El escritor Samuel Alonso leyendo con sus dos hijos en su casa.La casa de Samuel podría ser la portada de un catálogo de Ikea. El papá intenta leer tranquilo en la mesa, mientras el pequeño construye trenes con los cuentos, y el mayor está a punto de descalabrarse desde el sofá. El padre levanta los ojos por encima de las gafas: “¡Venga, que ya toca el cuento!”. Todo se para y se arremolinan a su lado. Llega la paz.RECUPERAR LA INFANCIA EN EL VERANO DE LA COVID“Con el érase una vez se abre una cúpula a un mundo en el que todo el posible y los niños lo sienten así, como la puerta que se abre a un mundo paralelo donde ocurren muchas cosas, por el que merece la pena parar. Y, cuando dices colorín colorado, se rompe esa cúpula. Además, es una de las pocas cosas en las que tienes a tu padre o a tu madre al 100% solo para ti: no puedes leer un cuento mientras contestas al WhatsApp”, explica el escritor, divulgador y especialista del libro infantil y juvenil Samuel Alonso Omeñaca.En otra casa, unos días después, tres niños (de tres, ocho y nueve años) desayunan en la terraza hablando de sus locuras, sus monstruos, peleando, montando su escándalo mañanero, cuando aparece el editor Gustavo Puerta Leisse. Cuando los libros empiezan a salir de la mochila, se hace el silencio: “Yo quiero este….”.“El libro es un mediador, un espacio de encuentro para compartir, que desencadena conversaciones, sentimientos. El confinamiento, sin la presión del día a día, nos ha permitido encontrarle espacios y está bien mantener esa dinámica”, explica el editor de Modernas el Embudo, una editorial recién nacida y crecida durante el confinamiento.Samuel y Gustavo recomiendan mantener en verano esta dinámica lectora que la covid y el encierro establecieron y que llevó casi a duplicar el tiempo de lectura medio de los españoles y a incrementar en un 4% la cifra de los lectores en España, según un informe de la Federación del Gremio de Editores. “Hemos tenido el tiempo y el espacio. El coronavirus nos permitió encontrar huecos que antes no teníamos. Nos tiene que hacer reflexionar sobre la vida que llevamos y reordenar las prioridades. Esos paréntesis de lectura, que algunos han descubierto ahora, tienen un efecto en el desarrollo de nuestros hijos y, si no tratamos de mantenerlos, les estamos robando algo que puede marcar su rumbo”, señala Alonso Omeñaca.Las profesoras son muy conscientes de que la lectura debe ser un aliado imprescindible en el verano. Pero no a cualquier precio. Montse Poyatos, docente de un colegio público de Madrid, cree que ellos deben tener el impulso y eso debe ser fruto de todo el año de trabajo. Valle Curiel, maestra durante más de 40 años en Zaragoza y ya jubilada, lo tiene claro: “Lo peor que puedes hacer es imponerles tiempo de lectura diario”.Estos expertos nos dan algunas pistas para seguir disfrutando con la lectura desde niños.1. Lector cotidianoDurante el confinamiento, hubo historias las 24 horas del día: “Cuenta cuentos para niños y adultos en Instagram, en Youtube…”, apunta Alonso Omeñaca, autor de El grito de la grulla. Aunque, en su opinión, la clave para contagiar la pasión por la lectura es que sea una experiencia doméstica: “Si tú lees, tus hijos leen de manera natural. Por ejemplo, mientras cocinaba en el confinamiento se venían a la cocina y me ayudaban con las recetas, me las iban leyendo, o íbamos inventando recetas y las anotábamos en un cuaderno que fabricamos. En vez que enchufarles a la tele, los tienes leyendo contigo, compartiendo. La clave es vivir de cerca con los libros, sin imponer nada”, sugiere.Irene Parente, de 12 años, cuenta que en su colegio, durante el confinamiento, les impusieron media hora de lectura diaria. “No nos decían lo que teníamos que leer, pero era obligatorio hacerlo, y eso es un poco rollo. Aunque yo escogí Torres de Malory, de Enid Blyton. Me gusta porque son cosas que les pasan a niñas como a mí”, explica.Y los libros y el uso que se hace de ellos deben verlo los niños: “No me cuesta coger una novela para irme a la cama o consultar un ensayo para trabajar o resolver una duda en un libro de animales… Mi hijo de cuatro años pone los libros en el suelo y hace trenecitos con ellos. Y está bien, el juego es una entrada natural a la lectura, que los toquen, que los usen, que sean parte de su vida”, recomienda.Gustavo Puerta Leisse explica que, a veces, los libros toman derroteros imprevistos. Cuenta, por ejemplo, cómo cobraba vida uno de los primeros títulos que sacaron, Ya sé vestirme sola, un libro de cartón, manipulativo y desplegable sobre el proceso cotidiano de aprender a vestirse. “Se lo regalamos a una niña de tres años y es ahora un elemento clave cada día cuando juega con sus muñecas, porque lo usa para darles clase sobre cómo vestirse y esa es la lectura viva y cotidiana. Es lo que buscamos”, explica.La maestra Montse Poyatos cree que es clave esa naturalidad: “Les hemos recomendado que ojeen revistas, que saquen y recorten fotos que les llamen la atención o textos que les sorprendan… Pero nada de imponer, debe ser mucho más natural”, explica2. AcompáñamePara Puerta Leisse, otra de las claves es acompañar a los niños en el proceso, pero de forma horizontal. “En nuestra editorial, proponemos que haya una literatura compartida, libros que permitan hablar. Y la clave para forjar lectores es una literatura en la que el adulto y el niño se emocionan por igual y generan una comunicación basada en la igualdad y el respeto,”, argumenta el editor.Uno de estos libros, Sentimientos Encontrados, alivió el confinamiento de muchas familias. Esta propuesta, en la que Gustavo Puerta y la ilustradora Elena Odriozola estuvieron trabajando 10 años, ilustra la vida de una familia encerrada en una casa a través de 16 dibujos para los que se proponen 16 textos sobre sentimientos que hay que tratar de identificar en las imágenes. “Encargamos la reedición antes de que todo se parase. Pero varias personas nos contaron que les ayudó a hablar de lo que estaban sintiendo, a identificarse, a proyectar su situación… Varios lectores nos contaron que tuvo un efecto muy emocionante. De pronto, un niño lo cogía y empezaba a hablar y se abrían espacios… De eso va apasionarse por la lectura, de encontrarse, de identificarse, de expresarse, de comunicarse…”, explica el escritor y editor.Para Alonso Omeñaca es clave acompañar a los menores y leer con ellos: “No podemos abandonarlos, aparcarlos con un libro. Igual que cuando vas a jugar al fútbol con tu hijo no le dejas en el prado con un balón y que se las apañe, debemos estar con ellos en la lectura”. Pero también propone estar presente en la elección de los libros: “Acompañarlos a una biblioteca, a una librería, elegir con él los libros. E ir leyendo también a medias: el padre un trozo, el niño otro, para que sigan el mismo ritmo. Y, por supuesto, conversar sobre lo que se lee, qué les ha gustado, dónde se habría escondido él si fuera protagonista… Porque eso te dará pistas de quién es tu hijo y cómo acompañarle en su camino”.También Puerta tira del símil futbolero para reivindicar una relación horizontal con la lectura: “Cuando un niño va al fútbol con su padre, están en una relación de igualdad, los dos en un mismo espacio, compartiendo y disfrutando con la experiencia. Deberían existir otros espacios culturales en los que se comparta eso y creo que la literatura, las excursiones, las manualidades son eso. Necesitamos más espacios para compartir juntos y la lectura es uno de los pocos que nos quedan que son gratis”, dice el editor.3. No vendas motos: los niños no quieren leerPara Alonso Omeñaca, hay que acabar con el mito de que la lectura es de entrada placentera. “Hemos vendido la moto de que la lectura es lo más de lo más, pero si lo pones a competir con juegos o aplicaciones que activan la dopamina con su música y sus colores, los libros salen perdiendo”, advierte. Entre sus estrategias está el aprovechar la mínima oportunidad para sacar un libro. “Si vamos a planificar un viaje, saco una guía o un mapa o busco en un libro datos del lugar al que vamos y lo leemos. O, si vamos a ver un árbol milenario, investigamos la especie o saco un cuento que habla de un árbol y lo recordamos al verlo”, concluye.La estrategia debería cambiar desde las escuelas, opina Gustavo Puerta. “El colegio no puede ser un lugar de recomendación de un mismo título para todos los alumnos; eso es lo contrario a la literatura. Debería haber una selección y que cada niño saque el suyo, el que le interese: los habrá que escojan una enciclopedia de animales; otro, uno sobre cómo hacer robots, un cuento, una revista… Y que los niños tengan un papel en la elaboración de los libros, que llevamos a vueltas con esto desde la Institución Libre de Enseñanza…”.En la escuela de Montse Poyatos priorizan siempre los centros de interés de los niños y a ella le funcionan muy bien recomendaciones como Muy Interesante Junior o, por supuesto, los tebeos. “La lista de lecturas recomendadas que hacemos en clase es de lo más variada, desde cómic a artículos o relatos que proponemos tratando de adaptarnos a los centros de interés de nuestros chavales, que en mi clase sé por dónde van y trato de incluir las pasiones de todos para que puedan sentirse reconocidos en las propuestas y escojan”, explica la profesora.Puerta va un paso más allá y pone el ejemplo de un proyecto promovido por la Administración en los Países Bajos en el que 56 escuelas crearon en equipo un libro de dinosaurios. “Cada escuela se encargaba de un dinosaurio, lo investigaba, involucraron a ilustradores para que los dibujaran, y así nació un libro con 56 dinosaurios hecho por niños de 56 escuelas que se encuentra en todas esas bibliotecas escolares y con una calidad espectacular. La diferencia es que hay una Administración detrás, con una mentalidad que da cabida a esas iniciativas, mientras que en España las instituciones lo complican todo. Que traten en una escuela de comprar un libro a propuesta de un alumno… Con la institución hemos topado”, protesta el editor.4. Vamos a cazar libros“En este universo de algoritmos en el que están siempre decidiendo por ti, reivindico la búsqueda analógica en las bibliotecas, como cuando de niño ibas a una enciclopedia a buscar algo para un trabajo y leías millones de cosas más interesantes por el camino. La cantidad de vocaciones científicas que habrá despertado el National Geographic cuando un niño tropezaba con él… Pero hoy cada vez hay menos papel en las casas y menos posibilidad de que se den esos encuentros”, apunta Puerta.El editor propone acercarse a las librerías y bibliotecas a la caza de libros en familia. O recurrir a las cadenas de amigos: “Acercarse a la literatura con los niños debe ir marcado por un afán de descubrir, compartir, fascinarse e, incluso, investigar las editoriales y los porqués”, señala.En el caso de los profesores, Valle Curiel cree que los docentes deben empezar por leer literatura infantil de todo tipo y no todos los maestros lo hacen: “No puedes recomendar libros que son una brasa… Hay una variedad increíble de publicaciones y parte de nuestra tarea como docentes es estar al día, divertirnos con esa literatura y compartirla con nuestros niños”, dice la veterana maestra.5. Cuéntame un cuentoAlonso Omeñaca cree que en verano, tras el reencuentro con la libertad después del confinamiento, el desafío es planificar los espacios y momentos para esa lectura. “Igual que no vas al parque por la noche, tampoco vas a ponerles a leer a cualquier hora. Hay que buscar los momentos serenos. Por la noche, antes de dormir, siempre es un triunfo. Y en la hora de la siesta, justo después de comer, también suele funcionar”, asegura.Y el siguiente paso es hacer de esos espacios y esos tiempos un hábito. “Si vas creando lectores, les gusta tener un ocio diferente al que se crea con la tele, por ejemplo. Creas un espacio de confianza con los hijos en torno a la lectura, un lugar de conversación”, apunta. Sugiere también explorar álbumes ilustrados, porque las imágenes también dan mucho juego. Y recomienda algunos autores infalibles por la empatía e identificación que muestran con la infancia: Roald Dahl, Tomi Ungerer o Maurice Sendak. “Son clásicos que nunca fallan, incluso para los adultos”, concluye.En el caso de Pablo Parente, de ocho años, el hermano de Irene, los clásicos no fallan: “Yo me estoy leyendo todos los cómic de Asterix. Tienen un poquito de historia y un poquito de aventuras, así que me encantan”, explica sonriente.Gustavo Puerta propone recuperar la tradición oral y compartir entre generaciones. Recuerda que su padre se quejaba siempre de que hubieran inventado los auriculares: “Se perdía la música en común, descubrir lo que descubrimos nosotros”, explica. Y por eso cree que leer en alto y compartir la lectura es muy valioso.De hecho, eso pretenden con otro de sus títulos, Yo tengo un moco (Elena Odriozola), en el que, siguiendo la canción, dos niños, dos adolescentes, dos adultos y dos abuelos van sacándose y comiéndose mocos con deleite. “Es la reivindicación del disfrute puro y duro. Hay una continuidad entre la oralidad, la lectura, el juego y el libro, entre aquello que forma parte de los espacios de libertad, de recreo casi clandestino como es comerse los mocos y la literatura. Y permite crear ese lugar en el que un hermano mayor se lo cuenta y se lo canta a una hermana pequeña. Un hecho de literatura en familia. Porque eso es también leer: disfrutar y crecer juntos”, concluye. Y descubrir, por ejemplo, en un libro infantil, porqué eso de sacarse y comerse los mocos estaba ya mal visto en el siglo XVIII.RECUPERAR LA INFANCIA EN EL VERANO DE LA COVIDEn esta serie de reportajes, pedagogos, psicólogos y educadores ofrecen orientaciones para aprovechar y disfrutar unas vacaciones con niños. Consulta la segunda entrega: ¡Desenchufa al niño! La desconexión digital en cinco pasos.Si quieres leer otros reportajes de la serie Planeando un verano con hijos: “Dejad a los niños en paz”; “Desenchufa al niño en 5 pasos”.Siga EL PAÍS EDUCACIÓN en Twitter o FacebookApúntese a la Newsletter de Educación de EL PAÍS