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Perdonados y limpios de deudas: “He renacido de mis cenizas”

Una llamada desata la euforia. En agosto, Marta Cisneros, de 38 años, recibió las buenas nuevas. En abril, Joaquín Caumel, de 55 años. En septiembre, Bachir Antonio Bensalah, de 41. Al otro lado del teléfono, les anunciaban que el contador de sus deudas quedaba a cero. Son tres casos de los más de 400 que en Madrid durante 2021 han conseguido acogerse a la Ley de la Segunda Oportunidad, pensada para personas que se declaran insolventes, están desesperadas y no saben cómo salir del hoyo en el que se han metido.

Emma Morón es la encargada de hacer esta llamada. Trabaja para una empresa líder en su sector Repara tu Deuda, dedicada en exclusiva a tratar con clientes que buscan acogerse a esta norma. Cobran entre 90 y 150 euros mensuales, según el caso, hasta que este se resuelva. En 2021, este despacho de abogados, de los primeros que se fundó para atender a este tipo de clientes, ha incrementado su trabajo un 96% y ella ha tenido que llamar con más asiduidad que nunca para comunicar que el juzgado les daba la razón y podían comenzar una nueva vida. Sin números rojos en su cuenta. Dejando atrás a los psicólogos. Y los ansiolíticos. “Bienvenidos a esta nueva oportunidad”.

—Llegué hasta a renegar de mis hijos. Había perdido mi libertad y estaba en bancarrota— dice Marta, a la que ahogaba una deuda de 37.938 euros con dos bancos diferentes.

—Yo vivía al día a día y sin darme cuenta de lo que hacía, no paraba de pedir préstamos—, reconoce Joaquín, que al final consiguió que se le cancelara un importe de 54.945,85 euros.

—Casi ni dormía, estaba muy jodido por mucho que lo intentaba arreglar por un lado o por otro. Ahora he empezado de nuevo—, respira Bachir Antonio, que acumuló una deuda de 170.239 euros porque su exmujer dejó de pagar su parte de la hipoteca.

”En realidad, España aprobó esta norma por obligación europea”, matiza Alicia García, socia gerente de la empresa Repara tu Deuda. En estos seis años ya han cancelado 60 millones de euros en todo el territorio español, aunque el petardazo ha explotado sobre todo en los últimos dos años, porque más personas conocen esta alternativa legal y porque los bancos han asumido que “más vale llegar a un acuerdo, porque es posible que se queden sin nada”. También la covid lo ha incrementado “porque mucha gente vivía con lo justo y, claro…”, explica.

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En 2021, la firma recibió más de 33.600 peticiones de asesoramiento en Madrid, de las que aceptó 23.500. Muchas más de las que asumían los años anteriores, que rondaban el millar por año, salvo en 2020, cuando llegaron a 2.820. “Hacemos una obra social con personas que están muy agobiadas y acabamos ejerciendo como psicólogos de nuestros propios clientes”, reconoce García.

Tampoco es que sean Hermanitas de la Caridad, sino que como toda empresa hacen negocio. Bachir cuenta que pagó 150 euros mensuales durante 15 meses. Antes, había contactado con otras empresas que le pedían entre 5.000 y 6.000 euros de entrada, con pagos fraccionados posteriores, y él no podía hacer frente a una cantidad tan alta.

La razón para llegar a ese punto, insiste García, es que en España está mal visto caerse y equivocarse “y la gente por lo general prefiere ocultarse”. “En EE UU tienen otra mentalidad y llevan a rajatabla eso de que quien no fracasa dos veces no es nadie”, insiste la abogada.

Para acogerse a esta ley una persona tiene que cumplir unos requisitos bastante estrictos. Los más importantes: para empezar, la deuda no puede superar los cinco millones de euros; el potencial cliente debe ser “deudor de buena fe”, es decir, que realmente no paga porque no puede; también deberá intentar primero un acuerdo extrajudicial con los acreedores; y no podrá tener antecedentes penales con delitos socioeconómicos en los últimos diez años. Solo de esa manera podrá optar a dejar de recibir las llamadas incómodas que le recuerdan que es un moroso y a recuperar sus tarjetas de crédito.

Marta, Joaquín o Bachir Antonio lo consiguieron. Y ahora saborean su segunda vida.

Se presenta en una cafetería del centro de Madrid eufórica porque está a punto de cerrar varios contratos que dice que le van a cambiar la vida. Apaga el móvil durante una hora y cuando lo conecta después tiene unos 30 Whatsapp más tres llamadas. Esa es su nueva vida gracias a que la Comunidad de Madrid le concedió una beca para que pudiera estudiar un curso en el instituto IBT de Vicálvaro llamado Incubadora de Traders.

Antes de eso su vida se desplomó en un par de ocasiones, las mismas en las que el padre de sus hijos mellizos de seis años le puso la mano encima y ella le perdonó.

“Mi vida era perfecta hasta entonces. Era autónoma, tenía dinero, viajaba…”, cuenta con cierta melancolía. Habla tres idiomas (inglés, holandés y castellano) y ha vivido en Inglaterra, Bélgica, Holanda y Noruega como marchante de arte y su vida cambió de forma radical cuando se instaló en Ibiza y se enamoró de un “músico bohemio”. Al poco tiempo ya estaba embarazada, tuvo que aparcar su trabajo por el riesgo de la doble gestación y cuando nacieron los niños empezaron los problemas. Ella se hizo cargo de todos los gastos, tuvo que pedir varios créditos para mudarse primero a Palma de Mallorca y luego a Sevilla, donde rehizo su vida con su expareja después de perdonarle la primera vez. Compró un coche, alquiló una casa, la amuebló… y todo a su costa. Cuando los bancos empezaron a presionar para que devolviera el dinero mediante una “resolución del crédito completa” su vida personal se desmoronaba, se adentró en una depresión y volvió a casa de sus padres, en Collado Villalba (Madrid). Él le había agarrado del cuello por segunda vez y tuvo que volver al nido paterno.

Mirando en Internet encontró un anuncio de Repara tu deuda y contactó con ellos. “Me pidieron todos los datos y cuando lo analizaron me dijeron que aceptaban el caso. No puedo estar más agradecida”, dice. Ahora, tras terminar su curso “y resurgir de mis cenizas”, comienza de cero. “En cuanto cobre, me independizo con mis hijos”.

Reconoce que ha vivido dos vidas, una con deudas y otra sin ellas y, desde luego, ahora se encuentra mucho más tranquilo. Por fin disfruta de un contrato fijo en una empresa de seguridad y por tanto de una nómina que le da para tirar para adelante. Él también se cobijó en casa de sus padres, que ya son mayores y los cuida como una especie de quid pro quo. Desde luego, cuando recibió la llamada de Emma respiró tranquilo y pudo volver a una superficie que hacía tiempo que no pisaba.

“Tuve una etapa muy larga en la que no paraba de dar palos de ciego. Tenía contratos basura, me quedaba en paro, me volvían a contratar unos meses… un desastre”, explica. “Pensé ‘esto hay que cortarlo, no puedo seguir así”. Primero intentó unificar la deuda, pero le fue imposible, y todas iban aumentando más y más.

“Me sentía muy presionado y eso que no soy una persona negativa, porque si no hubiera acabado hospitalizado, con una depresión de caballo”. La solución también le llegó por Internet, cuando se topó con Repara tu deuda. “Me aceptaron el caso y nada, me embargaron el coche que tenía financiado y ya, el resto eran préstamos que había pedido para el día a día”.

Ya no ha vuelto a pedir créditos. Vive con lo que gana y sueña con que el Instituto de Vivienda de Madrid (IVIMA) le conceda una vivienda.

Le ha costado más de una década salir del pozo, aunque ahora vive feliz con su nueva pareja, su hijo en común de dos años, y su hijo mediano, de 14, que tuvo con su exmujer, la que le arruinó la vida en todos los sentidos.

Todo empezó cuando se enteró de que ella estaba teniendo una relación paralela con un chico de su trabajo. La vida de Bachir se derrumbó. Era 2009. Juntos pagaban la hipoteca de una casa que habían comprado en 2007 y tenían, entonces, dos niños de seis y un año. Él se fue, se refugió con sus padres, que le habían avalado la casa, junto a su exsuegra, y siguió pagando su parte de la hipoteca más la manutención de los niños (450 euros más 300 euros). Hasta que le llamaron del banco y le anunciaron que llevaban meses sin abonar la otra parte. Ella se había ido del trabajo y le decía que no iba a pagar más y él, que trabajaba en una empresa de productos congelados, no podía aportar más, porque no tenía. “Me llegaron a quitar de mi cuenta mi paga extra. Intenté hablar con ellos para que lo pusieran todo a mi nombre o al de ella, porque no quería perjudicar a los que nos habían avalado, pero me dijeron que no querían perder garantías”.

Intentó llegar a un acuerdo extrajudicial con el banco, pero este no aceptó, y finalmente no tuvo más remedio que ir a concurso de acreedores porque la ruina no le dejaba ni dormir por las noches. “El piso finalmente se lo quedó el banco. Y a mí me llamaron el 14 de septiembre, nunca se me olvidará, y me dijeron que me habían exonerado. No me lo podía creer”.

Tras hacer un curso de fabricación mecánica para trabajar de tornero fresador en el sector del metal consiguió un contrato fijo y ahora vive en paz. Su hijo mayor, de 20 años, con su madre. Los otros dos, con él y su actual pareja. Paga todo, está al día y ha comenzado otra vida completamente distinta.

Una ley y dos antecedentes para optar a otra vida

La ley no es rápida, pero sí efectiva, si se cumplen los requisitos. De media, un proceso desde que se inician los trámites hasta que finaliza todo puede durar entre 12 y 24 meses, depende del Juzgado.

Pero no siempre fue así. La posibilidad de acogerse a un concurso de acreedores se regía en un primer momento por la Ley Concursal de 2003. La dificultad con la que se encontraban los deudores es que necesitaban un acuerdo con los acreedores para iniciar el proceso y los bancos se negaban por sistema. Así que era complicado obtener el perdón y comenzar una vida de cero.

Más tarde llegó la Ley de Emprendedores de 2013, que abría una segunda oportunidad para empresarios y autónomos. Gracias a ese avance se ofrecía la posibilidad de una mediación, pero con condiciones: el deudor tenía que pagar los créditos hipotecarios, sus deudas con Haciencia y la Seguridad Social y el 25% de los créditos restantes. De esa manera podía disfrutar de una quita.

La Ley de la Segunda Oportunidad llegó por fin en febrero de 2015 como una reforma de la anterior y la principal novedad era que se ampliaba a particulares, como Marta, Joaquín o Bachir. Mientras se negocia se detiene la ejecución hipotecaria durante dos meses. Cuando acuden al concurso se liquida su patrimonio, incluida la vivienda. “Y con la deuda pública (Agencia Tributaria, Seguridad Social…) se cancela el 50% y el otro 50% se pagará en un plazo de cinco años. Luego, automáticamente se cancela”, explica la abogada Alicia García.

En Repara tu deuda comenzaron atendiendo en Madrid en 2015 a 866 personas y cada año ese número se ha incrementado un centenar de media. En 2020 ya hubo un salto considerable, y se pasó de las 1.171 del año anterior a las 2.820 personas que iniciaron el proceso legal. Nada que ver con lo que pasó en 2021, que se dinamitaron todas las estadísticas. “El covid ha sido letal”, resume García.

 

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