En el alboroto público que siguió, el apoyo a la iglesia se derrumbó.
“Básicamente, pasa de ser una de las instituciones públicas más confiables a no solo perder apoyo en el mundo de la fe, sino también ser incapaz de contrarrestar los referéndums sobre el aborto y el matrimonio homosexual”, dijo Grzymala-Busse. “Ahora es una falta de presencia política en Irlanda porque la escala de la traición de la traición fue muy grande”.
El precio de la política
En Polonia, la iglesia también está profundamente entrelazada con el estado, en parte porque ayudó a negociar la transición del país a la democracia después de la caída del comunismo, lo que llevó a muchos a verla como un guardián de la identidad nacional y de la fe.
Pero debido a un período de gobierno comunista, la iglesia ha jugado ese papel central en la política polaca solo en las últimas décadas. Entonces, si bien Polonia también ha visto escándalos relacionados con el abuso sexual en la iglesia, han sido de menor alcance que los de Irlanda y se tratan más como tragedias aisladas que como una catástrofe sistémica, dijo Grzymala-Busse.
Pero aunque la iglesia no sufrió el mismo tipo de colapso de reputación que sufrió en Irlanda, tuvo que lidiar con las expectativas de la sociedad polaca, particularmente de las mujeres polacas. Tuvieron acceso generalizado al aborto durante el comunismo y muchos se enojaron por un compromiso que veía al país prohibir el aborto como el precio del respaldo de la iglesia para su transición a la democracia.
Entonces, en 2016, cuando una petición de un grupo de expertos conservador obligó al Parlamento polaco a adoptar una ley que habría reducido aún más la prohibición del aborto ya restrictiva del país, se produjeron protestas masivas y el proyecto de ley fracasó.
Eso puso al gobernante Partido Ley y Justicia, conocido por su acrónimo polaco PiS, en un aprieto.
El liderazgo del partido se había presentado como el vínculo entre la Iglesia Católica, el estado polaco y la identidad nacional polaca. Abandonar las restricciones al aborto corría el riesgo de poner en peligro ese papel público y alienar a la base política del partido, en particular a los conservadores católicos mayores en las zonas rurales.
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