie a pesar del dominio de su adversario. Sobrevivió como pudo a un Leo Messi estelar. Determinante, dominador y claramente influyente en el juego. El equipo rojiblanco fue zarandeado primero pero contundente después, al final.
Simeone lo entendió bien. Tras recurrir en el intermedio a Koke Resurrección, que salía de una lesión, con el partido aún vivo echó mano de Vitolo para la media hora final poco antes de que se viera obligado a sacar al césped a Marcos Llorente por la lesión de su capitán, que solo estuvo media hora escasa sobre el terreno de juego.
Los tres fueron decisivos. Koke anotó nada más entrar y Vitolo provocó el penalti que dio el empate a dos y reanimó el partido. Llorente dio el oxígeno y la potencia necesaria para terminar de asfixiar a un rival con la reserva encendida.
“Sabía que si era un partido largo podíamos tener nuestras opciones”, reconoció Simeone después.
Pero en realidad fue Oblak el que lo hizo eterno para el equipo azulgrana. El que evitó un daño mayor y que el choque estuviera en el aire. Sin cerrar. Son cuantiosas las intervenciones que forman parte de la lista de méritos en Yeda. La mayoría con pinta de gol.
El portero esloveno desquició a Messi cuando le encaraba con una mano providencial y después frustró un mano a mano con Antoine Griezman también en la primera mitad. Al galo le aguó otra en la segunda parte y más. A Arturo Vidal y también a Luis Suárez. Los que alcanzaron la red fue porque no tuvieron más remedio.
Pero el partido lo cambió el acelerón final, el acierto, el corazón y la fe. Diez minutos de locura donde brilló el Atlético, al acecho de su momento. La convicción de Álvaro Morata y, sobre todo, el momento de Ángel Correa.
El argentino, con un pie fuera del club antes del inicio de la temporada, es el hombre más relevante en ataque. La baja de Diego Costa y su preponderancia le han convertido en incuestionable. De hecho, el argentino ha participado en seis de los ocho últimos goles del Atlético Madrid. Como anotador o como asistente. Suyo fue el tanto del triunfo, el de la victoria.
“En el último cuarto de hora apareció el corazón, la garra y el creer que se podía ganar. Esa era la sensación. Y así ocurrió”, subrayó Simeone al final.
El Atlético Madrid se volverá a encontrar con el Real Madrid por el título de una Supercopa. La anterior, la del 2014, la ganó.
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