No pudo reprimir sus lágrimas. Y no es para menos. Mauricio Pochettino (Murphy, 2 de marzo de 1972) alcanzó la que será su primera final de la Champions
League. Con un Tottenham que también se estrena en estas lindes tras un agónico final que justifica con creces que los ojos del argentino se humidificasen.
Pero antes de que sucediera esto, hubo un detalle que cabe destacar. Tras el pitido final, y en pleno éxtasis ‘spur’, Pochettino se dirigió a su homónimo en el banquillo rival para darle la mano. Con cara de póquer. Consciente de que esta vez le había tocado ganar pero otras no será así. Sin reflejar en su rostro ni un solo gesto de felicidad a los que dio rienda suelta (con total merecimiento) tras despedirse de Erik ten Hag.
Pochettino puede gustar más o menos, pero hace tiempo que es un entrenador ‘top’. Este éxito no hace más que encumbrar al argentino definitivamente, pero todo aquel que le ha seguido de cerca ha sabido de su valía desde el principio, y sabe ahora que lo ocurrido es consecuencia del trabajo bien hecho.
La mejor muestra de ello es lo que ha ocurrido en esta eliminatoria. El Ajax ha asombrado al ‘planeta fútbol’ con su juego vistoso y por lo inesperado de su avance en la competición. Pero en este cruce con el Tottenham ha tropezado dos veces con la misma piedra en cuanto a ir de más a menos en el transcurso de ambos partidos.
En la ida, el conjunto de Ten Hag dominó de inició, pero desde la lesión de Vertonghen y consecuente cambio de sistema aplicado por Pochettino (del 3-5-2 al 4-4-2), las tornas cambiaron. Tanto, que el segundo acto fue casi un monólogo del Tottenham pese a que no obtuviera premio y el resultado final fuese de 0-1 para el Ajax.
En el de vuelta, se repitió la historia. El Tottenham no arrancó bien, y el Ajax lo aprovechó para ponerse 2-0. Pero ‘Poche’ supo leer lo que estaba ocurriendo, y en el descanso dejó en la caseta a Wanyama e introdujo a Fernando Llorente. La permuta no solo era de centrocampista por delantero, sino que llevaba escondido que, todo lo que bajase del cielo el delantero navarro lo iba a aprovechar Lucas Moura. ¡Y vaya sí lo hizo! Tres goles acabó marcando el brasileño siendo determinante en el tercero el poderío físico de Llorente.
No fue lo único que modificó un Pochettino que también alteró por momentos las posiciones de Dele Alli, Eriksen y Heung-Min Son, la profundidad de sus laterales, y la celeridad en la transición defensa-ataque. En definitiva, Mauricio es uno de esos técnicos que no se casa con nadie. Ni siquiera consigo mismo. Y su victoria en definitiva fue el triunfo de un técnico intervencionista.
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