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Peñarol fichó a Valverde una Nochebuena con su madre vendiendo juguetes


Estas historias no suelen ser una colección de rosas. La vida no puso una alfombra roja para que Federico Valverde un día aterrizara en el Real Madrid y se convirtiera en pieza clave en el mediocampo. Al contrario, hay mucho de sacrificio , algunas casualidades, y también historias que terminaron con enojos. No todo es perfecto.



Mientras aún había ecos de Francia campeón en la tierra de Zidane, primera casualidad, en julio de 1998 nacía Fede Valverde. Tiempos difíciles. Su padre, él lo ha recordado varias veces, trabajaba en el Casino en Uruguay, y su madre se la rebuscaba con ventas al menudeo. Había que mantener el hogar.

El baby fútbol es un fenómeno social sin parangón, que reúne a decenas de miles de niños cada fin de semana en Uruguay. Allí comenzó Fede, a tempranísima edad, primero en Estudiantes de la Unión, su barrio montevideano, y a posteriori en Exploradores Artigas. Corría entonces fines de 1997, y Fede sumaba recién nueve inviernos

En aquel diciembre llegó a oídos de dirigentes del ‘7 Estrellas’ los cuentos sobre un pibe que la rompía en Exploradores. El 7 Estrellas es un famoso club de baby de la zona de Piedras Blancas, que solía ganar en su zona, y muy a menudo también se quedaba con el torneo departamental.

Aquel diciembre del 97, la madre de Fede vendía juguetes en la Avenida 8 de Octubre, en lo previo a la Nochebuena. Es tradicional que en el barrio de la Unión se instalen en la Avenida principal numeros puestos de vendedores ambulantes, proveedores de padres que se convertirán en Papa Noel la noche del 24.

A aquellos dirigentes del 7 Estrellas les contaron que la madre de Fede tenía un puesto en 8 de Octubre, y allá salieron a buscarla, sin demasiados datos, pero decididos. La encontraron, la invitaron a la fiesta de Fin de Año del equipo, y la terminaron convenciendo de arrimar a Valverde a su nuevo club.

Así, con 9 años, llegó Fede al 7 Estrellas.

Jugó todo el 2008 en Piedras Blancas, cumpliendo los diez años a mediados de aquella temporada. Lo recuerdan calladito, flaquito, pero con una visión de juego y un dominio de pelota inusual, en canchas de tierra, literalmente, en las cuáles el césped sólo puede verse en una foto.

“Metía cada cambio de frente impresionante” recuerdan en el 7 Estrellas. Era un jugador diferente, ya de tan chiquito. En medio del desorden que suele tener el juego entre tanto pequeño, Fede Valverde destacaba su estilo diferente.

Su madre era la que iba y venía. Lo llevaba y lo traía, mientras mantenía el esfuerzo junto al padre para sostener el hogar.

En el 2009 ya se había hecho un nombre en el baby fútbol. A mitad de año cumplió los once. Paralelamente Peñarol había comenzado a rearmar sus divisiones formativas, bastante menguadas en temporadas anteriores, superado por Nacional , Defensor y Danubio. Le costaba sacar jugadores, y en aquel tiempo inició un proceso distinto, para revertir la situación

Los captadores en el baby fútbol cumplen una función fundamental, para acercar a los prodigios infantiles a los clubes profesionales. Tienen que detectar entre miles de niños a los cracks del futuro. Un fotógrafo que solía capturar imágenes en todos los campos de la Liga, y un dirigente de los árbitros del baby fútbol, que a su vez cumplían funciones como captadores de Peñarol, fueron quienes le echaron el ojo a Fede y lo arrimaron a los aurinegros uruguayos.

Corría mitad del 2009, Fede con once años, y fue dicho: estas historias no están hechas de todas rosas ni alfombras rojas. Fede seguía en el 7 Estrellas, pero a su vez comenzó a practicar en la Escuelita de Peñarol, una divisional dedicada a los preadolescentes que se arrimaron a la institución antes de poder ser fichados a los 13 años.

El conflicto estaba en ciernes. Peñarol tenía un partido en Maldonado, y el 7 Estrellas un partido decisivo por la Liga de baby fútbol. Fede Valverde, o acaso su madre, optaron por Peñarol. Los dirigentes del club barrial, que lo habían acogido durante a;o y medio se sintieron traicionados. Fede ya nunca más volvió a jugar en el 7 Estrellas.

La segunda mitad del 2009 estuvo en Carabelas, otro equipo del baby montevideano, en el 2010 ya compitió en categorías infantiles de Peñarol, hasta que al llegar a los 13, en el 2011, fichó finalmente por los aurinegros.

Cuentan en el 7 Estrellas que nunca más se reanudó la relación entre aquella madre que llevaba y traía al pibe a todas las prácticas y todos los partidos y el equipo de barrio. En el cruce de caminos, Fede eligió por el club con historia mundial. Seguramente , pensando en su futuro, fue la decisión correcta, pero en el fragor del partido decisivo que se jugaba el 7 Estrellas aquel fin de semana, sus dirigentes no pudieron evitar sentirse traicionados.


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