Pol Espargaró, 30 años, padre de una niña de año y medio y con otra bebé en camino, octava temporada en MotoGP, se llevó el mejor tiempo del sábado en el GP de Gran Bretaña. Y no pudo (ni quiso) esperar a bajar de la moto para celebrarlo. Se retorció de felicidad, manos en el manillar, a toda leche, cabezazos de sí, sí, esta vez sí, y eso que ni siquiera sabía a ciencia cierta que la pole (1m58,889s) iba a ser suya. Quedaban todavía unos segundos. Lo que sí sabía es que lo había bordado.
Nunca había sufrido tanto con una moto. No imaginó que tardaría tanto en entender cómo pilotar la Honda. Acabó el 2020 como un tiro, ídolo en KTM después de ayudar a que la moto austriaca diera un salto de calidad que pocos intuían, orgulloso y confiado. No podía ser la RC213V tan fiera como la pintaban. No después de domar aquella bestia parda con la que se subió al podio hasta cinco veces e hizo dos poles, las primeras desde que debutó en MotoGP.
Pero sí, asimilar la Honda ha sido poco más o menos un calvario. Lo fue, primero, desde la marcha de Dani Pedrosa, para Jorge Lorenzo, que acabó optando por marcharse a casa antes de lo pactado y renunció a su último año de contrato; lo fue también para Álex Márquez, especialmente al no poder contar a su lado en el box durante todo el curso pasado con su hermano Marc Márquez, el único piloto capaz de hacerla ganar casi en cualquier circunstancia. Con el mismo Márquez en pleno proceso de recuperación tras una lesión que lo tuvo nueve meses de baja y un año entero fuera de competición, Espargaró ha ido tratando de sacar la cabeza como ha podido. Y ha sufrido, especialmente los sábados de clasificación y en algunas carreras; más que nunca en Austria, donde terminó fuera de los puntos en las dos citas que se dieron en el Red Bull Ring.
“Venir a Honda fue uno de los cambios más ambiciosos en mi carrera. Cuando haces un salto así mucha gente te señala con el dedo y lo entiendo. No los culpo, pero no ha sido fácil. He sufrido con la moto y sigo sufriendo, pero voy a pelearlo”, declaró, henchido de felicidad. Para llegar al resultado de este sábado, Espargaró ha acumulado 15 caídas en 12 grandes premios. Sin contar las de los entrenamientos privados, que también han sido unas cuantas, por bien que no queden registradas.
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El histórico circuito de Silverstone, al noroeste de Londres, tan cerca de la campiña inglesa como de la extensa ciudad de Milton Keynes, donde se concentran algunas de las fábricas más imponentes del Mundial de Fórmula 1, acudió en su rescate este sábado. Sus líneas abruptas, ideal el primer sector para el pilotaje agresivo del de Granollers, amante de las frenadas fuertes, ayudó al pequeño de los hermanos Espargaró a darse un respiro. Pilotó con rabia y convencimiento. Y se llevó la pole position (la carrera, a las 14.00, en DAZN). “¿Cuánto tiempo hace que no hay una Repsol Honda en la pole que no es la de Marquez?”, se preguntaba el propio Pol al atender a la prensa. La última vez fue en 2017, le susurraron. La logró Pedrosa, en el GP de Malasia; la última de una Honda se remonta al GP de Japón de 2019 y llevaba la firma de Márquez. “Para mí eso simbólico y me hace sentir orgulloso saber que pilotos de una calidad increíble no han sido capaces de conseguirlo y yo sí, en una pole ganada con esfuerzo, sin problemas, en una situación normal, sin lluvia, sin cosas raras”, añadió. Fue, eso sí, una pole en diferido después de que una vuelta con trampa del madrileño Jorge Martín tuviera a todo el paddock en ascuas durante minutos.
Se colocó Martín en cabeza en los últimos segundos, mientras otros tantos pilotos trataban de mejorar sus tiempos. Su crono decía que había recortado más de un segundo en uno de los sectores. Imposible, pensó la mayoría. Vio la bandera a cuadros el de Ducati Pramac y nadie en su box celebró nada. Él sabía que aquel tiempo no le correspondía. Se había comido dos curvas enlazadas en ese. Conscientemente. “Había visto por delante a Aleix y a Marc, quería coger una buena rueda, me sabía un truquillo para cortar ahí en la chicane y he aprovechado para acercarme a ellos”, confesó después. Dirección de carrera le cancelaría el tiempo de aquella vuelta un buen rato después, justo cuando llegaba incrédulo a un parque cerrado que este sábado no le correspondía. Hubo que revisar bien las imágenes para comprobar la picaresca de Martín y asignarle el tiempo justo: acabó cuarto.
La caída de Márquez a 260 y los problemas en el ojo
Martín fue solo 12 milésimas de segundo más rápido que Marc Márquez, al manillar de la otra Honda oficial, que apenas buscó una vuelta rápida en los compases finales de la sesión. El viernes, durante el primer libre, sufrió una caída a 260 km/h. Destrozó su moto y magulló su cuerpo. Además, sufrió una herida en el ojo derecho que le obligó a completar la segunda sesión de entrenamientos de aquella manera. Tenía mucha lágrima y no veía bien. Cada vez que tenía unos minutos de reposo en el box, cerraba los ojos, para darles algo de paz. Por la tarde visitó el hospital y le dieron tratamiento. Desde entonces ha estado aplicándose una crema para curar la herida y mejorar las sensaciones. Ese quinto puesto parece pues una osadía casi tan bárbara como la primera posición de su compañero Pol.
Con uno y con otro, Honda va encontrando su sitio. Este sábado es la primera vez que una de las motos de la fábrica alada se coloca en la pole. En segundo lugar terminó Pecco Bagnaia; en tercero, Fabio Quartararo, el hombre a batir.
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