Cristiano Piccini volvió a jugar este domingo con el Valencia y lo hizo un año después de lo que en principio se preveía tras la grave lesión que sufrió a finales de agosto de 2019. Un retraso difícil de gestionar como él mismo ha reconocido en el que se han mezclado la pandemia del COVID 19, una infructuosa cesión y complicaciones propias de un problema tan grave como el que sufrió.
Piccini se lesionó en un entrenamiento en Paterna el 28 de agosto de 2019 y al día siguiente fue operado en Gijón por el doctor Maestro para reconstruir la rotura en la rótula derecha. El plazo que se manejaba era de unos seis meses por lo que la idea era que el italiano pudiera estar al menos ya con el equipo al final de la pasada campaña.
Pasaron los meses, la recuperación avanzó y estalló la pandemia, que frenó este tipo de procesos ante la imposibilidad de contacto y de acudir por ejemplo a la Ciudad Deportiva. Aún así, como retrasó el final de la Liga también parecía darle más tiempo al lateral para volver a jugar.
Pero en mayo, con el equipo ya ejercitándose en la desescalada, Piccini volvió a pasar por el quirófano. El club dijo entonces que se trataba de una operación ya programada en la rehabilitación para retirarle parte del material que se le habían injertado en la primera intervención. Ahí se acabaron sus opciones de jugar en esa pasada campaña.
Empezó la pretemporada y Piccini se unió de manera progresiva a los entrenamientos e incluso llegó a participar en algunos amistosos, como el que enfrentó al equipo de Javi Gracia al Castellón en Paterna.
Pero a cuatro días de empezar la Liga, con el club tratando de sacar jugadores caros de la plantilla como fuera, se fue cedido al Atalanta con una opción de compra de unos tres millones de euros, más que asequible pero no obligatoria. Piccini se despidió de la afición como si ya no fuera a volver. Y eso pensaba.
En el club de Bergamo tardó más de dos meses en empezar a jugar. Su debut liguero fue por la lesión de un compañero en un duelo contra el Spezia a mitad de noviembre. Y después, nada. Por eso conforme se fue acercando el mercado de invierno empezó a llamar al Valencia a pedir que le recuperaran y así lo hizo el club.
Llegaba, aseguró el club, listo para jugar, pero no lo vieron así Javi Gracia y su cuerpo técnico que le dijeron que debía hacer un plan específico de puesta a punto no tanto por el presente sino por el futuro. Esa adaptación ha durado casi tres meses pero el italiano parece estar agradecido a Gracia, según contó tras sus minutos en el campo del Betis.
“Me preguntó si me sentía para jugar y le dije que sí. Me ha dicho que iba a hacerme participar, que iba a hacer que me volviera a sentir jugador y le estoy muy agradecido. Ha sido un tiempo muy largo, muy difícil en todos los aspectos, tanto físico como mental”, admitió.
Tras una travesía por el desierto como esta, el capítulo de agradecimientos es largo. “Me he acordado de mi mujer, que lleva 20 meses aguantándome, y de mi familia. Tengo un fisio personal que viene todos los días a tratarme y mi hija, que aún es pequeñita, ya se da cuenta que su padre ha tenido una lesión. También me he acordado de mi padre, que estará muy contento, y de mi madre”, explicó.
Pero lo más importante es que Piccini se notó bien. “Lo que más me preocupaba era la reacción de la rodilla, pero llevo un mes sin ninguna molestia y entrenando bien. Tengo que coger un poco de ritmo competitivo para poder estar al 100%, pero lo importante es que mi rodilla respondió bien”, concluyó.
Un año después de lo previsto, 603 días después de haber jugado su último partido con el Valencia, Piccini está de vuelta.
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