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Otro fin del mundo es posible

A estas alturas ya se ha dicho todo sobre No mires arriba, la exitosa comedia de Netflix que retrata la mezquindad de los políticos, y de los medios de comunicación, ante una catástrofe planetaria inminente. Así que ahorraré palabras: es entretenida pero maniquea, demasiado caricaturizada para resultar creíble. Se pasa un buen rato, pero ni es una gran revelación ni ha abierto debates que no existieran ya.

El fin del mundo es un viejo temor de la humanidad, cuando menos de la cultura judeocristiana. Con la secularización, se impuso en la ficción audiovisual el cataclismo de origen cósmico (Armaggedon, Deep Impact, Melancolía), el ataque alienígena (La guerra de los mundos, Independence Day, Invasión), el desastre nuclear (El día después) o climático (El día de mañana) y la peste zombi (explotada hasta la saciedad en The Walking Dead). Aun así, persisten las visiones tradicionales: en la serie Rumbo al infierno, en Netflix, monstruos demoniacos irrumpen en Corea del Sur para llevarse a las víctimas al averno mientras una secta saca partido del pánico y la televisión, del espectáculo. Tanta crueldad se indigesta, aunque venga en la estela de El juego del calamar.

Puestos a reírnos del apocalipsis, más divertido el de la miniserie Good Omens, en Amazon Prime Video. Un ángel (Michael Sheen) y un demonio (David Tennant), viejos amigos desde el jardín del Edén, se conjuran para sabotear la llegada del Anticristo y su terrible consecuencia: el juicio final. Desobedecerán a sus jefes en un intento de seguir siendo unos vividores en este imperfecto mundo.

Y puestos a buscar una amenaza creíble (no he dicho probable), nada más inquietante que la serie francesa El colapso, en Filmin. Vemos desde los ojos de distintos personajes cómo la sociedad se sume en el caos mientras se hunden el orden político y el económico. No es el fin del mundo, sí de la civilización. La causa no se explica del todo, pero se intuye. Y también aquí alguna voz avisaba del desastre que venía, pero la mayoría no miró a donde había que mirar. Nos consta que eso pasa a menudo.

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