Una imagen impactante puede cambiar toda una vida. Hace cinco años, Amaia Rodríguez fue testigo de algo que no olvidará nunca. “Fue un trauma personal”, admite. En un lejano mar asiático, esta joven contempló de cerca una invasión de cientos de miles de envases de plástico sobre las aguas, ensuciando todo lo que encontraban a su paso. Aquella experiencia despertó en ella una indignación que materializó en una idea: ¿cómo recuperar esos materiales contaminantes de los océanos y reutilizarlos como una nueva materia prima?
Tras darle muchas vueltas, y con la ayuda de su hermano Julen, hace dos años puso en marcha Gravity Wave, un proyecto de emprendimiento social que busca generar un impacto positivo en el planeta a través de pequeños gestos. Su objetivo es, literalmente, pescar plásticos del mar Mediterráneo y transformarlos en nuevos productos de valor, como muebles u objetos decorativos. “Pensamos que los residuos son basura y no es así. Cualquier plástico puede tener un valor si sabemos a qué destinarlo y cómo usarlo”, explica la CEO de Gravity Wave.
La economía circular es esencial para avanzar en la descarbonización. ¿Por qué fabricar productos nuevos si ya hay mucha materia prima reutilizable en la naturaleza?
Amaia Rodríguez, CEO de Gravity Wave
Este proyecto genera un doble beneficio, ya que contribuye a proteger y limpiar los ecosistemas marinos y, a su vez, permite avanzar hacia un modelo de economía circular. Alrededor de mil pescadores repartidos entre Grecia, Italia y España participan en esta iniciativa que podría extenderse en breve al norte de África. De momento, ya han retirado 150.000 kilos de plásticos del Mediterráneo, la sexta zona del mundo que más restos acumula de este material. “Los mares son los grandes olvidados, apenas se han mencionado en la última cumbre COP26″, lamenta.
Los datos son demoledores: cada año, una media de ocho millones de toneladas de plástico acaba en las aguas marinas. Si se mantiene esta tendencia, en 2025 habrá una tonelada de plástico por cada tres de pescado. Y más plásticos que peces en 2050, tal y como ha advertido Naciones Unidas. De ahí que ya existan distintas iniciativas, como la que impulsa Gravity Waves, para dar una segunda oportunidad a los desechos de plástico que flotan en nuestras aguas. “La economía circular es esencial para avanzar en la descarbonización porque evitamos una huella de carbono tremenda en todo el proceso de la cadena de valor. ¿Por qué fabricar productos nuevos si ya hay mucha materia prima reutilizable en la naturaleza?”, reflexiona Amaia Rodríguez.
Este es uno de los asuntos que aborda el cuarto capítulo del ciclo Radar Sostenibilidad: Descarbonización, un futuro sin emisiones, una iniciativa conjunta de EL PAÍS Retina con Banco Santander. En esta ocasión, se analizan alternativas para reducir las emisiones contaminantes de carbono y avanzar hacia una economía más sostenible y circular. Solo así se podrá dejar un planeta más limpio a las futuras generaciones y resiliente al cambio climático.
El papel del hidrógeno verde
En este nuevo modelo económico más respetuoso y responsable con el entorno, las energías sostenibles juegan un papel esencial. Energías procedentes del sol, el viento, la geotermia o los biocarburantes como alternativa al carbón, el petróleo o el gas, responsables de la mayoría de gases de efecto invernadero. En este futuro alejado de los combustibles fósiles, todos los expertos coinciden en el peso que debe jugar el denominado hidrógeno verde. Es decir, el que se produce mediante un proceso de electrólisis del agua con electricidad procedente de fuentes renovables para separar las moléculas que lo componen (hidrógeno y oxígeno).
Estamos trabajando para aumentar la eficiencia de esta tecnología y rebajar los costes, algo imprescindible para poder implementar el hidrógeno verde a nivel global
María Retuerto, investigadora del CSIC
Se trata de una solución cero emisiones, pues en todo el proceso no genera CO₂. Este vector energético destaca por su versatilidad, ya que además de para usos industriales (se emplea para producir fertilizantes, amoniaco, metanol, biocombustibles, acero, hierro…), también puede introducirse en la red de gas natural y utilizarse como electricidad si se almacena en una pila de combustible. Esto ayudará a electrificar sectores muy dependientes hasta ahora del petróleo, como el transporte de larga distancia por carretera, los puertos o las plataformas logísticas.
En España ya hay proyectos industriales que apuestan por el hidrógeno verde. “Pero el tiempo se acaba. Emitimos demasiados gases de efecto invernadero y si no cambiamos el modelo cuanto antes, vamos a tener un problema”, advierte la investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), María Retuerto. De hecho, España cuenta con su propia Hoja de Ruta del Hidrógeno con una serie de medidas concretas para 2030. El documento plantea una flota de 150 a 200 autobuses urbanos, y de 5.000 a 7.000 vehículos ligeros y pesados, que podrán repostar en una red de entre 100 y 150 estaciones de hidrógeno (hidrogeneras) separadas entre sí por una distancia máxima de 250 kilómetros.
El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR), que articula los fondos del programa europeo Next Generation EU, prevé invertir más de 1.500 millones de euros para el desarrollo del hidrógeno renovable en nuestro país. “Estamos trabajando para aumentar la eficiencia de esta tecnología y rebajar los costes, algo imprescindible para poder implementar el hidrógeno verde a nivel global”, añade Retuerto.
El compromiso de Banco Santander con el planeta
Empresas, instituciones, administraciones públicas y ciudadanos son conscientes de que debe actuarse cuanto antes para frenar los efectos del calentamiento global y acelerar una transición hacia energías limpias y renovables. Una de las compañías que comparte estos principios es Banco Santander, que lidera numerosas iniciativas en materia de sostenibilidad. El banco trabaja en multitud de proyectos sostenibles dirigidos a preservar la salud del planeta.
La entidad se ha comprometido a movilizar 120.000 millones de euros entre 2019 y 2025 y 220.000 millones hasta 2030 para combatir el cambio climático. Este compromiso está alineado con su estrategia de Banca Responsable, que ha convertido a Banco Santander en el décimo más sostenible del mundo, según el índice Dow Jones Sustainability Index 2021.
El banco es, además, líder mundial en financiación de proyectos de energía renovable. Entre 2019 y los primeros nueve meses de 2021, financió o facilitó la movilización de 51.200 millones de euros. El pasado mes de febrero, ya anunció su ambición de alcanzar cero emisiones netas de carbono en 2050 para apoyar los objetivos del Acuerdo de París sobre el cambio climático. Para conseguirlo, en 2030 habrá dejado de dar servicios financieros a clientes de generación de energía eléctrica cuyos ingresos dependan en más de un 10% del carbón térmico, y habrá eliminado por completo su exposición a la minería de carbón térmico en todo el mundo.
Además, Banco Santander se ha adherido al Compromiso Colectivo de Acción por el Clima para acelerar la transición del sector financiero a una economía baja en carbono, así como a la Alianza para la Recuperación Verde (Green Recovery Alliance), promovida por el Parlamento Europeo, para respaldar e impulsar la movilización de paquetes de inversión verdes que actúen como aceleradores de una transición hacia una neutralidad climática y ecosistemas saludables.
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