Por el bulevar de los sueños rotos

“Abre los ojos”, le susurró Sofía (Penélope
Cruz) a César (Eduardo
Noriega), que despertó súbitamente de un sueño que dio paso a una pesadilla. A la Real ayer no le despertó de su letargo la dulce voz de Sofía, sino el pitido inicial de Sandro
Schärrer. Y cuando los de Imanol abrieron los ojos todo lo que habían imaginado, todo lo que creían que era verdad, se transformó en una bofetada de realidad que convirtió los 90 minutos en una pesadilla que será difícil de olvidar.

Porque había mucha ilusión puesta en esta eliminatoria y ahora el partido de vuelta, la anhelada visita al ‘Teatro de los sueños’, ni tan siquiera apetece. No hay nada que hacer.

Los primeros dos minutos de partido alimentaron la fábula txuri urdin. El intercambio de ocasiones con el Manchester, con los disparos de Januzaj e Isak, nos hicieron creer que esta Real estaba a la altura de todo un United, que podía mirarle a los ojos sin pestañear o sin tener que apartar la mirada. Error.

El vertiginoso ritmo del equipo inglés, su intensidad, su velocidad, su poderoso físico, fueron armas de destrucción masiva ante las que la Real sólo pudo poner su cuerpo.

McTominay, plantado en el medio campo, parecía el Coloso de Rhodas y Rashford y Greenwood, indetectables para la defensa txuri urdin, volaban a gran velocidad por las alas. El destrozo fue total.

Remiro evitó que la vida de la Real se extinguiera al descanso, pero tras el paso por los vestuarios las pesadillas de Freddy
Krueger fueron un cuento infantil ante el pánico que provocaba cada salida en estampida de los diablos rojos. Dos, tres, cuatro. Un gol anulado… La pesadilla no tenía fin.

Los jugadores de la Real no daban crédito. Miradas perdidas al desértico Juventus Stadium que nos recordaron a la icónica escena en la que un César desconcertado camina sin rumbo por la desértica Gran Vía madrileña.

El pitido final y el ‘Txuri Urdin’ sonando en los altavoces del improvisado escenario pusieron fin al calvario y la Real, que como Karl
Marx o Podemos intentó asaltar los cielos, se encontró de pronto sumida en el más profundo infierno. Empequeñecida, mancillada y, como César, desfigurada, caminando como Joaquín
Sabina por el Bulevar de los sueños rotos. Por favor, que vuelva la Liga.


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