Patrick Mahomes (Texas, 1994), la gran estrella del fútbol americano, veía a su padre jugar al béisbol todos los fines de semana. Patrick Lavon Mahomes era un beisbolista de bajo perfil en las grandes ligas. El pequeño Mahomes nunca vio a su padre ser campeón, pero heredó su enorme fuerza en el brazo derecho. A los 14 años, Mahomes ya era la gran figura de los torneos juveniles de béisbol en Texas. Pero el joven prodigio evitó seguir los pasos de progenitor y hoy es el héroe de la Super Bowl ganada por Kansas City a San Francisco.
Cuando Patrick Mahomes iba a la universidad en Texas se dividía entre el béisbol y el fútbol americano. Y, en el momento de elegir, prefirió lanzar un balón ovalado. Sus grandes pases llamaron la atención de todos los caza talentos de la National Football League (NFL). “Tiene un gran brazo y es ágil. Enloquecerá a su entrenador los primeros años. Se convertirá en un quarterback especial”, se lee en uno de los registros oficiales de los reclutadores de jugadores de la Liga. “Es una amenaza por su corpulencia y piernas fuertes”, advertían.
El entrenador en jefe de Kansas City, Andy Reid, tenía la encomienda de agitar a una franquicia que había pasado cinco décadas sin alcanzar una Super Bowl. La última vez en hacerlo fue en 1970. La encomienda era colosal. Reid, de 61 años, buscó algún quarterback en el draft. Fue en 2017 cuando el desparpajo de Mahomes entró en su radar y el estratega se la jugó para poder ficharle. Le ofrecieron un contrato de 16,4 millones de dólares. Reid, prácticamente hipotecaba su futuro en el puesto.
El intrépido Patrick Mahomes sorprendió por su cadencia con el balón. Sus movimientos en eslalon desquiciaban a las defensivas rivales. Los mariscales de campo tradicionales se limitan a lanzar el balón a sus compañeros, pero Mahomes reinventó la posición al lanzar el balón como si encestara en la NBA o al dar pases sin ver como si fuese Ronaldinho. Y, claro, pases de hasta 70 yardas (64 metros). “La jugada nunca está muerta. Él puede hallar nuevas formas de mandarte el balón”, valoraba su compañero Travis Kelce.
En su año como novato estuvo en el banquillo de suplentes. El quarterback titular, Alex Smith, le cobijó para que su llegada a la NFL no fuera abrumadora. Smith destacó que Mahomes procesaba muy rápido las jugadas ofensivas. En su segunda temporada, Andy Reid le confió el equipo. La temporada 2018-2019 fue el momento Mahomes. Su segundo año fue tan bueno que llevó a Kansas City a la final de su conferencia, la antesala de la Super Bowl. Pero un viejo lobo como Tom Brady, el quarterback más ganador de la historia, le robó la victoria en el tiempo extra. Fue una dura lección para Mahomes. La NFL le premió con la distinción al jugador más valioso.
Al año siguiente, en la campaña 2019-2020, volvió a llevar a los suyos a la final de conferencia. Durante la temporada se dislocó la rótula de la rodilla derecha. Estuvo fuera tres semanas y regresó como si solo se hubiese hecho un corte. Su mano derecha también quedó lastimada tras una aparatosa caída. Sin importar eso alcanzó el gran escenario del fútbol americano: la Super Bowl. En el gran partido de este domingo frente a San Francisco, Mahomes comenzó el juego con titubeos. Se precipitó al intentar terminar las jugadas por su cuenta. Al medio tiempo el marcador estaba empatado 10-10. El tercer cuarto fue su gran pesadilla: falló varios pases y le interceptaron dos lances, un pecado en el fútbol americano. Al iniciar los últimos 15 minutos sus Chiefs lo perdían 20-10.
Mahomes, el chico renegado del béisbol, se enchufó para que sus receptores convirtieran 21 puntos, suficientes para una remontada con épica en la NFL. Los Chiefs volvieron a alzar el campeonato (20-31). “No había mucho que decirles, había que confiar en él como siempre”, dijo Reid en alusión a su mariscal de campo, su mejor apuesta.
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