Si la vida de Maradona resultó un desborde brutal de talento futbolero y de excesos que castigaron su cuerpo sin piedad, también el funeral de ayer dibujó ese contraste impactante. Merecía Diego en su adiós sólo la parte buena, esa despedida llena de lágrimas y de amor, esa fila de fanáticos dibujada a lo largo de tres kilómetros varias horas bajo el sol, ese desfile conmovedor de fieles ante su ataúd., como si la pandemia no existiera… No merecía la despedida del 10 mancharse con las balas de gomas, los gases lacrimógenos, los palazos y los piedrazos, con una represión policial que derivó en varios heridos y en muchos hinchas corriendo por las calles céntricas de Buenos Aires, todos con sus rostros surcados por el miedo. Ya era suficiente con la pena que provoca la muerte de Maradona. ¿Para qué más pena?
Diego es la desmesura en el más amplio de los sentidos. Ahora, con la certeza cruel de su fallecimiento, también. A ese mito todos lo quisieron despedir en la Casa Rosada. El tema era estar esos cinco segundos frente a su féretro celeste y blanco ubicado en la Sala de Recepción. Afuera, en la Plaza de Mayo, hubo clima de partido, de final. La fila de fanáticos, moderada en la madrugada del jueves, se fue nutriendo con el correr de las horas y extendiendo por la avenida 9 de Julio hasta más allá del cruce con San Juan, hasta superar los tres kilómetros.
Imágenes de adoración
Las imágenes de adoración se encadenaron con una fuerza de tsunami. Un hincha llamado Diego Armando, de 24 años, caminó casi diez cuadras de rodillas “porque es Dios”. Dos hombres con camisetas de Boca abrazaron a otro vestido de River. El presidente de la Nación, Alberto Fernández, dejó una camiseta de Argentinos Juniors sobre el ataúd. La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, un rosario. Hubo campeones de México 86. Estuvo Javier Mascherano representando al Barcelona. No faltó Carlos Tevez. También se acercó Marcelo Gallardo, el DT de River, quien abrazó a Claudia Villafañe. Abundaron los personajes del fútbol y de la política.
En medio del peregrinaje de hinchas y famosos, otros episodios. La bronca de Matías Morla, abogado de Maradona, insinuando que no se lo protegió en las últimas horas como correspondía… La viralización de una foto de tres empleados de la empresa velatoria junto al cuerpo de Diego… El rumor cada vez más fuerte de que Diego dejó un pedido por escrito para que lo embalsamen y exhiban su cuerpo… Faltaba lo peor. Muchos días podría haber durado el velatorio de Diego. No eran suficientes 10 horas para despedir al 10. Pero no hubo forma de convencer a los familiares para extenderlo. Y cuando a la muchedumbre se le avisó, cuando se pretendió cortar la cola interminable, sucedió lo tan temido. Estallido cerca del Obelisco. Había que ver los rostros de muchos niños corriendo con sus padres desesperados.
Podrían haber persuadido a la gente mucho antes de que se formasen los tres kilómetros de fila. No lo hicieron y sobrevino la explosión. Trataron de mitigarla estirando tres horas más el funeral. Sin embargo, al reabrir las puertas, hubo una avalancha. Los incidentes se mudaron ya al interior de la Casa de Gobierno. Gases también ahí adentro. De nuevo se cerró todo. De nuevo más fotos del horror en las calles. Y velatorio suspendido.
Traslado de Diego hasta el cementerio
Faltaba el cortejo fúnebre, el traslado del cuerpo de Maradona hasta el cementerio de Bella Vista, donde ya se había montado un despliegue policial de película con cerca de mil efectivos. Los hinchas frustrados fueron buscando nuevos lugares para observarlo pasar. En cada puente peatonal, se agregaban fanáticos para saludar revoleando camisetas, llorando y cantando. Ya está. No hubo milagro. No hubo otra resurrección. Esta vez Diego se fue. Siempre se lo extrañará.
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