Peter Brook: “El resto es silencio”

Peter Brook, en silla de ruedas, el viernes por la noche en el escenario del Lliure.
Peter Brook, en silla de ruedas, el viernes por la noche en el escenario del Lliure.

Emocionantísimo, excepcional, irrepetible acontecimiento esta noche en el Lliure de Montjuïc en el marco de la programación del festival Grec. Momentos antes del estreno de su Tempest proyect, su versión del clásico de Shakespeare, el director británico Peter Brook, de 96 años, historia viva del teatro mundial, ha subido al escenario y ha impartido desde su silla de ruedas una extraordinaria lección de su arte, acabándola con las palabras finales de Hamlet moribundo: “The rest is silence”, el resto es silencio.

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Ha sido algo que ha puesto un nudo en la garganta, imposible imaginar algo más conmovedor. Una especie de testamento lanzado desde el lugar que ha sido la patria de Brook, la escena. El público se ha puesto en pie para aplaudir entusiásticamente la lección del director, veinte minutos de consideraciones sobre el teatro rodeado de los actores del espectáculo.

Ha empezado Peter Brook con humor diciendo que había olvidado el castellano y que aprendió el francés porque le dijeron que era la lengua franca para entenderse con todo el mundo, aunque luego, ha dicho con un guiño al público, comprendió que lo importante era el catalán, y pidió perdón por no haberlo aprendido. Ha recordado “experiencias maravillosas en Barcelona, a la que he venido a menudo para luego ir a la Costa Brava, Palamós, Palafrugell y Tamariu donde con mi mujer Natasha (Parry, fallecida en 2015 a los 84 años), teníamos un pequeño apartamento de una habitación”. Ha preguntado Brook si había en la sala alguien de Tamariu.

“Vamos a hablar ahora de la verdadera cuestión”, ha proseguido el director, al que le iban traduciendo su parlamento los miembros de la compañía. Se ha referido Brook entonces a dos conceptos, dos palabras que, ha dicho, le emocionan especialmente, resonancia y conmoción. Ha ejemplificado esas ideas con una serie de frases de obras de Shakespeare, después de recordar que el buen actor, “el actor verdadero”, es “el que no se deja arrastrar por el ego y hace que resuenen en él las palabras para que todos podamos compartirlas”. Ha hablado de palabras que tienen un misterio especial como elsewhere, en algún lugar, o need, necesidad; y de frases como la famosa del príncipe danés “palabras, palabras, palabras”. Se ha preguntado con el Bardo y su Julieta “¿qué representa un nombre?” y ha recordado con ellos que una rosa sea cual sea el suyo conserva su aroma.

Ha seguido diciendo cosas bellísimas. Ha acompañado a Otelo a la cámara de Desdémona para analizar su gran frase, “put out the light, then put out the light”, una repetición en la que apagar la luz adquiere dos sentidos completamente distintos, ha subrayado: el moro celoso apaga la vela que lleva en la mano y luego apaga la luz de la vida de su mujer a la que cree infiel. Brook ha soplado la vela imaginaria de la vida en su mano.

Luego se ha referido a la triste frase de Lear, las cinco terribles repeticiones de “never”, nunca, ante el cuerpo de su hija Cordelia. Y ha recordado lo importante de hallar un minuto en la vida para decir a los seres que amamos todo lo que nos queda por decir. Y ha acabado con la inmensa frase de Hamlet tras la que no puede haber nada. Consiguiendo un último milagro de la noche: el resto, tras una salva de enormes aplausos, no fue silencio, sino la representación de esa maravilla que es Tempest Project. El mago nos dejó en manos de otro mago.


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