Philip Rizk (Limasol, Chipre, 1982) es una de las voces destacadas de la generación que protagonizó en 2011 el levantamiento popular en El Cairo contra el régimen del presidente egipcio Hosni Mubarak. Aquellas protestas contra la brutalidad policial, la corrupción y el desempleo terminaron tres años después con un nuevo Gobierno autoritario, encabezado por el militar Abdelfatah el Sisi, tras una presidencia efímera del islamista Mohamed Morsi, primer presidente elegido democráticamente en la historia del país. Miembro del colectivo Mosireen, que retransmitió en tiempo real los acontecimientos acaecidos en Egipto desde el 25 de enero de 2011, Rizk ha visto cómo su obra se ha proyectado en festivales como la Berlinale, el International Film Festival de Róterdam o la Bienal de Venecia, basado en el concepto de película-ensayo que prefigurase el director francés Jean-Luc Godard, con la idea de construir una “conversación” entre el espectador y la película, pero también —señala Rizk— del filme con la historia, y añade: “Los cambios vienen a través de las acciones y eso es lo primero. Las imágenes no van a cambiar el mundo, pero pueden influir en la forma en que pensamos”.
El 16 y 18 de diciembre, Rizk presentó por primera vez en España su trabajo, con la proyección de la película Mapping Lessons (2020) en el Museo Reina Sofía de Madrid. Un recorrido visual construido a partir de referencias cinematográficas que abarcan desde la Comuna de París hasta las luchas actuales de “autoorganización” en el norte de Siria, pasando por la guerra civil española o las luchas anticoloniales en los países árabes durante el siglo XX. El filme surgió como reflexión tras el dramático final de las revueltas en Egipto, con la idea de que la película fuera útil para saber “qué hacer la próxima vez”. Rizk, que destaca por su altura próxima a los dos metros y un gesto serio que rompe con el final de cada una de sus declaraciones en forma de media sonrisa, cree que vivimos en un tiempo de urgencias: “Hay que estar preparado porque en cualquier momento todo puede cambiar y es importante sacar conclusiones de los errores del pasado”.
Su último filme, Terrible Sounds, en colaboración con la artista Nadah El Shazly, estrenado en noviembre en el Festival de Jazz de Berlín, explora las dos inauguraciones oficiales de la tumba de Tutankamón: la primera, por las autoridades coloniales británicas en 1922, y la segunda por el nuevo poder local independiente, en 1924. “Los británicos se vieron obligados a fingir que daban a la población local una especie de independencia. Crearon un parlamento y afirmaron que entregaban el poder, pero en realidad no lo hicieron. Las nuevas autoridades egipcias fueron capaces de evitar que se llevaran el contenido de esa tumba al Reino Unido, lo que había sido la norma durante muchos años, pero —añade en tono crítico— la apertura oficial egipcia de la tumba de Tutankamón es una especie de muestra de la superposición entre lo colonial y el deseo neocolonial. Ahora estamos entrando en el centenario de ese momento y el régimen egipcio está muy interesado en la celebración de este tipo de pasado faraónico, ya que les da una imagen pública de legitimidad”.
En Terrible Sounds la música juega un papel fundamental: “El paso de un poder a otro supuso la estructuración de la música con los mismos códigos que en el periodo colonial”, anulando la potencia de la música improvisada que existía en el país antes de la colonización. “Las nuevas autoridades egipcias convocaron en 1932 una conferencia para tratar de eliminar la música improvisada, querían una forma mucho más preestablecida, que emulaba la forma europea, con el fin de poner el repertorio bajo el control de una autoridad centralizada que era el Estado”. Rizk, orgulloso admirador del ecléctico músico de jazz estadounidense Sun Ra, que vivió un tiempo en Egipto en la década de los setenta, cree que la improvisación musical puede “deconstruir la narrativa colonial del sonido”. Aunque asegura que ese momento de creatividad puede surgir a partir de circunstancias inesperadas, como ocurrió en su país cuando el general del Ejército y batería Salah Ragab, que dirigía el departamento de música y la orquesta nacional creó la Cairo Free Jazz Ensemble, que grabó el disco Muharram 1392, un álbum experimental de free jazz registrado en 1972 y que está presente en Mapping Lessons y Terrible Sounds como referencia sonora.
En esa investigación permanente que supone su trabajo, Rizk quiere aportar el valor de los espacios autónomos que construyen las comunidades al margen de la acción gubernamental. En su opinión, hay dos ejemplos claros en su país: la organización comunal alrededor del trabajo en el campo que existió en zonas rurales de Egipto a principios del siglo XX; y el movimiento de la libre interpretación musical. En la conferencia de 1932, las nuevas élites nacionales creían que solo la música estructurada, al estilo europeo, permitiría a la sociedad egipcia entrar en “la modernidad”.
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Rizk mantiene que esa postura muestra la esencia de neocolonialismo, que todavía perdura en Egipto con el poder despótico de la actual Junta Militar, pero que “en el pasado se pueden encontrar también posibilidades para el futuro”. Por lo pronto, está planificando un próximo trabajo, un corto documental animado, porque apunta que algo que le gusta de la novela gráfica es la capacidad de generar un enfoque intergeneracional. “La forma es parte de la política”, y añade con gesto cómplice: “Reconozco que mis películas no son entretenimiento, sino que necesitan una conversación”.
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